Siempre que está en el agua, Natalia Gutiérrez siente una inmensa tranquilidad. Piensa en la playa, en el mar. Le gusta la sensación de flotar, sentirse serena. “En una piscina, siento que estoy en mi mundo, en mi lugar. El agua me permite eso: sentir que estoy entrenando y, al mismo tiempo, en otro lugar”, afirma.
Pero no siempre fue así.
Natalia es parte de una familia muy deportista. Cuando era chica, su padre y su hermana practicaban waterpolo, por lo que quiso probar a ver cómo se sentía. No fue una experiencia muy buena: sentía que el deporte era muy fuerte, le daban miedo los balones, no sabía integrarse bien. Hasta que su papá le dijo: ‘¿Por qué no practicas natación?”.
Tenía alrededor de 10 años. Desde entonces, no paró más. Ni ella, ni su hermana Bárbara que hoy compite por Chile en los Panamericanos.
Para Natalia, sin embargo, la situación es distinta. Su hermana es oyente. Ella, una persona sorda. “Como a mis 11 o 12 años fui a un grupo de natación y después a otro y otro. Estuve en varios porque había problemas de comunicación y yo no lograba saber en qué tenía que mejorar”, comenta.
Empezó a buscar otros grupos deportivos para personas sordas y aprovechó la oportunidad de desarrollarse más como competidora. Pasado un tiempo, se reincorporó a clases de oyentes, donde podía practicar de mejor manera.
Aún así, siempre hay algún detallito. Detengámonos un momento a pensar en una competencia de natación: cuando todos los deportistas están quietos, el juez de salida da la señal. Suele ser un tiro, una corneta, un silbato o una voz de mando. ¿Qué pasa si un competidos no escucha?
Incluso en las pruebas de espalda y relevo combinado esas señales son importantes: los árbitros dan un primer silbido largo y los nadadores entran al agua. Al segundo silbido, toman la posición de salida, dentro del agua. Y después se produce el sonido de salida. De nuevo: ¿Qué pasa si una nadadora, como Natalia, es sorda?
“En la competencia le digo al profesor que me toque antes de entrar a la piscina. Para mí es más fácil eso, porque si me hacen movimientos con las manos y yo miro, me desconcentro. Debo doblar el cuello y como que me pierdo. Yo debo ser capaz de concentrarme para poder mover mi cuerpo y llegar a la meta”, dice Natalia, añadiendo que estas dificultades para personas sordas no se notan tanto en otros deportes, como el judo, por ejemplo.
Potenciar la inclusión
Campus San Joaquín, Universidad Católica. Incluso minutos antes de la hora acordada, Natalia está lista para la entrevista, pero aún no logramos comunicarnos del todo -salvo por mensajes escritos por WhatsApp- porque la intérprete de lengua de señas, Constanza Castro, no ha llegado.
Recién con su presencia podemos llevar a cabo una conversación en profundidad. Y ahí, como en tantos otros momentos de la entrevista, queda en evidencia la importancia de ampliar el conocimiento de la lengua de señas para favorecer la integración de las personas sordas.
Constanza interpreta a Natalia y me va comunicando en voz alta detalles imprescindibles para conocerla: tiene 22 años, estudia Pedagogía en Educación Física y Salud. Pasada la presentación, lo primero que dice es esto: “me gusta pensar en que las personas pueden hacer inclusión, yo puedo desarrollar la lengua de señas y también apoyar ciertos grupos, hay ciertas barreras, pero a mí me gusta intentar romper esas barreras y poder seguir adelante”.
–¿Cómo se pueden romperlas? –le pregunto, mientras Constanza me interpreta.
Natalia sonríe antes de contestar: “Es importante presentar nuevas luces en Chile. He avanzado harto en la natación, hasta que viajé a Ecuador en 2018, mi primera competencia fuera del país. Quedé en primer lugar en nado libre. Después, viajé a otros países como Polonia y Brasil. Ahí me di cuenta de que existen adaptaciones para las personas sordas que nadan. Por ejemplo, un sistema de luces, en el cual el rojo significa preparación y verde que debes partir”, ejemplifica.
Para ella, uno de los elementos claves es dejar de lado la idea de que las personas sordas son “pobrecitas” o que “no pueden” hacer algo. “Yo me puedo mover, puedo ser una nadadora. Tengo problemas de comunicación porque tengo un problema de audición, solo eso. Pero puedo luchar, avanzar, comunicarme con personas oyentes y enseñarles lengua de señas. Por eso es muy importante incluir a las personas sordas y no solo decir ‘esta persona tiene una discapacidad, dejémosla a un lado’... La inclusión es fundamental”, comenta.
Ser una agente de la inclusión
Al igual que el cine dio visibilidad a las personas sordas con, por ejemplo, la ganadora del Oscar CODA,de Sian Heder, el deporte también puede ser un dispositivo de inclusión.
Para Natalia, es importante que se le dé visibilidad a los deportistas sordos. Además, le gustaría poder competir con oyentes, porque cree que el nivel de la competencia puede ser mayor.
Hasta allá, una vez que termine la carrera, pretende capacitarse como profesora y entrenadora de personas sordas. “Prácticamente no hay personas que sean profesores y entrenadores que hablen en lengua de señas y puedan comunicarse con deportistas sordos.
“A mí me gustaría en el futuro titularme y tener un grupo de natación para personas sordas, donde también pueda invitar a personas oyentes. Yo siento que debo hacerlo para que las personas se sientan cómodas, se sientan bienvenidas y puedan hacer diferentes deportes que les gusten”, afirma.
Natalia cuenta que muchas personas sordas se acercan a ella a comentarle que quieren ingresar a natación, pero no saben cómo porque les falta intérpretes. “Y yo les digo ‘vayan’, pero es difícil, por el aspecto de la comunicación. Por eso me interesa unir ambos grupos, integrar al oyente para que entienda la cultura sorda y qué es lo que pasa con nosotros en el deporte”, dice.
–¿Solo en el deporte?
“En el deporte y en la vida. Mis compañeros han aprendido lenguas de señas porque yo les enseñé y ahora se comunican conmigo y con otras personas sordas. Es lindo poder establecer la comunicación y que se sientan bien. Así ayudamos a que las personas tampoco se sientan solas en un futuro”, dice Natalia a través de Constanza.
Que no se sientan solas nunca. Siendo oyentes o sordas. Ni en tierra firme, ni en el agua.