Revista Paula 1030. Agosto 2009.
La receta de Evelyn al final de la entrevista.
Evelyn Matthei pone cuidadosamente harina, leche, huevos y canela sobre la mesa de la cocina y, antes de mezclar los ingredientes, se da vuelta a leer la receta en un gran libro de cocina en inglés. Mientras la repasa, recuerda una anécdota. Fue al seminario Mujeres al timón en que la sicóloga Paula Serrano detallaba las características que distinguen a los hombres de las mujeres. Evelyn Matthei la escuchó decir que los hombres eran monoprocesadores, en cambio las mujeres podían hacer muchas cosas a la vez. La senadora se acercó a la historiadora Lucía Santa Cruz, quien estaba a su lado, y le dijo al oído: "Parece que soy hombre". Luego, la sicológa dijo que las mujeres, a diferencia de los hombres, hacen todo lo posible por evitar el conflicto. Evelyn Matthei volvió a decirle a Lucía Santa Cruz: "Parece que soy hombre". Finalmente, cuando la sicóloga declaró que las mujeres tienen mucha más capacidad de recordar caras que los hombres, la senadora le dijo a su vecina de asiento: "Definitivamente, soy hombre", y ambas estallaron en risa.
Lo que no significa que la senadora, con fama de combativa implacable, no tenga corazón. De hecho, no puede dejar de hablar con inmensa dulzura de sus tres hijos. Jorge, el mayor, es economista y trabaja con Vittorio Corbo en el Centro de Estudios Públicos. Antonia, de 17 años, sale este año del colegio. Y Roberto, el del medio, congeló un semestre de Ingeniería Comercial y se fue a ayudar a La Serena en la campaña de los candidatos a diputados de la UDI y la de Sebastián Piñera.
¿Qué te pasa con tu hijo metido en la política?
No está en la política, está en la organización. Como hay una tradición de economista en la casa –mi marido, mi hijo mayor y yo–, él se tiró por ese lado, pero se equivocó. Le propuse que se tomara un semestre y me ayudara. Administrar una campaña es súper duro. Esta masa está seca… En seis meses tienes que armar equipos de trabajo de la nada, entenderte con el candidato, ver cuánto puedes gastar, distinguir lo importante de lo secundario. Es una experiencia intensísima de administración y sentí que le podría hacer súper bien. Lleva unas semanas probando. A ver, déjame concentrarme un minuto, porque si no, esto no me va a resultar.
¿Te da chochera que siga tus pasos?
¡Mucha! Él es de una generosidad, de un cariño y de una sensibilidad que esconde como loco debajo de una capa de dureza.
¿Como su mamá?
Sí, somos bastante parecidos.
MICHELLE
¿Qué pasa en la vida de una mujer cuando pasa la barrera de los 50 años?
No pasa nada. Tengo la misma energía de siempre, hago pilates y me encantaría hacer tenis, golf. Me tengo que concentrar. Me tinca que se me olvidó algún ingrediente. Agreguemos un poquito más de agua.
¿De dónde sacas tiempo de ir a pilates?
El lunes a las siete y media de la mañana ya estoy en el gimnasio. Muchas veces hago pilates en la casa, sin máquinas. Es igual de efectivo, pero menos entretenido. Lo más divertido es que uno ni transpira. Todavía le falta a esta cuestión. Yo soy más de caminar que de trotar. Más de bailar que de escalar un cerro.
En una entrevista que diste a revista Paula, cuando Michelle Bachelet recién había sido electa, contaste que la conocías desde chica. ¿Has conversado con ella en estos años?
Un día andábamos en helicóptero en la Cuarta Región y pudimos conversar un poco. Hablamos de mi hermano, que es más de la edad de ella. De mi otro hermano que era médico y que desgraciadamente falleció. Hablamos de mi papá y del suyo. Y fue súper lindo, porque ella es una mujer muy cálida y yo soy muy querendona de mi familia. Sabe que le tengo un tremendo afecto y estoy segura de que ella también me lo tiene, y a toda mi familia. Lo que pasa es que no es fácil cuando uno está al otro lado de la trinchera. Esta masa está demasiado seca. Déjame ver si no me habré equivocado ¡Ah! ¿Viste? Me faltaba la mantequilla. Esto no está bien. Lo voy a botar y voy a empezar de nuevo, porque cuando las cosas no se están haciendo bien…
¿Qué se dijeron en esa conversación?
