Paula 1177. Sábado 4 de julio de 2015.
Insectario amoroso, la novela que la escritora, periodista y artista visual Claudia Donoso publicó hace diez años, vuelve en una edición definitiva (UDP) y se sitúa felizmente dentro de los clásicos de la literatura chilena. Aquí, una entrevista con la autora.
En la portada de la nueva edición de Insectario amoroso aparece uno de los collages de Claudia Donoso titulado Las bailarinas tuertas: cuando ella lo menciona se le ocurre que, para completar un ciclo de flujo creativo, podría también crear una coreografía, una danza ejecutada con choques y errores, un híbrido para hacer saltar las barreras entre los lenguajes. Así es una conversación con ella: el pensamiento sucede ahí mismo, las ideas e imágenes llegan sin premeditación, el lenguaje se va ampliando, ensuciando, depurando, hasta hacerse tan preciso que queda la carcajada o el asentimiento total para comulgar con ella.
Al leer Insectario amoroso, un libro intenso y altamente poético, escrito con pasión extrema y agudeza, no extraña que la autora haya abandonado la escritura como forma de expresión y se haya volcado a la producción de collages: su libro está hecho de imágenes que se trastocan y acumulan, mientras sus obras plásticas son en extremo literarias, con personajes e historias.
"Me interesan los límites, hasta dónde se puede estirar la cuerda antes de que te hagas polvo. o con cuánto es lo mínimo que puedes quedarte para estar viva", dice la escritora.
Es el caso de una de las últimas, una pequeña escultura en la que aparece una jaiba trasmutada en señorita, con clavos y un hilito rojo: se llama Novia desesperada al ser abandonada a las puertas de la iglesia y ella la ve como una suerte de alter ego.
Claudia Donoso fue una destacada periodista cultural desde los 80 y trabajó en Paula más de diez años. Aunque es cercana a figuras clásicas como Enrique Lihn, Adolfo Couve y José Donoso –hermano de su padre–, es una escritora excéntrica. Además de Insectario amoroso, publicado en 2004 –que ahora reedita Ediciones UDP con prólogo de Lina Meruane–, es autora de los textos de La manzana de Adán, obra testimonial sobre travestis que llevó al teatro Alfredo Castro y fue un hito a comienzos de los 90.
"El poeta Ted Hughes dice en un documental que si pudiera no escribir, feliz no escribiría. Pero uno tiene una relación de realidad con las palabras, una vivencia insuperable. Ese trabajo define casi toda mi vida", sigue, mientras mira fijo con los ojos verdes o azules transparentes.
"la libertad y el miedo son los grandes temas míos. me interesan las tragedias personales vinculadas con la transgresión. también, me libera saber que el escritor es como un histrión y que se puede escoger cuál histrión ser", dice la autora.
¿Cómo fue releer la novela?
Una sorpresa. Ya no soy esa persona que escribió, pero hay algo que reconozco, algo duro, resistente. El prólogo de Lina Meruane me dio otras claves de lectura, por decir, fue un regalo: me encontré con la figura del andrógino, que es clave para mí. Los primeros dibujos que hice eran este andrógino, un hombre y una mujer indivisos. Entonces me doy cuenta de que la primacía de lo heterosexual es una simplificación cultural opresiva, culpable y maligna. Esa es una posibilidad de encontrar una pista en lo que hago, que también tiene que ver con La manzana de Adán, cosas que no podría dejar de escribir. La libertad y el miedo son los grandes temas míos. Me interesan las tragedias personales vinculadas con la transgresión.
El Insectario se mantiene muy vivo, como un sello de tu estética.
El Insectario son las piezas capturadas de diferentes eclosiones de especies, lepidópteros, coleópteros, arácnidos, de los que uno no se desprende y puede volver a mirar. Sabes que los tienes capturados y no van a volver a asediarte. No se trata solo de la muerte, es el deseo de la captura, de que las ideas estén encarnadas y sean materia, traerlas a tu acopio, a tu memoria. Otra revelación de Lina ha sido leer el libro como novela, antes lo veía como puros fragmentos. Es lo mismo que pasa con el collage, nunca sé qué voy a hacer: yo no busco, encuentro. Me libera saber que el escritor es como un histrión, se puede escoger qué histrión ser, otro que corresponda a algo extraíble de la memoria en que uno está enredada.
¿Te dan ganas de seguir escribiendo?
No lo sé. Uno se da cuenta de que el libro que escribe te hace poder mirar mucho más allá, hasta el punto que no terminas nunca de desayunarte con lo que escribiste. No lo digo con admiración, al contrario. Me interesan los límites, hasta dónde se puede estirar la cuerda antes de que te hagas polvo. O con cuánto es lo mínimo que puedes quedarte para estar viva. O para qué seguir viviendo, seguir con el vicio: ver la imperfección, la imposibilidad de llenarte con nada, el regreso absoluto al útero, estar súper protegida, pedir todo. Vivo sin anestesia y puedo mirar la derrota desde la partida, hacer una bravata frente a la cueva del león.
Haz click aquí para revisar alguna de sus obras.