Cómo enfrentar un fracaso laboral en pandemia
Después de haber trabajado durante once años en una empresa, en enero de este año quedé cesante luego de que esta cerró. Recuerdo que ese día, como todos, llegué a mi puesto de trabajo, conversé un rato con mi compañeros y luego revisé mi correo. Ahí me encontré con un mail del director de la empresa citándonos a una reunión urgente. Supuse que eso lo cambiaría todo. Con mi equipo subimos a la cita en la que se nos comunicó que la empresa cerraba sus puertas ese mismo día. Un momento traumático no solo por la noticia, sino porque fue muy triste despedirse de un equipo inolvidable.
Después de estar dos semanas muy deprimida y sin poder descansar, me vino la desesperación y el urgimiento por encontrar un nuevo empleo. Así que rehice mi CV, me inscribí en páginas especializadas y comencé a postular a algunos cargos. Fue así como al poco tiempo obtuve trabajo en una empresa prestigiosa, que me ofrecía contrato y un buen sueldo. Lo acepté de inmediato.
Comencé en medio de la cuarentena en Santiago y no solo me tuve que acostumbrar a trabajar con mascarilla y manteniendo el distanciamiento social, sino que también a un nuevo grupo de trabajo y área del conocimiento. Todo era extraño, pero me sentía privilegiada.
En la primera semana realicé las tareas acordadas en la entrevista laboral, sin embargo -y a medida que pasaron los días-, se sumaron muchas más que no lograba terminar en una jornada de ocho horas. Y comencé a frustrarme. No solo estaba deprimida por el encierro, sino también porque mi trabajo nuevo no me hacía feliz.
Fue así como a dos semanas de cumplir un mes, renuncié. Creo que nunca había vivido una experiencia así en mis 17 años como profesional. Después de esa decisión me autorecriminé por semanas, me sentí fracasada y malagradecida por haber dejado un trabajo en medio de una crisis económica. Fue un golpe duro del que han pasado dos meses, y recién ahora puedo decir que fue la mejor decisión que pude tomar porque por primera vez pensé en mi salud mental.
Tomar una buena decisión laboral implica conocerse y saber cuáles son los propios límites. Por eso, Sergio Valenzuela, académico y jefe del Diplomado en Cambio y Desarrollo Organizacional de la Pontificia Universidad Católica (PUC), recomienda siempre “clarificar todas las dudas que se puedan tener en el proceso de selección, para saber muy bien dónde vas a trabajar, qué se espera de ti, cuáles son las condiciones y reglas de juego. Hay cosas que quedan explícitas en el contrato y que puedes alertar cuando se transgreden dichos compromisos. Pero también existe el contrato psicológico, que son las expectativas mutuas (lo que tú esperas de la empresa y lo que la empresa espera de ti) y que está compuesto por aspectos que no siempre son explícitos o se han conversado. Una buena forma de poner límites es comunicar cuando sientes que el contrato psicológico se ha quebrado”.
Los fracasos laborales son momentos que aparecen tarde o temprano en nuestras vidas, y siempre nos remecerán y harán cuestionarnos. “El problema no es el fracaso, sino cómo me dispongo a él. Muchas personas en Chile y América Latina dan la vida por sus trabajos y no siempre son reconocidos, entonces el fracaso se viste con la ropa de la ‘decepción’ laboral. Por eso es tan importante sobreponerse y fortalecer el carácter para volver a levantarse”, explica Arnaldo Canales, director de la Fundación Liderazgo Chile.
Actualmente, con la sombra de la cesantía instalada en el país, quedar desempleado es un tema que angustia a la mayoría de población, sobre todo considerando que el nivel de desempleo nacional alcanzó el 11,2%, el más alto en décadas, según el último informe entregado por el Instituto Nacional de Estadísticas (INE).
Al respecto, el psicólogo Sergio Valenzuela advierte que “el escenario de pandemia genera incertidumbre, preocupación y estrés en nuestra vida. Si perdemos el trabajo en estos momentos, es probable que sea por causas externas a nosotros/as. Eso puede ayudar a no sentirnos culpables o incompetentes, pero de todas maneras nos va a generar mucha preocupación por cómo enfrentaremos esta crisis y el futuro, entendiendo que las cifras de desempleo van subiendo y que hay menos oportunidades de trabajo”.
Por eso, Rodrigo Zambrano, psicólogo y coach de Lead Institute, señala que “si lo abordamos desde la concepción emergente, perder el trabajo puede resultar complejo, difícil, doloroso y, económicamente estresante, pero al mismo tiempo se puede abordar como una nueva oportunidad de conectarnos con el crecimiento personal y la búsqueda de sentido”.
Hablar de nuestros fracasos hace bien
Sobre qué significa el fracaso laboral en nuestra cultura, Rodrigo Zambrano explica que está asociado a la identidad y a quienes somos. “Cuando reconocemos que nos ha ido mal, en realidad lo que estamos diciendo es que no somos tan buenos como creíamos o como se nos ha exigido. Siendo así, creemos que la sociedad nos va a castigar o menospreciar. Pero si miramos el fracaso como una oportunidad de aprendizaje, se hace mucho más simple y liviano compartir nuestras experiencias con otros”.
Para sobrellevar de mejor forma esta experiencia, Arnaldo Canales aconseja darse un momento para pensar y analizar qué es lo que se quiere de la vida. En ese transe es bueno, señala el experto, considerar lo siguiente:
Tener un autodiálogo positivo: Me debo cuidar, no autoflagelarme, ser compasivo y darme fuerza. Los pensamientos tóxicos generan emociones poco placenteras y disponen a la acción o a la paralización.
Resiliencia vital: Pensar para qué soy bueno y cómo podría generar ingresos con esa habilidad.
Ordenarse: Priorizar las necesidades más urgentes y desde el mínimo de recursos disponibles proyectar el tiempo de aguante que tendré y analizar el plan de trabajo que haré.
Inventiva: Dar el paso que nunca quise dar y atreverme con ese proyecto. Es decir, me la juego, corro el riesgo, pierdo la vergüenza, trabajo la humildad y me muevo desde la aceptación.
Autoliderazgo: Por muy buenas ideas y ganas que tenga, si no soy consistente en la acción de emprender, me voy a frustrar antes de tiempo. Entonces, debo ponerme horarios, levantarme temprano y organizarme. Si mi autoliderazgo es bajo, el camino será más cuesta arriba.
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