Imagina que un nuevo conocido te pasa su tarjeta de presentación con sus cuantiosos datos –nombre, teléfono, dirección, mail, sitios web, twitter y facebook– y en una fracción de segundo, con sólo pasar la cámara del celular sobre un cuadradito impreso en la esquina del cartoncito, como si fuera un código de barras, el teléfono reconoce todos los datos y los suma automáticamente a la lista de contactos.
Ésa es la magia que permiten los códigos QR, un sistema de almacenamiento y lectura de datos que en países como Japón está ya masificado y que recién prende en Chile.
Invento japonés
Creado en 1994 por la fábrica japonesa de robots industriales Denso-Wave para agilizar la tarea de inventario, el código QR es un sistema que almacena información codificada dentro de una matriz gráfica de puntos y cuadrados.
La ventaja es que sólo necesita el lente de una cámara fotográfica y una aplicación gratuita –que se baja de internet desde el celular– para reconocerlo.
De ahí que su uso se masificara tan rápidamente con la aparición de los teléfonos inteligentes, que traen cámara incorporada y una opción para bajar aplicaciones de internet dentro del menú. En Japón, de hecho, los celulares vienen con la herramienta para leer QR incorporada.
Un código para mí
Tanto para leer como para crear un código QR se necesitan aplicaciones que se bajan gratuitamente de internet. Para decodificar, las más comunes son QuickMark mobile, Kaywa reader e I-nigma, que aparecen rápidamente si se buscan en google desde el mismo teléfono.
Para generar un código, basta rastrear "Generador QR Code" para que aparezcan sitios que codifican la información. Generado el código, éste se guarda como una foto y se imprime según uno prefiera: en papelería, como recuadro en la tarjeta de presentación o como una invitación a una fiesta de cumpleaños con las coordenadas para llegar a celebrar.
En Japón 40 millones de personas usan códigos QR. En las etiquetas de los productos del supermercado aportan, por ejemplo, información extra acerca de los ingredientes. Los códigos de los diarios complementan las notas con datos que no aparecen en el papel. Se puede encriptar un máximo de 800 palabras.