"Mi primer pololo era muy bueno para cocinar. Para él, preparar algo rico era la oportunidad perfecta de aprender, pasarlo bien y compartir. Me acuerdo de haber encontrado un amor su punto de vista, pero jamás sentí lo mismo. Para mí, preparar alimentos era una cuestión funcional que había que hacer para mantenerse en pie. Pero me encantaba que él me cocinara. Después de que terminamos, él siguió cocinando y transformó ese arte de las recetas en su vida. Yo, por el contrario, fui perfeccionándome como una persona a la que le encanta que le cocinen, pero sobre todo que, cuando puede, come afuera.

Han pasado muchos años desde que terminé con ese pololo cocinero y hace poco retomamos el contacto. Él vive en el sur y cuando ha venido a Santiago nos hemos visto. Después de reconocernos y ponernos al día, recuperamos lo que mejor hacíamos cuando chicos: cuidarnos. Él es muy cariñoso, preocupado y generoso. A mí me encanta verlo feliz y quiero que esté bien, así que desde que empezó la cuarentena nos llamamos, conversamos y una vez cocinamos juntos por Zoom.

Es que sí, una de las primeras cosas que decidí hacer cuando empezó el confinamiento fue volver cocinar. Volver digo, como si fuera algo que hubiera hecho antes, pero en verdad empezar a cocinar. De pronto me vi con tiempo, ganas y curiosidad. Debuté con una lasaña de berenjenas que aprendí a hacer en Youtube y que me quedó mucho mejor de lo que esperaba. He hecho sopas, currys, pastas con sus salsas y el otro día quise hacer porotos. Los dejé remojando la noche anterior y me dormí revisando algunas recetas en Internet.

Cuando al día siguiente abrí mi refrigerador, me di cuenta de que no tenía zapallo y le escribí a mi ex preguntándole si era un crimen cocinarlos sin. Él me contesto que no. Que los porotos "eran muy sociables" y quedaban bien con casi todo. Yo me reí. Me dijo que era en serio, que me lanzara y que fuera improvisando en la marcha. Confiaba en que me iban a quedar bien. Él y yo hemos cambiado en muchos aspectos, pero hay algo que se mantiene igual desde que pololéabamos: le creo todo lo que me dice.

Así que me lancé. Encontré un pedazo congelado de zapallo en el freezer, cocí choclos, zanahorias, hice un buen sofrito y me puse a cocinar mirando tutoriales online. Los porotos se demoraron mucho en hacerse porque no ocupé una olla de presión, pero finalmente quedaron bien. El zapallo se molió con la zanahoria y se mezcló amorosamente con los granos de choclo. Al final, aliñé todo con un poquito de tabasco. Mis primeros porotos se portaron súper bien con sus acomapañantes, sociabilizaron y quedaron ricos.

Jamás había hecho porotos en mi vida y ahora tengo marcado en mi calendario el día que voy a hacer de nuevo. Porque me entusiasma la idea. Es que hay un goce secreto de creerse bruja cuando se cocina, que no tenía idea que existía. Y ahora quiero seguir probando mi mano perfeccionando esta y otras pociones mágicas".

Ariel Richards (38) es editora de Paula Cocina.