¿Comprendís?

La lechuga que se comió, la novia que lo abandonó, la noticia que escuchó: todo lo que le pasa va a parar a los poemas que Claudio Bertoni (65) escribe con delirio. Ycuando no escribe, saca fotos. O recolecta basuritas con las que arma engendros de rara belleza. Son esos objetos, más algunas pinturas y collages, los que expondrá, desde el 24 de noviembre, en Galería D21.




Roberto Bolaño dijo alguna vez que el Premio Nacional de Literatura había que dárselo a Claudio Bertoni. Un poeta que hace años se exilió en Concón y que se ha convertido en un mito, precisamente, porque vive como poeta: aislado del mundanal ruido, en una mediagua "enchulada" que ha sido invadida por las arañas ("tengo la impresión de que ya tenemos una buena convivencia", dice), sin internet, sin auto, sin familia y sin trabajo remunerado. Lo único que tiene es un televisor, porque descubrió que "la tele es el mejor amigo del hombre, y no el perro".

Por estos días Bertoni anda alegre y triste al mismo tiempo. Acaba de terminar con una amante que tuvo durante ocho años y confiesa: "Estoy pa' la cagá". Pero, por otro lado, está feliz porque descubrió un supermercado Líder cerca de su casa, y se compró unos blue jeans que son "el descoronte" por dos lucas. Sumando y restando, las cosas le están resultando. La Universidad Diego Portales no para de editarle libros y está a punto de sacar otros dos de poesía: Qué culpa tengo yo, con la Universidad de Talca y El tamaño de la verdad, con editorial Cuarto Propio. Y, en el arte, el director de la Galería D21 le ofreció representarlo.

Oye qué bueno que ahora comiences a vender. Capaz que el galerista Pedro Montes se convierta en tu AFP.

Mi verdadera AFP sería ganarme el Premio Nacional de Literatura, 700 lucas mensuales sería maravilloso. Si estuviera vivo Bolaño me lo habría ganado, porque él dijo que yo tenía que ganármelo. Pero me enteré después. Mejor no hablemos de eso. Porque mi gran frustración es no haberlo conocido.

¿Cómo vives sin un trabajo remunerado?

La clave es vivir con muy poco. Vivo con 200 lucas mensuales. Puedo vivir de manera muy frugal y hago lo que quiero. Bertoni escribe como habla: sin ningún rebuscamiento. Su poesía es cruda, humorística, terrible, irónica y prosaica, pero también (y no sabemos cómo lo hace) es profunda, amorosa, espiritual y rotundamente honesta. El cansador intrabajable, Ni yo, Harakiri, Dicho sea de paso, Rápido antes de llorar, son ya libros de culto. Versos como "No estoy en el poder, estoy en la cola de Fonasa" lo retratan de cuerpo entero.

Aunque él se siente más poeta que nada, siempre está haciendo cosas con las manos y, sin querer queriendo, ingresó a la historia del arte contemporáneo chileno. Uno de sus trabajos más valorados son los objetos que hizo en los 80, literalmente, con lo que botaba la ola. Iba a la playa y recogía esos desechos que el mar devuelve: palitos, corontas de choclo, cáscaras de plátano, pedacitos de plumavit. "Uno hace objetos con las malditas cosas que hay en el suelo", ¿comprendís?".

Bertoni se ríe de sí mismo. Y lo hace con maestría. El año pasado, Rafael Gumucio (que dirige el Instituto de Estudios Humorísticos de la Universidad Diego Portales) le entregó el Premio Nacional del Humor. Fueron 300 mil pesos. "Hallo que el humor es una cosa absolutamente imprescindible. Gracias al humor podemos seguir chacoteando en este valle de lágrimas"

El alivio

¿Para qué haces arte?

Para aliviarme, porque hay cosas que me afectan. Por eso nunca he tenido ese problema de enfrentarse a la página en blanco. No iría nunca a una página en blanco si no tengo una maldita cuestión que me pase. Es como ir al baño sin tener ganas de cagar. No voy a ir al baño a jugar ping pong. Es ridículo.

Oye. Y dicen que publicas un libro por año.

Parece que sí. Lo más terrible es darme cuenta de la cantidad de material que tengo. Lo que pasa es que yo grabo todo y de ahí transcribo. Tengo 800 cassettes sin descasetear. Y cada cassette es como un libro. Pero tenía demasiado grabado, así es que chanté la moto y volví a los cuadernos.

Tus piezas de arte tienen una onda más amorosa que tus textos. ¿Es el lado b de la escritura?

Es que en la escritura está todo. La cabeza es una cloaca. En la cabeza tú matas a tu papá, a tu mamá… queda la embarrada.

La soledad

Oye. Y tú no te juntas con los artistas.

No los pesco. Es que los huelo al tiro. Yo estoy en otro lado nada que ver. Andan todos muertos de susto, de no ser el mejor, de que otro les copie. Yo no tengo dedos para ese piano. Pero tiene un costo. No veo a mucha gente, no tengo una esposa ni hijos. Estoy solo y eso te enferma de la cabeza.

¿Por qué enferma tanto la soledad?

Porque uno queda perdido. Es como los ríos. Los ríos corren por su cauce, la sangre corre por las venas. Uno necesita un canal, para eso tiene que estar con una pareja. Tengo talento para estar solo, aunque igual me gustan otras cosas. Tengo una ternura terrible por los cabros chicos. Igual que el sexo, que ocupa un lugar súper importante. Es difícil nomás.

En Harakiri hablas de la crisis que tuviste en 1998.