Fue corto. Había más gente. Quedamos en que nos juntaríamos a comer, con mi hermano. Estoy segura de que lo vamos a hacer algún día. Aprecio mucho en la Presidenta que ella, genuinamente, ha tratado de dar lo mejor de sí por el país, sin pequeñeces, sin cálculo.
¿Aunque no estés de acuerdo con sus políticas?
Es que, además, encuentro que ha manejado bien el país. Quizás yo hubiera hecho algo de manera distinta, pero nadie puede decir que ella ha sido poco sensata. Así que una vez que salga, sería harto rico invitarla a comer.
¿Se malentendería?
Se malentendería. Cada una está en lo suyo, jugando su rol. Pero de verdad la aprecio. Los altos índices de apoyo que tiene se deben a que la gente reconoce esa decencia humana que tiene. Digo decencia en el sentido más profundo de la palabra: hacer lo que uno realmente cree que debe hacer, la recta intención, lo cual no significa que yo deje de cumplir mi rol. Además, yo adoraba a su padre.
¿Qué significó para ti su muerte?
Fue atroz. Sentí una pena inmensa cuando lo supe. Ahora sí que se puede amasar.
¿Cuál es tu juicio de lo que pasó con él?
Fue tan espantoso lo que pasó en esa época. Tan difícil de entender hoy, con otros parámetros. Pero qué atroz que en un país lleguen a ocurrir cosas así. Inaceptables.
Bachelet hizo de los derechos de la mujer uno de sus sellos. ¿Estás de acuerdo con que a la mujer hay que darle cuotas de poder por ley?
No, nada de cuotas. Pero asistí a todas las sesiones cuando se discutía equiparar el sueldo por el mismo tipo de trabajo. Estamos en el año 2009 y no estamos para seguir tratando a las mujeres como ciudadanos de segunda clase. En Chile las mujeres tienen una bajísima participación laboral que hay
que subir, pero cuando me dicen que quieren poner cuotas para mujeres en el Congreso, me pregunto dónde vamos a encontrar mujeres que quieran ser candidatas. No es fácil. Esta masa está súper dura. Le voy a poner más mantequilla, para ver si se reblandece, porque no quiero seguir poniéndole agua.
¿Qué te pasa con las mujeres de clase alta, preparadas, con un batallón de nanas que les cuidan a los hijos y que de todos modos deciden quedarse en la casa?
Yo no podría vivir así. Sentiría que no estoy viviendo mi vida, pero uno tiene que respetar las decisiones de los demás. El día que esté por morirme espero no arrepentirme de nada de lo que haya hecho. De lo que sí me arrepentiría es de lo que no he hecho. Esto ya por fin está tomando forma de masa… Por eso un día me tiré en paracaídas, fui DJ y otra vez bailé en un programa del Pollo Fuentes, en malla y con top hat. He decidido que me encanta amasar. Ahora la masa está preciosa, elástica, exquisita.
Pero a ti te importan más las políticas públicas generales que las dirigidas a mejorar las condiciones del género femenino.
Absolutamente. Siempre he evitado meterme en temas considerados "de mujer".
¿Por qué?
Entré a la política porque soy economista y estoy convencida de que se puede y se debe erradicar la pobreza en Chile. Quiero que ésa sea mi contribución. Habrá otros hombres y mujeres que podrán preocuparse del tema de la mujer, pero quiero que la gente comprenda que también hay mujeres que se pueden dedicar a la economía, a construir puentes, a hacerse cargo de tronaduras. ¡Hasta cuándo esto de que las mujeres se dedican sólo a temas como el divorcio y el aborto! Ahora viene la parte rica que es moler el chocolate y rellenar la masa.
SEBASTIÁN
¿Te gusta la adrenalina de las campañas?
