El cuerpo necesita de placer. Es una necesidad fisiológica, psicológica y social. Y es un derecho. Erróneamente asociamos los alimentos sabrosos y que nos generar gran delite, a cosas prohibidas, como si el placer fuera un marcador para la restricción.
Comemos porque es rico, porque es una manera de vincularnos y conectar con otros. En torno a la comida se cuentan historias, se traspasan tradiciones por generaciones y nos unimos.
Comemos porque las preparaciones son atractivas, tienen colores llamativos, sus olores nos despiertan el apetito y a través de ellos también vivimos experiencias sensoriales y emocionales.
Creo que a veces tendemos a confundir -o creer-, que el contacto con alimentos placenteros nos lleva al descontrol y que no podremos parar de comer, cuando en realidad es la falta de placer lo que nos hace llegar a un atracón. Cuando nos restringimos voluntaria o e involuntariamente, comenzamos a tener mayor fijación por los alimentos que no nos permitimos, y cuando estemos expuestos a ellos, nuestra mente actuará de manera impulsiva hacia esos alimentos. Y efectivamente nos costará más detenernos cuando ya estemos saciados.
Pero no sólo es suficiente evitar la restricción, sino que es vital recibir el nutriente de placer a la hora de comer. Al comer con placer, liberamos endorfinas, secretamos serotonina, nos relajamos y sentimos una grata sensación de liberación del dolor. Nos sentimos más seguros y, por lo tanto, tomamos más decisiones en coherencia a lo que realmente queremos. Aumentamos la satisfacción, lo que nos permite tener mayor grado de consciencia hacia la señalización de saciedad. Y el acto de comer se vuelve una acción consciente y gratificante.
¿Que tal sí esta vez no sólo nos permitimos sentir el delite maravilloso del placer con todos los sentidos al comer y nos planificamos para ello? Puede sonar raro planificarse emocionalmente, pero para cambiar desde donde vivimos los eventos, en donde hay un historia marcada por la culpa y la restricción, puede que haya que ponerle un poco de estructura y anticipación a ello.
Tal vez tengamos que tener una conversación con algún familiar para que deje de opinar sobre lo que comemos o no comemos y así sentirnos libres de juicios carentes de sentido y empatía. Sumado a asegurarnos que haya platos que me sienta cómoda y cómodo para comer. Y que obviamente nos gusten muchísimo para así hacer del acto de comer una acción con presencia.
¿La comida es tu única fuente de placer?
Camila es Nutricionista – Health Coach. Instagram: @camilaquevedot