“En 2020 falleció mi mamá y este grupo de mujeres ha sido mi compañía”. “Ha sido muy bueno saber que había otras mujeres que estaban pasando por lo mismo que una, que nos sentíamos solas, y ahora nos acompañamos”. “A esta edad a una le sobra tiempo y eso te hace sentir mal, sola. Pero ahora entre nosotras nos acompañamos”.
La importancia y necesidad de sentirse acompañadas es lo que más se repite en estas frases, todas dichas por un grupo de mujeres mayores que se reúnen a tomar once un viernes por la tarde. No son familiares ni amigas de toda la vida. Las une la edad y un programa de capacitación y acompañamiento para personas mayores organizado por Espacio Urbano y la consultora especializada en gerontología, 60 y más. El objetivo es promocionar el buen envejecer entre las personas mayores, entregándoles información y conocimientos que las motiven a adquirir hábitos de vida saludable desde el punto de vista físico, psicológico y también social.
“Durante la pandemia muchas personas mayores estuvieron muy aisladas, con problemas de salud mental por la soledad a la que se vieron sometidas y con pérdida de habilidades físicas y mentales debido a la baja socialización. Hemos ido realizando encuestas y analizando datos, y hemos confirmado que la resocialización tras la pandemia ha tenido un impacto muy positivo en sus vidas”, cuenta María Paz Carvajal, gerontóloga y directora de 60 y más. Y es que –agrega– el hecho de que puedan tener un espacio para mantenerse en contacto diariamente, aunque sea de forma virtual, así como conocer a otras personas de su edad, les ha permitido ampliar su red de apoyo. “Se sienten queridas, valoradas, cuidadas por estas nuevas amigas. Pueden compartir sus intereses, sus experiencias y acompañarse en las buenas y en las malas. Y eso se traduce en una mayor satisfacción con la vida. También comparten información útil, se envían panoramas y otras actividades que contribuyen a sentirse más vitales, actualizadas y con un estilo de vida mucho más saludable”.
El testimonio de Julia lo confirma. “Yo soy viuda hace 15 años. Pero cuando me jubilé, la falta de mi esposo y además del trabajo me hizo sentir la soledad, especialmente con la pandemia. En un momento me empecé a asustar, porque no sabía qué hacer. Tengo hijos, pero ellos tienen su vida, me vienen a ver el fin de semana, pero la semana tiene siete días. Por eso entré a este grupo, porque estar en contacto con otras personas de mi edad me hace sentir viva”, reconoce.
“Armamos este proyecto con el objetivo de ayudar a las personas mayores a que se empoderen, que se sientan parte de la comunidad y generen redes de apoyo a través de distintas actividades presenciales y online. El gran propósito que le dio vida fue la necesidad de volver a hacerlos parte de una comunidad en la que muchas veces se sienten marginados debido a su falta de conocimiento en aspectos tecnológicos o por no estar activos laboralmente. Poner en relevancia la experiencia de tantos años de vida es el motor que impulsó esta iniciativa”, agrega Carolina Díaz, gerente de Marketing de Espacio Urbano.
“A veces las personas empiezan a socializar principalmente con su familia y si bien eso es muy importante, también es muy enriquecedor encontrarse con personas de su edad y darse cuenta que están viviendo procesos similares; reírse de las mismas cosas, dar y recibir apoyo genuinamente porque empatizan con lo que están viviendo. Incluso pueden sincerarse sin miedo a ser juzgadas. Hemos podido observar que esta experiencia grupal incluso las va empoderando y entregando habilidades comunicacionales”, agrega María Paz.
Pero a veces no es fácil. Gloria es vecina de Puente Alto. Cuenta que si bien en su comuna hay actividades, a veces cuesta sacar a las personas mayores de sus casas. “El desconocimiento en la tecnología nos deja fuera de muchas cosas. En mi comuna hay varias actividades, pero muchos no se enteran porque no saben contestar un celular, y los hijos y los nietos nunca tienen tiempo, entonces se quedan solos en su casas. Y esa soledad es peligrosa y triste. Por eso nosotras, que hemos construido esta red, estamos todo el tiempo incentivando a que se sumen más”, dice.
“Este año, por primera vez en mi vida, lo he dedicado a mí”
Marta es otra de las mujeres que participa de esta once. En su primera intervención confiesa que su vida transcurrió criando a sus tres hijas. “A las mujeres nos crían para hacer cosas para los demás, yo siempre lo hice: cociné, cuidé, crié. Me dediqué a mi marido, a mis hijas y a mi trabajo. Pero hacer cosas para nosotras nos cuesta. Por eso este año, por primera vez en mi vida, lo he dedicado a mí. Fue una decisión que me ha hecho bien. Al principio me costó porque no sabía si me iba a resultar fácil conocer a otras personas, pero me ha resultado fácil y siento que me estoy cultivando. Ahora tengo la necesidad de estar con más personas de mi edad. El fin de semana mi hijo se va donde la polola y yo no tengo ni pololo, así que converso con estas mujeres con las que he estrechado lazos y me han hecho sentir en compañía”, cuenta.
Según la gerontóloga, es parte del desarrollo humano en la adultez media que pongamos nuestras energías en la familia, el trabajo, en tratar de ser lo más productivos posibles. Cada uno de esos contextos nos permiten ejercer roles, pero ninguno por sí solo nos define como persona. Cuando basamos nuestra identidad en un solo rol, luego pueden venir los problemas, porque cuando dejamos de ejercerlos, es como si perdiera propósito la vida y comenzamos a vivir el día a día sin mayor sentido. Y eso puede llevar a sentimientos negativos respecto de la propia vida y la autovaloración. “Cuando se avanza en edad, se suelen enfrentar importantes cambios (el retiro laboral, la partida de los hijos de casa, la viudez, etc.). Cada una de ellas implica una suerte de duelo. Frente a esas pérdidas podemos sentir que ya no servimos, que perdimos esa razón de ser. Quedarnos en la tristeza y la nostalgia. Pero también hay personas que ven esta nueva etapa como una oportunidad para seguir creciendo y, ahora, poder cuidar de ellas mismas: aprender cosas nuevas, reencontrarse con sus talentos, atreverse a salir de la rutina y así sentir que están saldando una cuenta pendiente con sus vidas. Eso les ayudará a sentirse integradas y en paz consigo mismas”.
Y también les permite encontrar nuevas amigas. Así se definen de hecho algunas en medio de la once. Como un grupo de nuevas amigas. “Nosotras las mujeres tenemos la capacidad de conversar y crear lazos; de mostrarnos tal cual somos”, dice Marta. “La amistad entre las mujeres es invaluable. Pueden pasar años, parejas, niños... pero las amigas siempre están ahí”, agrega Gloria. Y por eso están tan felices con este grupo, porque saben que gracias a ellas, en los años que les quedan, nunca más se sentirán solas.