No, me cansa. Es un esfuerzo físico y emocional brutal. Tienes que preocuparte de si la gente trabaja, de no gastar mucho dinero. Siempre termino endeudándome en 20 ó 30 millones. La gente se queja de que uno se aparece solamente en las campañas, pero no tiene idea de lo duro que es. En las campañas trabajas 18 horas al día y todos los fines de semana, sin parar. No se puede tener ese ritmo de trabajo todo el año, porque sencillamente te mueres. En mi primera campaña de senadora iba a tener un acto de cierre en Los Vilos. Le dije a mi marido: "¿Sabís que más? No voy a ir". Tenía un agotamiento tal que me daba vueltas el techo. Él me tomó de un brazo y me llevó en vilo. Los de la Concertación le piden ayuda al gobernador, a los seremis, pero cuando estás en la oposición tienes que organizarlo todo tú. El otro día vi a Piñera en mi región y pensaba cómo aguanta este hombre, cómo no revienta.
¿Fuiste la organizadora de esa visita del candidato?
Yo no organicé, pero lo acompañé en todo minuto y fue súper buena onda. Le voy a echar un poquito más de chocolate, esto es lo mejor que hay. ¡Es una chanchada espantosa!
¿Qué pasó contigo cuando lo escuchaste, en aquel episodio del Piñeragate, pedirle a alguien que te tratara de tonta, te ninguneara?
Eso es parte de la competencia. Había una lucha política. Obviamente que se produjo un gran distanciamiento durante mucho tiempo. Pero Piñera tiene una gracia: no se toma las cosas a lo personal. Yo tampoco. No guardo rencores. En algún minuto nos juntamos. Y en vez de entrar en esa cosa tan típicamente chilena, de decir: "Tú me hiciste esto y tú me hiciste lo otro", en esas catarsis que sólo sirven para odiarse más que antes, sucedió algo espectacular. Él tomó la palabra y me dijo: "Mira, Evelyn, creo que me equivoqué en tal y tal cosa". Y yo le respondí: "Sabes que más, yo también me equivoqué".
Cuando uno dice "me equivoqué" y el otro te responde lo mismo, se acaban los problemas. Por lo menos, yo soy así. Mucha gente me ha dicho: "¿Cómo puedes perdonar y olvidar?". Pero el que no perdona ni olvida se hace daño a sí mismo. A la gente le cuesta entender eso, pero es parte de saber vivir bien. Es decir: "¿Sabís que más? ¿Quién no ha hecho tonteras? ¿Acaso yo no le hice daño también? ¿Acaso
yo no tomé decisiones erradas? ¿Quién es uno para juzgar a otra persona?". La vida no debe ser así.
¿Cuándo ocurrió ese encuentro?
Hace unos diez años. Mucha gente creía que cuando yo lo criticaba era porque seguíamos peleados. Otros creían que cuando dije que yo podría ser precandidata en esta elección era porque quería cobrarle algo a él. ¡Y no es así! Ahora tengo que cortar esto en 12 trozos.
¿Quién propició el encuentro?
No me acuerdo cómo fue. Nos encontramos en alguna oficina a tomar un café. Había pasado suficiente tiempo. ¿Están bonitos, verdad? Los vamos a poner al tiro en el molde.
En esa reconciliación, ¿cuánto hubo de política y cuánto de gesto genuino?
Fue absolutamente genuino. La reconciliación humana ocurrió hace mucho tiempo. Quedamos en paz, cerramos el capítulo, pero no había una cercanía. No nos visitábamos ni nos llamábamos. Pero quedé sin complejos para competir con él en total y entera libertad. Ahora estoy convencida de que Piñera puede ser mucho mejor Presidente que cualquier otro. En la época en que Longueira y Lavín se fueron del comando, yo me acerqué. Me pidieron que fuera una de las voceras. Me tocó trabajar con Sebastián en el tema del Transantiago y se empezó a dar una cercanía que antes no se daba porque cada uno estaba en lo suyo. Eso llevó a mucha gente a pensar que recién nos habíamos reconciliado. Hemos pasado de una etapa de paz, neutra, a una etapa en que de nuevo siento amistad y cariño por él. Tengo buena onda con Sebastián, con su mujer y con sus hijos. ¡Cómo no va a ser bueno, si de eso se trata la vida!
En las críticas que le has hecho en los últimos años, ¿él sabía que no era porque estabas reflotando esa rabia?