Es lo más fuerte que me ha pasado en la vida. Estaba aterrado, paralizado. Dicen que fue crisis de pánico. Yo, que con cueva me tomaba una aspirina, tuve que tomar pastillas. Era como si mi cabeza estuviera llena de tallarines.

Igual la soledad es peluda, pero también uno se la busca.

Es verdad. En mis relaciones entro huyendo. Y después, cuando las mujeres se van, sufro como un animal.

¿Y por qué te separas?

Porque ellas quieren tener hijos. Y yo me muero de pánico. Que el niño se apriete un dedo en la puerta, no tener plata para comprarle lápices de colores. No puedo ver sufrir a un niño, es algo demasiado frágil. No y no y no. Ni por nada.

¿Y cómo es cuando estás tranquilito?

Cuando yo me siento bien, que es muchas veces, es impactante: con decirte que me doy envidia amí mismo.

¿Te miras y dices: "Pucha, quién fuera como Bertoni"?

Es que te juro que las cago. Hallo que no se puede vivir mejor que yo. Es imposible. Voy sentado en la micro y veo la vereda, pasa una mina, pasa un perro. No me he ganado el Premio Nobel, pero soy feliz. La gran cosa es caminar por ahí y por allá y sentirse bien. No se puede estar mejor en el mundo.

Es budista eso, vivir en el presente.

El budismo es lo que más me interesa y lo más inteligente que hay. No hay verdad revelada, no hay alma, no creen en nada. Buda puso el dedo en la llaga. Él dijo: "Lo único que hay es el dolor" y se trata de cómo correrse del dolor.

Hacerse el huevón

Dices hay que hacerse el huevón. ¿Eso es budista también?

Lo que dije es que hueviar un rato no cuesta nada, pero hueviar toda la vida es lo que vale la pena. Porque lo único que existe es el dolor. Yo no puedo hacerte feliz al tiro, aunque me muera de ganas. Pero te puedo hacer infeliz en un segundo. Te puedo tirar el pelo, te puedo pegar un combo, te puedo decir algo horrible, ¿comprendís? Hay mucho más dolor que placer. Para poder resistir, tienes que hacerte el huevón.

Y eso, ¿cómo se hace?

Por ejemplo, tengo varios mendigos favoritos. Uno, en especial, en Viña. Veo al huevón y quedo pésimo. Era un tipo joven, guapo, pero ahora está mucho más loco. Veo que va a desaparecer. Y me afecta. Escribo de eso. Pero no puedo hundirme con él, porque no le hago ni un bien a él nime hago bien a mí. Me tengo que hacer el huevón. Porque si me voy al fondo de este tipo, soy un ancla y nos hundimos los dos.

¿Y eso te ha pasado?

Claro. El año en que me fui al carajo, lloraba todo el día. Me subía a la micro, veía a una persona, le miraba los ojos y me bajaba de la micro. En los ojos le veía el sufrimiento.

O sea que mirabas a la gente y la diagnosticabas al tiro.

Si los puedes ver, también los puedes sanar. No, imposible. Cuando estoy en estados de híperempatía, lo único que puedo hacer es alejarme. Porque estoy igual de perdido que ellos. Lo único que podría darles es un abrazo. Pero no sirve para nada, porque necesitan 150 lucas.

¿Y a veces has abrazado a alguien en la calle?

Me pasó con un mendigo turco, que me persigue y yo le hago el quite porque estoy cabreado. Y, hace poco, yo venía caminando por la calle Valparaíso, a las tres de la tarde de un día medio fome, y lo vi y no le quise arrancar. Y él se acercó, no me pidió plata, pero me abrazó. Estuvimos un rato abrazados. Y creo que a él nunca lo habían abrazado.

Ya. Entonces ahí no te hiciste el leso, pues.

Pero fue un rato de lucidez. Pero no se puede ser lúcido todo el tiempo, porque te vuelves loco. Porque el mundo está muy heavy. Es terrible. No se puede bancar.

¿Y no tomas nada para hacer la cosa más llevadera?

Sí. Yo amo el ravotril. Es lo único que me salva.

Maldito amor

Haces las cosas desde un lugar bien emocional.

Siempre he sido igual. Lo más importante ha sido meterme con cuatro mujeres a lo largo de mi vida. Lo demás es todo adjetivo. ¿Comprendís?

Pero el amor es una enfermedad.

Es un estado de idiotez máximo, una cuestión ridícula. Tu conciencia se estrecha, solo ves a tu mina. Estás tan obsesionado, que no puedes elegir nada más. Yo, ahora estoy cagado. Tengo 65 años y acabo de perder a la mujer con que estuve 8 años. Y he estado enfermo por eso.

Otros artistas, que van de intelectuales, jamás hablarían de eso.

Es que el amor es picante, pero a todos los gallos les pasa lo mismo. Solo que no lo dicen.

Pero lo tuyo no es cebolla así nomás. Tú, desde tu microdrama amoroso, tocas temas sociales y culturales.

Es que cualquier persona mediamente inteligente llega a hablar de lo mismo. Si tú raspas cualquier cosa te encuentras con el amor, el dolor, la enfermedad y pare de contar. ¿Comprendís?. Caché el mote hace tiempo.

Para el budismo, el amor romántico es fatal. Te sales del presente, vas tras una ilusión y de seguro sufres. Ahí el fracaso está garantizado. Absolutamente garantizado.

La cuestión siempre fracasa.

¿Y cuándo cachaste el mote?

A los 50 años. Creo que a esa edad algo tenís que cachar.

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