“Inútil, caprichosa, infantil, soberbia, vuelve a tu pancarta, llorona, gritona, histérica, bruja, pederasta… si se lo pueden decir a una Ministra, ¿por qué no se lo voy a poder decir a la “loca feminista” con la que trabajo?”. Son las palabras que la ministra de igualdad de España, Irene Moreno, dijo tras recibir una serie de discursos de odio en su contra por parte de colegas opositores. En menos de 48 hrs le dijeron que estaba donde estaba porque había sido fecundada por un macho alfa - en referencia a su marido, el también político Pablo Iglesias- y que su único mérito “académico” era haberlo estudiado a él en profundidad. Dichos que Irene, en su réplica, categorizó no como “expresiones desafortunadas”, sino derechamente como violencia política hacia la mujer. “El problema de la violencia política es que no solo busca destruir personalmente o disciplinar a las que estamos al frente, busca diciplinarnos a todas, frenar los avances del conjunto de movimiento”.
Este no es un caso aislado de España, sino algo que también se da en otros países, se supone, avanzados en igualdad de género. En Estados Unidos, la legisladora demócrata de entonces 30 años, la más joven en la Cámara de Representantes, Aleandria Ocasio Cortez, conocida popularmente como AOC, fue atacada hace un par de años por el congresista Yoho, la cual la trató, justo antes de una votación, de “loca”, “repugnante”, “peligrosa” y “fucking bitch”. Tras esta agresión verbal, AOC dio un emotivo discurso explicando las razones por las cuales este tipo de lenguaje perjudica a las mujeres en general; al igual que Moreno en España, para AOC no se trata de un arrebato particular. “He tenido un empleo de clase trabajadora. He sido camarera y he viajado en metro. He caminado las calles de Nueva York. Y este tipo de lenguaje no es nuevo. Al usar ese lenguaje, delante de la prensa, Yoho dio permiso para que se use ese lenguaje contra su esposa, sus hijas, mujeres en su comunidad. Yo estoy aquí para alzar la voz y decir que eso no es aceptable”. Para la directora de la Escuela de Gobierno de la Universidad Complutense de Madrid, Paloma Román Marugán, lo que hay detrás de todo esto es la concepción de que la mujer es una intrusa en el mundo político y hay que echarla como sea; “Es, de hecho, uno de los motivos más habituales para el abandono de las carreras políticas de las mujeres”. Pero el problema mayor es que, tal y como señalan Moreno y AOC, se termina normalizando ese lenguaje y trato violento hacia la mujer también en la vida cotidiana y sin ninguna consecuencia.
Nada de esto es ajeno a la política en Chile; desde lo más sutil como no hablar de “todos y todas” o referirse a una mujer como la “hija o pareja de” o como “mamita”, hasta poner calificativos como “feminazi” o decir que una mujer no puede ser “desviolada”. Para la cientista política Natassja de Mattos, feminista activista en La Rebelión del Cuerpo, las consecuencias de este tipo de discursos sexistas son enormes y todavía no se toma suficiente conciencia al respecto. “Cuando las mujeres no son nombradas, no aparecen, no se les valida y legitima por sus logros en política, lo que estamos comunicando al resto de las mujeres es que ese no es su lugar. Si las niñas de hoy ven y escuchan discursos que son para “todos”, que la pareja del presidente hizo tal cosa, que el escote de la ministra se ve de tal forma o que en la foto de un gabinete hay más hombres que mujeres, las ideas que pueden instalarse o aprenderse son que se trata de una esfera que no les corresponde, que su apariencia es muy importante y que de quién sean pareja, hija o hermana las define más que sus propias acciones, decisiones y desarrollo”. Solo algunos ejemplos de cómo lo que comunicamos, de manera verbal y visual en la política, construye realidad también afuera.
¿Hemos disminuido o aumentado los discursos sexistas en la política de los últimos años? Esta es una de las preguntas que impulsó a los investigadores Lucía Miranda, Beatriz Roque y Matías Eyzaguirre a hacer un seguimiento de la última década al respecto. El resultado lo publicaron en la investigación “Discursos sexistas, acerca de los intereses de las mujeres en el parlamento chileno”. Allí identificaron tres categorías de discursos; el sexismo hostil, que es el machismo abierto, es decir, las declaraciones abiertamente machistas; el sexismo benévolo, que es un machismo encubierto que habla desde la idealización del género; y finalmente la ausencia de sexismo. “Desafortunadamente el nivel de sexismo sigue siendo muy alto”, dice Lucía Miranda, tras la investigación. “Corroboramos que los hombres mayores de 45-50 años son los que reproducen discursos más sexistas-hostiles”, algo que para Lucía probablemente ha pasado toda la vida, pero que recién ahora somos capaces de ponerle nombre, gracias a los los movimientos feministas y de la incursión del feminismo en la academia. La buena noticia, dice Lucía, es que la introducción de una mayor proporción de mujeres a la política ha hecho que se tome mayor conciencia del tipo de discurso en general que se está reproduciendo. “Sin duda el número de mujeres en el Congreso o la coyuntura social, el rol de los movimientos sociales, etcétera, un cúmulo de cosas, ha hecho que aumente el número de discursos no sexistas, lo cual siempre es positivo. Creo que si tendencialmente avanzamos hacia una paridad de género dentro del Parlamento y por tanto, siguiendo esa tendencia, se redunda en políticas públicas que tengan una visión más estratégica de superación de las divisiones de género, es probable que los discursos sexistas-hostiles se terminen diluyendo o superando”.
