Durante la pubertad los niños comienzan a dejar atrás la infancia y es el resultado de cambios hormonales que se dan en el cuerpo, donde se producen y liberan hormonas que modifican el desarrollo del niño y de la niña de manera diferentes. En algunas ocasiones, esto significa una época difícil porque comienzan a darse cuenta que ya no son niños, lo que provoca un conflicto interno en ellos ya que, por un lado, les agrada la idea de hacerse grandes pero se avecina un nuevo mundo de responsabilidades, generando algunos conflictos emocionales.
“Es un momento en el que hay que ser muy pacientes para permitirles a nuestros niños vivir esa emocionalidad extraña que tiende a ser un poco aflictiva y confusa porque se está definiendo y, sobre todo, tratando de comprender si lo del núcleo familiar o la historia cultural de la familia le es propia o no. Es complejo, porque a los padres les pega en el ego y queremos en el fondo que conserven las formas, las tradiciones o los valores familiares pero los adolescentes necesitan experimentar un poco la diferencia”, explica la psicóloga infantil Claudia Estay.
Un error muy común en los padres es no abrirse a la emocionalidad de su hijo o hija, ya que se le impone una estructura que no le permite ser diferente a lo que a lo que la cultura familiar establece. Frente a esto, Claudia aconseja que las reglas que se deben establecer deben ser asociadas al cuidado del bienestar y no perpetuar lo que los padres creen que es correcto por que lo que está bien para ellos, no necesariamente lo será para ellos o ellas. Al menos en ese momento. “Si apretamos y restringimos es muy posible que se aferre más a la idea, porque en el fondo no tiene una oportunidad”, explica.
Bajo esa línea, Vivian Misraji, psicóloga especialista en el trabajo parental, asegura que en la medida en que se conozcan las etapas de desarrollo de crecimiento se podrá acompañar de una mejor manera a los hijos. “A veces les pedimos que vean un poco desde nuestra visión la vida, pero cuando crecen, en especial en el periodo de la pubertad y adolescencia, ellos empiezan a querer sentir que tienen poder de su vida, lo cual no significa que sea algo malo. Los padres tienen que llevarlos por el buen camino y enseñarles a que se responsabilicen de sus propios actos”, comenta Vivian.
De acuerdo a las profesionales, la educación en torno al respeto resulta fundamental en estos procesos. Cuando los padres logran entender y descubrir lo que necesitan sus hijos pueden crear las herramientas para nutrirlos y entregárselo, y en la medida que esto suceda, los comportamientos inadecuados desaparecen.
“Los papás perfectos no existen, existen los papas asertivos. Hay que hacerse la pregunta de ¿por qué nos está costando entenderlos? Se debe buscar la forma para ser los padres que nuestros hijos necesitan. Cuando cambiamos nuestro comportamiento y los ayudamos a nutrir aquello que les está faltando, su comportamiento cambia”, describe Vivian. De esta forma, se debe validar la emocionalidad y la confusión, así como también quedarse en la posición de compañía y disponibilidad porque, según declara Claudia, imponer ciertas cosas es una entrada para el distanciamiento.