Claudia Troncoso: 20 años conviviendo con el Cyberbullying
Fue entre el 2000 y 2010, cuando recién aparecían las primeras redes de mensajería instantánea y redes sociales. Yo tenía 12 años, estaba entrando en la adolescencia y me abrí una cuenta de MSN.
En ese tiempo yo estaba con varios problemas emocionales. Mis papás se habían separado, tenía problemas de autoestima y andaba irritable, confrontacional. Con esto no quiero justificar a mis compañeros, pero ellos se agarraron de eso para acosarme.
Me mandaban mensajes de odio, con insultos. Al comienzo por mi manera de ser, luego por mi físico. Utilizaban características mías con las que me pudieran dañar. Me molestaban por mi peso. Me decían que era horrible, que nunca nadie me iba a querer. Yo, a mis 12 o 13 años, les creí; me atormentaba pensando en que, efectivamente, nunca nadie me iba a querer y que me iba a quedar sola.
Y es que lo que no sabía en ese tiempo, es que las víctimas de bullying suelen sentirse merecedoras de ese maltrato y por eso es importante que padres y madres les enseñen a sus hijos desde muy pequeños que hay situaciones que no son tolerables.
Con el tiempo comenzaron los mensajes anónimos. Mis compañeros se hacían cuentas falsas en Hotmail y a través de ellas me enviaban mensajes. Eso fue la antesala para lo que vino después, cuando apareció Fotolog. Ahí perdí completamente la noción de quiénes eran mis agresores, porque además de los comentarios en mi cuenta, había algunos Fotologs de colegios y de cursos, donde uno no sabía quién subía las fotos. Allí me encontré varias veces con fotos mías, que alguien subía, y decenas de comentarios con burlas e insultos.
Yo me sentía atrapada porque, a diferencia del acoso presencial, éste era anónimo, no sabía quién o quiénes eran, y no terminaba al salir del colegio, me perseguía hasta mi casa. Y lo peor: a nadie parecía importarle. Así que lo sufrí en silencio.
Al comienzo pensé que si no respondía, que si no hacía nada, iba a parar. Pero no paró. Hablé con mis papás. Me dijeron que cerrara mi cuenta, y una vez que lo hice y que el acoso continuó en otras cuentas, me dijeron que no entrara a esas páginas, que “simplemente” no leyera más. Pero ¿cómo una adolescente puede quedarse tranquila y no leer un blog en el que sabe que todo el mundo está hablando de ella? Tampoco culpo a mis padres, no tenían las herramientas para enfrentar esto que era algo nuevo.
Lo que ocurría en esos años es que ni siquiera se hablaba de Cyberbullying, en los colegios no había protocolos; los niños, niñas y adolescentes vivían esto muy solos. Hoy hemos avanzando un montón porque se habla más del tema, pero aún muchos adolescentes creen que si hacen algo, si hablan en el colegio o con los papás, va a ser peor el acoso y lo siguen sufriendo en silencio.
También están los padres que en vez de enfrentar el problema, les quitan el acceso al celular o el computador. Sin embargo, quitarle el teléfono a un adolescente que está recibiendo bullying es castigarlo doblemente, es un mensaje contradictorio, como si fuese su culpa. Además lo aíslas.
A mí el acoso me llevó a desarrollar conductas de autodaño que les ocultaba a mis padres, incluso a mi psicóloga. También tuve un trastorno de alimentación. Y es que vivía todo esto con culpa. Pensaba que yo estaba haciendo algo mal para merecer ese trato.
En tercero medio, fue el viaje de estudio. Días después de que regresamos, subieron una foto mía de ese viaje al Fotolog del curso. Esa vez los mensajes fueron más horribles que nunca y nadie salió en mi defensa. Fue tal mi angustia y desesperación, que pensé en quitarme la vida. Es que ya me sentía tan mal con todo esto, que lo vi como una solución para acabar con todo.
No podría explicar exactamente, por qué no lo hice.
Ese episodio fue un punto de inflexión. Falté mucho tiempo al colegio y al parecer mis compañeros se dieron cuenta de que se les había pasado la mano. Borraron la foto del paseo y de a poco comenzó a disminuir el acoso hasta que salí del colegio.
Una vez fuera, por fin me sentí tranquila y cuando tuve que decidir sobre mi futuro, el evitar que estas cosas les pasen a otros, se volvió mi objetivo en la vida. Estudié pedagogía y hoy soy profesora con magíster en convivencia escolar, especializada en la prevención de la violencia digital. Trabajo en un colegio en el programa contra la violencia digital y el buen uso de las redes sociales.
Siempre les aconsejo a los padres que hablen con sus hijos e hijas desde pequeños; que les enseñen de empatía, que les cuenten que estas cosas pasan y que no eviten el tema; que les enseñen que nadie merece ser maltratado, sea como sea ese niño o niña porque la víctima siempre es víctima, no hay ninguna justificación para que un niño o una niña reciba acoso. Pero lo más importante es que no dejen esa conversación para la adolescencia, porque ahí ya puede ser demasiado tarde.
Y que busquen ayuda. Hay fundaciones como Volando en V, Fundación para la Convivencia Digital, y Fundación Katy Summer que pueden acompañarlos en este proceso.
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