Sí, él sabía. También quiero señalar que en un momento, hace unos cuatro años, yo me puse súper amarga. Se me juntaron muchas cosas. La primera, era una preocupación grave por el tema de la corrupción. Sentía que era obvio que estaba ocurriendo y que nadie hacía nada. Me daba tanta impotencia que me puse muy intensa e insoportable. Lo pasé muy mal en el juicio contra el alcalde Pedro Velásquez (de Coquimbo). El poder de ese hombre era horroroso. Tuve que pagar muchos costos por haber osado llevarlo a la justicia. Nadie me entendía. Mi propio sector me lo reprochó: "para qué te desgastas en eso, te estás tirando contra el hombre más poderoso de la región, vas a perder la elección, nos vas a dejar sin nada", me decían. Además, murieron mi madre y mi hermano. Me acuerdo patente que un día estaba en una sesión con Edgardo Boeninger, a quien le tengo una admiración y cariño muy grandes, y yo saqué el tema de la corrupción en Indap o en Coquimbo, y Edgardo, que es lo más polite que hay, me dijo: "Evelyn, ¡hasta cuándo con el mismo tema!". Y ahí me dije: "¡Chuta, estoy rayada!". Al poco tiempo empezaron a salir a la luz pública los casos de corrupción, entonces me relajé y me salí con alegría de esos temas. Ahí está. Ahora hay que dejarlo descansar y después al horno.
¿Cómo te ves para delante? ¿Senadora for ever?
No tengo idea. Mis tres mejores amigos del colegio se murieron antes de cumplir 23 años. Y desde entonces no planifico nada. Aprendí que la vida te va abriendo y cerrando puertas. No tengo ninguna ambición, ningún sueño incumplido, ninguna meta. No trabajo para ser ministra, ni candidata presidencial. Mi único propósito es hacer bien mi pega. Ya están listos los rollitos, ¿los probamos?
La receta de Evelyn: Rollos de canela o chocolate y nueces. (Para 12 unidades)
Para la masa:
3/4 taza (180 ml) de leche
1/4 taza de mantequilla
3 1/4 tazas (455 g) de harina
1 sobre de levadura instantánea
1/4 taza (50 g) de azúcar
1/2 cucharadita de sal
1 huevo
Para el relleno Nº 1: (optativo)
1 taza (200 g) de azúcar morena
1 cucharada de canela en polvo
1/2 taza de mantequilla a temperatura ambiente
1/2 taza de pasas (optativo)
Para el relleno Nº 2: (optativo)
Mantequilla, derretida
1 taza de chocolate de cobertura de chocolate de buena calidad, picada
1 taza de nueces, picadas
1. Preparar la masa. En una olla pequeña calentar la leche a fuego medio, sin dejar que hierva y retirar del fuego. Agregar, revolviendo, la mantequilla hasta derretir y dejar entibiar.
2. En un bol grande cernir 2 1/4 tazas de harina, levadura, azúcar y sal. Agregar, revolviendo, 1/4 taza de agua fría, huevo y mezcla de leche tibia hasta integrar. Añadir, de a poco, el resto de harina cernida sin dejar de revolver hasta obtener una masa.
3. Sobre una superficie lisa ligeramente enharinada colocar la masa y amasar 5 minutos o hasta que esté suave y elástica. Cubrir con un paño húmedo y dejar reposar 10 minutos.
4. Mientras tanto, preparar el relleno Nº 1. En un bol pequeño mezclar el azúcar morena, canela y mantequilla. Untar la masa con el relleno Nº 1 y si desea espolvorear con las pasas. También se puede rellenar con el relleno Nº 2, untando la masa con mantequilla derretida y, luego cubrir con el chocolate y las nueces.
4. Finalmente, enrollar la masa por el lado más ancho y cortar 12 tajadas para formar los rollos. Colocarlos en una lata de horno o en moldes para muffins, previamente enmantequillados y cubrir con un paño; dejar reposar 30 minutos o hasta que doblen su volumen.
5. Precalentar el horno a temperatura media. Hornear los rollos 20 minutos o hasta que estén dorados. Retirar del horno y servir tibios.