En los últimos años, la conversación en torno a la pornografía ha ganado mayor atención en la esfera pública y científica. Pero, paradójicamente, hablarlo siendo un tabú cuyos efectos para la sexualidad y las relaciones de pareja se minimizan o desconocen. Con más de 115 millones de búsquedas diarias, Pornhub —uno de los sitios de pornografía online más populares— fue uno de los 10 conceptos más buscados en 2023 y, en el mismo año, Chile fue uno de los 20 países que más tráfico registró en la plataforma de pornografía web.
Hoy, el consumo de pornografía para la mayoría de las personas es un secreto a voces: algo que muchos hacen pero pocos hablan. Y al esconder bajo la mesa el interés por los contenidos sexuales explícitos que se crean, no solo para cine y revistas especializadas sino que abundan accesibles a todo público a través de internet, los efectos que este contenido tiene para las personas permanecen desconocidos.
El sexólogo español Alejandro Villena es especialista en prevención de la adicción a la pornografía y ha recalcado en distintas publicaciones la alta prevalencia del consumo de porno en adolescentes y lo precoz que suele ser el acercamiento al tema. El terapeuta ha indicado que para los hombres, el inicio del consumo de contenido pornográfico es entre los 11 y 13 años y para las mujeres los 15. Pero además, el especialista ha indicado que hasta un 30% de quienes comienzan a consumir contenido pornográfico en la preadolescencia podrían llegar a ser adictos al porno en el futuro.
El riesgo que reviste la pornografía para quienes la consumen no tiene que ver con calificaciones morales ni éticas, sino más bien con los efectos que se producen a nivel cerebral. Estudios realizados hace casi una década ya daban cuenta del impacto que la pornografía genera en el sistema de recompensa del cerebro y cómo, desde la neurociencia, los efectos del porno son similares a los de una droga. Vicente García Huidobro, psicólogo especialista en adicciones del Centro Nuevo Norte, explica que el consumo de pornografía suele comenzar como algo no perjudicial pero que puede ir escalando a un consumo problemático o incluso desencadenar una adicción. “Habitualmente se inicia el consumo pornografía en hombre durante la adolescencia y es parte de la exploración normal”, comenta. “Pero en casi todos los casos, las personas que desarrollan una adicción, empezaron con un consumo inocuo y la exposición y la frecuencia paulatinamente hacen que se desarrolle la adicción”.
Igual como ocurre en otras adicciones conductuales como la ludopatía, la adicción a las compras o a los videojuegos, la facilidad con la que internet nos permite acceder a la pornografía ha expuesto a más y más personas a las condiciones necesarias para generar una dependencia. Y, si bien no todas las personas que consumen porno se vuelven adictos, múltiples estudios que han sido conducidos por instituciones reconocidas a nivel internacional como la Universidad de Cambridge y publicados en revistas científicas como Nature, han mostrado que el estímulo placentero que genera la pornografía genera una liberación de dopamina comparable a una droga.
El especialista en adicciones Vicente García Huidobro explica que al igual que lo que ocurre con el alcohol, cuando se inicia el consumo en la juventud, se tiende a desarrollar una asociación excluyente entre ese comportamiento y un estado de relajación o bienestar. “Es muy común ver casos de hombres que se dan cuenta a muy temprana edad -13, 14, 15 años- que por medio de la masturbación no solo se excitan, sino que también calman la ansiedad y empieza a usar la pornografía y la masturbación como una forma de manejo de emociones”, explica el psicólogo. “Y cuando empieza a cumplir ese tipo de funciones, es que la pornografía empieza a ser problemática”.
Claudia Ferrer, terapeuta sexual y de parejas, explica que la pornografía ha influido directamente en cómo vivimos la sexualidad y en las expectativas que tenemos de ella. “Lo que creemos mujeres y hombres sobre lo que es el sexo y cómo se practica, actualmente está muy pornificado”, comenta. Y explica que es más frecuente recibir a pacientes que consultan por una disfunción sexual que se puede explicar por un alto consumo de pornografía. “Cada vez es más común recibir en la consulta a hombres que presentan dificultad para eyacular o eyaculación retardada porque se han acostumbrado tanto a disfrutar con la sexualidad digital, que ya no tienen la capacidad de gatillar ese nivel de deseo o de excitación con su pareja”, cuenta. “Están muy desconectados de su cuerpo y de la otra persona, han ido perdiendo la intimidad en la relación y se han olvidado de la sexualidad más humana y afectiva que se hace de piel con piel”.
Pero los efectos de un uso problemático de la pornografía o de una adicción propiamente tal no se radican solo en quien padece el problema, sino que impactan de forma importante en las relaciones y a las parejas. “La pornografía ha separado lo emocional y lo afectivo. Da lo mismo el consentimiento, el respeto, la comodidad y la disposición que tengan las mujeres, y eso genera un fuerte desgaste en la relación de pareja, así como también alberga emociones de rabia, rechazo, tristeza y asco en ellas”, comenta Claudia. Este guión sexual teñido por la pornografía -como describe la terapeuta- “nos ha afectado a todos al crear una idea del sexo que es totalmente irreal y falsa”. La especialista agrega que muchas personas hoy prefieren estímulos digitales por sobre un encuentro sexual porque en el primer caso la “excitación es rápida, fácil e intensa, solo me preocupo de mi y de sentir placer”. En cambio, en el sexo compartido Claudia Ferrer explica que se requiere una inversión mayor de esfuerzo y tiempo para conectar y generar reciprocidad.
Como consecuencia de esta naturalización de la pornografía y los contenidos especialmente generados para satisfacer fantasías sexuales que aluden a una falsa realidad con imágenes de “porno casero” y live cams, para las mujeres que están expuestas a través de sus parejas o por iniciativa propia a la caricatura del porno, la sexualidad como concepto se distorsiona. “En la consulta escucho a muchas mujeres que a pesar de que rechazan ciertas prácticas y conductas sexuales, las realizan de todas formas por miedo a que la pareja se enoje con ellas, busque a otra mujer, por evitarse una pelea o para poder dormirse rápidamente”, explica Claudia Ferrer. Y las expectativas erráticas se generan en todos los sentidos. “Hay mujeres que exigen que sus hombres sean una máquina sexual y les exigen rendir en todo momento. Cuestionan a los hombres cuando no tienen una erección o eyaculan rápidamente”, explica Claudia. Y es que, independiente de quién tenga una predilección especial por la pornografía, la consecuencia compartida por todos es la frustración. “Veo muchas mujeres que no entienden por qué sus parejas no tienen deseo sexual o que pierden sus erecciones, ya que lo que ha aprendido es que ‘ellos siempre quieren’ y que son ‘los proveedores de sus orgasmos’. Unos orgasmos que en el porno son actuados e irreales”, agrega.
En un entorno que se digitaliza cada día más volver a censurar la pornografía o restringir el acceso parecen alternativas complejas de implementar para combatir el uso problemático, la adicción y los perjuicios asociados a la masificación de la pornografía. Y por eso, conocer los efectos que tiene su consumo puede ser la mejor forma de disfrutar una vida sexual con o sin porno.