Siempre con buenas notas y felicitaciones de sus profesores; destacados en uno o varios deportes; orientados a objetivos y responsables. Esas son algunas de las características de los niños extremadamente perfeccionistas que se disfrazan como madurez y altas capacidades naturales. Sin embargo, nunca perder ni romper cosas, cumplir siempre con las reglas y sobrepasar constantemente las expectativas no son atributos que naturalmente asociaríamos a la infancia ni a la adolescencia. Entonces, ¿por qué celebramos a los niños extremadamente perfeccionistas?
De cierta forma son la personificación del hijo perfecto. No tienen problemas de conducta y pareciera ser que no es necesario corregirlos porque son ellos mismos quienes se exigen siempre resultados excelentes en todos los ámbitos. El perfeccionismo en niños es un rasgo que suele fomentarse y que, si bien puede conducir al éxito en muchos aspectos, generalmente no va de la mano con el desarrollo pleno ni con la satisfacción y el bienestar en la adultez. Los niños con rasgos de perfeccionismo excesivo son una realidad prevalente y que ha ido tomando fuerza con el paso del tiempo. Según un estudio publicado por la Asociación Americana de Psicología, en las últimas décadas se puede observar un aumento en los rasgos perfeccionistas de jóvenes universitarios. “Los resultados muestran que las generaciones recientes perciben una mayor demanda del entorno sobre ellos y son también más demandantes con sus pares y con ellos mismos”, explica el texto. Además, un estudio realizado por especialistas de la Universidad de Melbourne mostró que un 30% de los estudiantes adolescentes muestran rasgos de perfeccionismo y que en este segmento de la población son más prevalentes los rasgos de perfeccionismo nocivo que de la autoexigencia positiva.
En una sociedad que cada vez se abre más a la diversidad estas cifras parecieran ser inconsistentes con la tendencia. Sin embargo, si bien los cánones y estándares sociales tienen que ver con el desarrollo de una personalidad excesivamente perfeccionista, la retroalimentación que reciben los niños en el entorno familiar pesa todavía más. Y no solo en términos de predisposición, sino también del refuerzo positivo y la exacerbación de conductas altamente autocríticas. La psicóloga infanto juvenil especialista en terapia EMDR Loreto Galvez confirma que, muchas veces, el perfeccionismo es visto como una característica positiva en el mundo adulto. “La orientación al logro y trabajar por objetivos son características de competencias adultas valoradas en el mundo laboral y en los niños y adolescentes”, comenta. La terapeuta agrega que el sistema académico también valora estos elementos y que, en consecuencia, es muy común que el refuerzo positivo se concentre casi de forma exclusiva en la perfección. “Existe una delgada línea en que esto sea una característica entre varias otras y el se transforme en un área problemática que empiece a afectar las otras competencias”, explica la psicóloga.
Si bien existen distintas red flags o señales que pueden ser un indicio de un perfeccionismo dañino en los niños, éstas suelen pasar desapercibidas precisamente porque son atributos valorados desde la perspectiva de los adultos. La psicóloga clínica especialista en desarrollo y crianza fundadora del equipo de @criarsinmorirenelintento, Emilia Aguilera explica que uno de los temas en los que los padres debiesen poner atención para detectar un perfeccionismo tóxico es la valoración que hacen los niños de ellos mismos y de dónde proviene esta construcción de la auto imagen. “Los niños perfeccionistas necesitan mucho del reconocimiento externo. Están muy metidos en la dinámica de la ‘carita feliz’, los ‘muy bien’ y de esperar que les digan que son buenos alumnos”, comenta Emilia. En ese sentido, la autoestima y la forma en que se perciben a sí mismos gira en torno a ese reconocimiento y al desempeño que tenga en los distintos ámbitos. “Ese resultado es lo único importante. No importa el proceso”, explica la psicóloga. “Si me esforcé mucho por sacar una buena nota en la prueba y me saqué un 5,0 o un 6,0 no es suficiente. No soy capaz de ver que me esforcé, que aprendí algo que no sabía sino que, el foco está en que el resultado no fue suficiente”, explica Emilia. Y es que, si bien la autocrítica, la autoexigencia y la atención a los detalles no son temas que en sí mismos sean dañinos para los niños, sí son problemáticos cuando se convierten en el epicentro de la atención de los padres, profesores u otros referentes adultos convirtiéndolo también en el mayor foco para ellos.
Emilia Aguilera explica que, dentro de las principales consecuencias nocivas del perfeccionismo excesivo en niños está el desarrollo de un pensamiento rígido y la poca adaptabilidad a los cambios. “Se genera mucha ansiedad frente a la incertidumbre y no saber exactamente qué es lo que va a venir”, comenta la psicóloga. Además, agrega que suelen verbalizar muy negativamente sus errores y los de otros y entablan una muy mala relación con la frustración y el fracaso. “Les resulta sencillo ver los aspectos negativos en la ejecución de las tareas o en el resultado de las cosas”, comenta la psicóloga. Por ejemplo, si dibujan algo se enfocan sólo en aquellas cosas que no les quedaron como les gustaría o frente a una evaluación académica, solo recuerdan los errores incluso si son una proporción muy pequeña en comparación con los aciertos. Porque el perfeccionismo, a diferencia de otras características, suele operar así. Expandiéndose y abarcando cada vez más espacios de la vida de los hijos. Y los problemas se desarrollan precisamente cuando ser perfectos es el principal o incluso único estándar que determina la visión que tienen de sí mismos.
“El perfeccionismo es una característica que se relaciona con cumplir los máximos estándares en distintas áreas y busca la excelencia”, explica la psicóloga Loreto Galvez. Sin embargo, funcionar así, agrega la especialista, es la fórmula segura para convertirse “en un eterno insatisfecho” en el largo plazo. La improvisación y la flexibilidad —elementos muy necesarios en el mundo adulto— son difíciles de alcanzar porque, el perfeccionismo en niños es una característica que se desarrolla en torno al control, a sentirse seguros al poder manejar las variables que generan incertidumbre o afectar el resultado final según explica la psicóloga. Un niño que desarrolla un sentido de responsabilidad que deja poco espacio para la improvisación y el disfrute, puede parecer a simple vista un ejemplo del hijo que todos quisieran. Loreto Galvez comenta que lejos de la apariencia de idealidad y perfección, lo que realmente suele haber en esos niños es un permanente estado de alerta. Constantemente buscando el error e imaginando los peores escenarios posibles y generando estados de estrés y ansiedad. “Si como papás valoramos y elogiamos prioritariamente el hacer las cosas bien o el éxito en algo, sin considerar el esfuerzo, el aprendizaje frente al error, lo que estamos haciendo es incentivar, incluso sin querer, la búsqueda del perfeccionismo”, comenta Loreto. Y si bien no es necesario erradicar la autocrítica ni la autoexigencia, ni tampoco fomentar en los niños una baja expectativa de sí mismos para evitar los problemas asociados al perfeccionismo, sí es importante mostrar y valorar distintas competencias como el esfuerzo, el proceso, el avance y la búsqueda de soluciones alternativas.