Ximena (45) trabaja de forma independiente manejando redes sociales. Tiene un hijo de 12 años y desde el inicio su camino como mamá de Ignacio estuvo fuera de la norma. “Recuerdo que le compramos una alfombra de goma Eva para que tuviera un lugar cómodo donde jugar. Pero en vez de pasar tiempo ahí con sus juguetes sacaba las letras y números que traía para preguntarnos por el nombre de las consonantes, vocales y dígitos que venían en orden lógico”, recuerda Ximena.

Ante su persistencia, y ya que era su forma de juego, Ximena explica que respondían a las preguntas de su hijo, quien en ese entonces tenía menos de dos años. “Un día nos mostró los mismos caracteres que vio que aparecían en un polerón”, comenta. Si bien sabía que no era propio de un niño de su edad interesarse ni preguntar por letras y números, jamás imaginó que Ignacio fuese capaz de reconocer, mucho menos memorizar elementos como esos siendo todavía una guagua. “Su juego desde entonces era ordenar el alfabeto y los números del 1 al 10. Así, como al año y ocho meses se sabía todas las letras del abecedario y los números hasta el 10 en inglés y español”, explica Ximena. “Ya teniendo este conocimiento de base y de manera muy natural y espontánea, comenzó a juntar las letras y sin que nadie le enseñara. A los 2 años y medio nos dimos cuenta que estaba leyendo”.

Este nivel de desarrollo cognitivo a una edad tan temprana llamó la atención de la familia de Ignacio porque salía de la norma. Ximena cuenta que comenzó una búsqueda por internet hace casi una década —cuando este tipo de temas eran mucho más desonocidos y poco abordados— y los resultados la llevaron hacia un concepto que jamás pensó vincular a su hijo: superdotación y altas capacidades. Este último nunca antes lo había escuchado.

Las altas capacidades son difíciles de definir porque es una expresión que se utiliza para agrupar una serie de realidades más bien heterogéneas. Se trata de una neurodivergencia —una funcionalidad diferente en algún ámbito cognitivo— que impacta de forma diferente a cada individuo. Quizás, es por esta forma tan amplia en la que pueden manifestarse las altas capacidades en una persona que, María Paz Gómez psicóloga clínica, Ph.D en Educación Especial y profesora asociada de la Escuela de Psicología de la USACH explica que es importante comprender el concepto de alta capacidad como un fenómeno holístico. Enfatiza que no solo tiene que ver con inteligencia, sino también con una expresión socioemocional distinta a los pares etarios.

La National Association of Gifted Children en Estados Unidos establece como parámetro para medir las altas capacidades el que la persona pueda posicionarse dentro del 10% superior en términos de rendimiento o competencias respecto de sus pares en cualquier etapa del desarrollo que les corresponda en ese momento particular de la vida. Sin embargo, de acuerdo con visiones modernas, esta definición se acerca más a lo que antes se entendía como superdotación o a simplemente tener un coeficiente intelectual más alto que el resto. “La alta capacidad es más que un CI alto, es un fenómeno multidimensional, complejo y diverso”, explica María Paz. “Quedarnos únicamente con el CI es como tomar solo una radiografía al tener un cuadro respiratorio. No estamos mirando todo el fenómeno, sino solo una parte. Además, el CI es controversial, ya que muchas veces está influido por factores socioeconómicos y acceso a oportunidades. Igualmente, hay factores ambientales e internos que pueden afectar cuando un niño, niña, joven o adulto se enfrenta a este tipo de pruebas”, agrega la psicóloga.

Si bien la especialista confirma que, efectivamente medidas como el CI pueden dar luces de la presencia de altas capacidades, es necesario considerar otro tipo de evaluaciones y miradas también. Tomando en cuenta en un individuo su historia, desarrollo, lo que hablan y describen sus padres, considerar sus niveles de creatividad, y sobre todo, no desatender el aspecto socioemocional.

Y eso fue precisamente lo que hizo Ximena con su hijo Ignacio. “Con estas sospechas bien fundadas, lo llevé a una psicóloga especialista en alta capacidad que claramente me indicó que este potencial estaba en mi hijo, pero que aún era muy pequeñito para realizar pruebas que pudieran confirmar esta alta capacidad”, recuerda. La especialista le explicó que, aún sin un diagnóstico confirmado, era importante que desde ese punto en adelante se preocuparan por darle las oportunidades de desarrollar esas capacidades y potenciarlo según las necesidades que Ignacio fuese manifestando en el tiempo. “En esa consulta la psicóloga me dijo que sin duda mi hijo era una bendición, pero que este sería un camino difícil de seguir”, recuerda Ximena. Explica que, hasta hoy esa frase sigue resonando en su cabeza.

Y si bien un niño con alta capacidad cognitiva o en cualquier área puede efectivamente considerarse como un rasgo positivo, cuando éstas neurodivergencias son desatendidas pueden convertirse en un tremendo problema. Y más que una bendición, terminan siendo la causa de adolescentes que pasan por la vida escolar apuntados como problemáticos y luego con gran dificultad por carreras universitarias. “Las nuevas miradas de la alta capacidad más contemporáneas nos hablan de algo más allá de un número. De una disposición diferente para aproximarse al mundo”, explica María Paz. Porque quienes poseen altas capacidades, según explica la especialista, operan mediante una forma de pensar que es algo más compleja, muestran una pasión hacia el aprendizaje y viven con una intensidad general mayor entre otras características que hace que estos individuos sean cualitativamente distintos a sus pares. La psicóloga agrega que la identificación temprana de las altas capacidades es un tremendo punto a favor. Por un lado, ayuda a las familias a dar un nombre a lo que observan y sienten respecto de sus hijos. Les permite entender que lo que viven no es algo raro sino, por el contrario, es una condición y que puedan desde el inicio del desarrollo apoyar y darle herramientas a ese hijo. Por otro lado, y quizás más importante aún, identificar la diferencia permite que ese individuo sepa lo que ocurre con él o ella. Le ayuda a observarse, entenderse e integrar las altas capacidades como una parte de su identidad desde una edad temprana. María Paz explica que por estas razones, una de las cosas que primero recomiendan a los padres en las consultas es que deben revelar a hijos sobre su condición de personas con altas capacidades y conversar con ellos sobre el tema.

Pero incluso con el apoyo de la familia y una identificación temprana un camino libre de sobresaltos no está asegurado para alguien que viva con alta capacidad. María Paz explica que en las altas capacidades hay diversidad en muchos sentidos ya que es un fenómeno que se expresa en diferentes formas y grados. “No es una condición transversal. En palabras simples, no es un niño, niña o joven que ‘es bueno en todo’ y tampoco debemos esperar eso”, explica la psicóloga. La especialista agrega que es clave entender que las altas capacidades son tan variables, que incluso los factores culturales hacen que la expresión de características y rasgos sea diferente. Por ejemplo, en las niñas, es común observar que tienden a ocultar sus habilidades sobre todo en la adolescencia. Y en el terreno de las divergencias, en el que la información es escasa y los prejuicios abundan, despejar estas creencias erróneas es fundamental para comenzar a incluir en vez de segregar a quienes son diferentes.