Mi hija de trece años pone los ojos en blanco cuando intento hablar con ella. ¿Cómo debo responder?; ¿Debo decirle a mi hija adolescente que estoy mirando su teléfono?; Mi hija sufre ansiedad ante los exámenes, ¿qué puedo hacer para ayudarla?; ¿Dónde está el límite entre una alimentación sana y un trastorno alimentario? Estas son algunas de las preguntas que Lisa Damour responde en su libro Desenredadas, una guía para comprender y acompañar a las adolescentes en lo que ella define como las siete fases clave hacia la edad adulta. “He descubierto que los padres y madres se sorprenden de comportamientos que son normales para los adolescentes”, dice acerca de las motivaciones para publicar esta guía.
En el texto la autora plantea que necesitamos una nueva forma de hablar de las adolescentes, porque tal y como se hace ahora no es justo para ellas, ni ayuda a sus padres. “Estoy aquí para decirte que la vida con tu hija adolescente no tiene por qué ser un caos enmarañado. Existe un patrón previsible del desarrollo adolescente, un modelo de crecimiento de las chicas. Cuando entiendes por qué tu hija hace lo que hace, de repente su comportamiento tiene mucho más sentido. Cuando cuentas con un mapa del desarrollo adolescente, resulta mucho más fácil guiar a tu hija para que se convierta en la joven centrada que quieres que sea”, dice.
– En el libro divides la adolescencia en siete fases de desarrollo. ¿Qué caracteriza a esas fases y por qué crees que son esenciales para entender la transición de una niña a una mujer?
Para disponer de una forma nueva y útil de hablar de las adolescentes, dividí el libro en siete fases del desarrollo: despedirse de la infancia; unirse a una nueva tribu; controlar las emociones; enfrentarse a la autoridad de los adultos; planificar el futuro; los inicios en el mundo romántico; y cuidar de sí misma. Creo que estas fases revelan los logros específicos que transforman a las niñas en adultas sanas, y ayudan a los padres a comprender que gran parte del comportamiento de sus hijas (por extraño o desafiante que parezca) no solo es normal, sino una prueba de su excelente progreso.
Mi objetivo es ayudar a los padres a entender que la adolescencia no es algo que sus hijos les están haciendo a ellos; es parte del desarrollo natural que requieren y ellos está tratando de manejarse, como pueden, en este proceso.
– ¿Por qué decidiste escribir solo sobre chicas y no sobre chicos?
Porque hay factores que son más específicos en las chicas, sin embargo, un 80% de este libro se aplica a todos los adolescentes.
– ¿Cuáles son los errores más comunes que cometen los padres y madres al intentar comunicarse o conectar con sus hijas adolescentes?
El primero, es que se toman el comportamiento de sus hijas muy personalmente. En vez de entender que las hijas están tratando de lograr una independencia, creen que las hijas los están empujando para que salgan de su vida. Los padres y madres se suelen preocupar cuando las hijas quieren privacidad, pero lo cierto es que los adolescentes naturalmente necesitan privacidad. Y lo otro que ocurre es que suelen asumir que cuando una adolescente busca privacidad es porque está haciendo algo malo. Normalmente eso no es así.
El otro gran error es que, si la hija no quiere hablar con los padres todo el tiempo, ellos asuman que ella no se siente conectada o no quiere estar conectada. Y lo que yo suelo escuchar de las adolescentes es que les gustan sus papás y estar con sus papás, solo que no quieren tantas preguntas; tampoco tantas reglas. Y si uno recuerda eso es más fácil llevarse bien con ellas.
Los padres y madres se suelen preocupar cuando las hijas quieren privacidad, pero lo cierto es que los adolescentes naturalmente necesitan privacidad. Y lo otro que ocurre es que suelen asumir que cuando una adolescente busca privacidad es porque está haciendo algo malo. Normalmente eso no es así.
– En la introducción del libro planteas que “necesitamos una nueva forma de hablar de las adolescentes”. ¿A qué te refieres?
Con demasiada frecuencia hablamos de la adolescencia como si fuera una época horrorosa y turbulenta para los adolescentes y sus padres. La gente no es amable cuando habla de chicas adolescentes, las llaman chicas malvadas, hablan despectivamente de ellas, como si fueran súper dramáticas. Y eso no es justo y no es verdad. En parte, una de las razones por las que escribí este libro, es para ofrecer un mayor entendimiento respecto de las adolescentes, que se enfoca en lo que es verdad y no en los prejuicios.
– Un problema recurrente es la tensión entre la necesidad de autonomía de las adolescentes y la preocupación de los padres por su bienestar. ¿Qué recomendaciones darías para alcanzar este equilibrio?
Lo que más les preocupa a los padres y madres es la seguridad de los adolescentes, porque pasan más tiempo fuera de la casa y están más expuestos a riesgos que son nuevos. Hay un par de cosas que pueden hacer: lo primero, es que cuando se crean reglas y se habla de los riesgos, el foco debería estar en la seguridad; que la regla esté hecha para mantenerlos seguros. Nunca el argumento debería ser “porque yo lo digo así”, ni tampoco con la intención de pillarlos en algo, cuando eso pasa, al final se distraen del objetivo real que es la seguridad del adolescente. Yo siempre les digo a los chicos y chicas: “no se preocupen de que los pillemos en algo, preocúpense de que no los dañen, que no salgan heridos”.
Otra cosa que los padres pueden hacer, que es muy importante, es estar siempre disponibles para ellos si algo anda mal, que sientan la confianza de recurrir a los padres si los necesitan. Los adolescentes que están más seguros son aquellos que saben que pueden contar con sus padres y ubicarlos fácilmente si están en riesgo o algo no anda bien. Yo creo que es muy importante para todos los padres que les digan a sus adolescente que nunca les harán pedir perdón por haber recurrido a ellos, que nunca les van a reclamar por haberles pedido ayuda.
– ¿Cómo pueden los padres distinguir entre un comportamiento normal y signos de un trastorno mental en el desarrollo, como ansiedad o depresión?
Que los adolescentes tengan un ánimo cambiante, de arriba a abajo como una montaña rusa, es normal. Hay dos cosas de las que hay que preocuparse. La primera es cuando el ánimo se va a un mal lugar, cuando se deprimen o se van abajo y se quedan ahí. Uno no espera que el adolescente esté triste, enojado o en blanco por un tiempo largo, eso es anormal. Lo otro de lo que hay que preocuparse es cuando enfrentan sus conflictos de una “manera costosa”, esto es, cuando los adolescentes son capaces de enfrentar las situaciones, pero a un costo muy alto. Por ejemplo, pasan por un mal momento y para salir de eso, consumen alguna droga, se hacen daño a sí mismos o a terceros. Todos estos son los momentos en donde debemos preocuparnos y buscar ayuda profesional.
– Como psicóloga y autora, ¿cuál ha sido el mayor aprendizaje personal que te ha dejado escribir este libro?
Lo solitarios que se sienten los padres de los adolescentes. Cuando los hijos son pequeños los padres suelen conversar sobre los desafíos con amigos y cercanos, pero cuando crecen y se transforman en adolescentes, lo toman más privadamente, un poco por vergüenza, y también por respetar la privacidad de sus hijos. Y por lo tanto lo que escucho todo el tiempo respecto de este libro, es que las familias dicen “yo pensaba que era solo mi hija, estábamos tan preocupados y leímos el libro y sentimos que lo que nos pasa es normal; que todos vivimos lo mismo”.