Natassja de Mattos también reconoce que hoy en política hay un esfuerzo por corregir el lenguaje y sus usos, aunque muchas veces sospecha y prefiere mantenerse alerta. “Los feminismos y su irrupción en distintas esferas de nuestra sociedad han calado lo suficiente como para que hoy incluso en sectores más conservadores se haga aparecer a las mujeres en los discursos. Pero hay que observar con ojo crítico, porque la corrección política puede ocurrir más que nada por el miedo a la reprimenda social, como una actuación que se adapte a los nuevos tiempos y tendencias políticas. Es posible distinguir entre sectores que lo hacen por convicción y otros que en realidad lo hacen como un maquillaje que les ahorre problemas. En política un discurso puede ser meramente demagógico, y a la hora de la verdad, cuando por ejemplo hay que votar un Proyecto de Ley en el Congreso, no se actúe en favor de las mujeres. Es algo que vemos mucho en el mundo privado, cuando las hacen aparecer a las mujeres, expresiones y cuerpos diferentes solo para complacer a un público que quieren como clientes. En política la clientela es el electorado y, del mismo modo, el lenguaje y los discursos en relación a las mujeres pueden caer en instrumentalización si no va acompañado de convicciones, valores, principios y acciones concretas”.
La doctora en ciencias políticas, parte de la Red de politólogas y académica de la Universidad Católica, Julieta Suarez-Cao, si bien reconoce que ya no es tan fácil para los partidos tener discursos sexistas, dice que este aún es un avance lento y mínimo y que en cualquier momento puede volver atrás. “Hay que estar muy atentas ahora no a lo que se dice directamente, sino a cómo se dice. El cómo se habla de la mujer todavía no está excento de paternalismo. Los discursos más sexistas hoy en la politica están dentro del sexismo benevolente; es decir, reproducir ideas como que las mujeres son más empáticas y “buenas”. Son estereotipos que tienen alguna base en la realidad porque hemos sido socializadas para comportarnos de esa manera, pero que en su discurso público se vuelven esencialistas. El sexismo benevolente busca mujeres cariñosas, empáticas, horizontales, buenas para escuchar, maternales, etc... Y las consecuencias de esto son tremendas para los hombres y para las mujeres, porque seguimos reproduciendo estereotipos, y las que no cumplen con estos son invisibilizadas y marginalizadas, hasta violentadas. Es muy importante que seamos conscientes de que son el Estado y las instituciones los principales reproductores y amplificadores de las relaciones desiguales de poder entre los géneros. Por lo tanto, hay que empezar a repensar estas instituciones para desmantelar la diferencias de género. Esto no es un invento chileno, es parte de todos los compromiso internacionales firmados por Chile, es un obligación y nos la tenemos que tomar enserio”.
¿Qué hace falta para que la clase política tome más conciencia de género?
Para Natassja de Mattos educación, escucha y voluntad. “Necesitamos una educación no sexista universal garantizada por ley que permita que las niñeces y adolescencias aprendan sin sesgos o ideas binarias que luego son las que se reproducen en política y muchas otras esferas de la vida. Las personas traemos aprendizajes de nuestra socialización más temprana y desde que alguien dijo que los niños no lloran en adelante podemos estar construyendo ideas sexistas que luego pueden sostener diversas formas de violencia. Escucha y voluntad es lo que necesitamos hoy en política, escucha de las demandas de las mujeres y movimientos feministas y voluntad de cambio, que las personas que trabajan y participan en política reconozcan la responsabilidad inmensa que tienen al ejercer poder y tener tribunas desde las que llegan a todo un país. No importa lo cliché que se juzgue, el lenguaje crea realidades y también puede destruirlas. Las palabras e ideas, y el orden simbólico de estas, pueden tanto violentar como cuidar, y necesitamos que cuiden”.