El 2020 será recordado como el año del confinamiento. Aquel en que poco se podía salir, pero donde además había poco tiempo para hacer cosas tan mundanas como cocinar a diario. Ya sea para comer algo rico después de un día estresante o para aliviar la carga de tareas del hogar, muchas familias decidieron optar por el delivery o por pedir comida a domicilio.
En octubre, desde Uber Eats se confirmó que los restoranes asociados a su plataforma habían aumentado en más de un 50%, y hoy muchos locales que jamás habríamos imaginado en servicios de este estilo sumaron a sus ofertas comida para llevar. Para comer un pepito del Estadio Español de Las Condes no necesitas membresía, necesitas una cuenta de Rappi.
Y esto no tiene para cuando revertirse. Aunque algunos restoranes han abierto sus terrazas y locales con las medidas sanitarias correspondientes, lo cierto es que muchas personas se acostumbraron a comer comida de afuera en casa, mientras que otras prefieren aplazar lo más posible salidas de este tipo para seguir cuidándose.
Pero ¿qué efectos en la salud de las personas podría tener este nuevo hábito? Aunque una podría pensar que el panorama es desolador, lo cierto es que si el consumo es ocasional, no es para tanto alboroto. “No podemos hablar del impacto en la salud, porque las conductas individuales de las personas solo impactan a su salud en un 36%”, dice la nutricionista Pamela Campi y agrega: “Y en ese porcentaje, además de la alimentación, hay hábitos como el consumo de alcohol y drogas, y otras condiciones como el estrés. Entonces el impacto de la alimentación es bajo”.
“Aumentó la oferta de la llamada comida chatarra, basada en pan, papas fritas, pizzas y tacos, pero tampoco hay que demonizarlo, especialmente si se trata de un pedido ocasional y la mayor parte de nuestras comidas se preparan en casa”, dice la nutricionista, y agrega: “Hay que ser autocompasivos, y dentro de eso es importante ver el contexto en el que esto ocurre. Nos vimos en la casa, compatibilizando trabajo y labores del hogar, en muchos casos siendo además profesores, por lo que disminuyó el tiempo que le podíamos dedicar a la cocina, y eso inevitablemente aumentó la demanda de delivery”.
Dicho esto, sí hay algunos aspectos de la costumbre de pedir comida que resultan, en alguna medida, perjudiciales para nuestras vidas. “Al hacerlo, dejamos de controlar el higiene y la limpieza de la preparación de los alimentos, y dejamos de ver qué tipo de materia prima se utiliza en su preparación”, dice Campi. Porque claro, cundo cocinamos para nosotros mismos nos preocupamos de elegir buenos productos, los tomates más ricos, el pescado más fresco. Pero al pedir a domicilio entregamos esas responsabilidades a terceros de los que poco sabemos.
“Sigue siendo importante que las personas cocinen sus propios alimentos, porque puede haber una mejor selección de lo que se come y su calidad nutricional. También ayuda a que aumente la variedad de lo que comemos, porque si uno ve la oferta de delivery, aunque hay hartas opciones lo más barato generalmente es la comida rápida”, explica la nutricionista y añade: “Por otro lado, hay un beneficio económico en cocinar, porque pedir comida tiene un costo muy alto”.
No podemos olvidar que la cocina, cocinar y comer son cosas muy relacionadas a lo cultural, con nuestra forma de ser y de vivir en comunidad. Da cuenta de herencias y de historia, por lo que hacerlo termina beneficiándonos más allá de lo evidente. Y claro, como para enseñar hay que mostrar, que se cocine en casa también va a influir en los hábitos de los niños y de su cultura de la alimentación. La nutricionista Pamela Campi explica: “Hay estudios que hablan del efecto positivo de cocinar en familia y de que los niños se incorporen a la cocina, que conozcan los alimentos. Esto va a tener un impacto positivo en sus hábitos a largo plazo”.
En conclusión, si tienes ganas de sushi o tuviste un día difícil y no tienes cabeza para abrir el refrigerador o la despensa, desbloquea el celular y métete a una aplicación de delivery o llama a tu restorán favorito. No importa si quieres pedir la hamburguesa en pan dulce con un queso mantecoso derretido encima, en serio que no. Si quieres hacerlo, hazlo. Solo intenta que no sea todos los días, que estés consciente de cuánto gastas al hacerlo y de que mañana podrías poner la alarma un poco antes para descongelar algo que lleva meses en el freezer.