Cuando Clara decidió por primera vez ir a un psiquiatra, tenía casi 30 años. Impulsada por una amiga, llegó a la consulta en la que -después de hacerle un resumen de su vida al doctor- le diagnosticaron un cuadro de ansiedad generalizada. "Es normal sentirse ansioso en algunos momentos, en especial si tu vida es estresante. Sin embargo, la ansiedad y la preocupación excesivas y continuas que son difíciles de controlar e interfieren en las actividades diarias, pueden ser un signo de esta patología", le explicó el médico, quien además le recetó ansiolíticos, antidepresivos y la citó para el próximo mes para ver su evolución.

La primera vez que Clara recuerda haber sentido ansiedad fue cuando estaba en la enseñanza media, en el colegio. "Mis papás se habían separado cuando yo era muy chica. Él no fue un padre muy presente los años venideros y, además de eso, cuando cumplí 10, le diagnosticaron una enfermedad grave y terminó viviendo en un hogar en donde una enfermera se encargaba de sus cuidados", recuerda.

Un día, cuando Clara ya estaba por cumplir 15 años, se preparaba para su entrenamiento de voleibol cuando su madre llegó sorpresivamente a la casa. "Recuerdo que nos sentó a mi hermano y a mí en un sillón grande que había en el living. Lo primero que nos dijo fue que traía una mala noticia. Apenas escuché eso, se me apretó la guata y sentí el cuerpo frío. Era la primera vez que veía a mi mamá así y no entendía qué estaba pasando. Ella se dio mil vueltas, hasta que al final nos contó que el papá se había muerto", cuenta.

En ese momento, Clara no supo muy bien cómo definir lo que le estaba pasando, pero los días que vinieron se sentía nerviosa, no tenía ganas de comer y se despertaba a las 5 de la mañana sin poder volver a conciliar el sueño.

Esa misma sensación tuvo años después cuando vivió su primera ruptura amorosa. Fue una relación de aproximadamente un año. "Partimos en cuarto medio y cuando egresamos él decidió terminar. No quería comenzar la universidad 'amarrado' a una relación. Nunca podré olvidar lo que sentí cuando me lo dijo. Al igual que con la muerte de mi papá, pasé semanas con una sensación de angustia que no podía controlar. En ese tiempo yo fumaba y me despertaba a las 7 a.m. y prendía un cigarro. Era lo único que me calmaba". En dos meses bajó cerca de 8 kilos porque casi no comía y estaba completamente irritable.

Si bien Clara siempre había sido una joven responsable, en esos primeros años de universidad se dedicó mucho más a las fiestas. "No es que me haya querido rebelar, pero cuando estaba con amigos y tomábamos alcohol, eran los únicos momentos en que me sentía tranquila. Me liberaba de todos los pensamientos que me atormentaban constantemente", dice. Reconoce, además, que gracias a que tiene una familia que siempre ha estado a su lado, no terminó abusando del alcohol o de otras sustancias, pero recuerda momentos en que su nivel de ansiedad era tan grande, que solo pensaba en "borrarse del mapa".

"Probablemente si todo esto lo hubiese vivido sola, el resultado hubiese sido distinto. No sé en qué habría terminado, porque debo reconocer que incluso en algún momento tuve pensamientos suicidas", cuenta.

El año pasado entró a un nuevo trabajo en un lugar que siempre había soñado, pero no pudo rendir debido a su ansiedad. "Pensaba que no era capaz, y esos pensamientos daban vuelta por mi cabeza todo el día. Estaba desconcentrada y no hacía bien las cosas. Al final fue tanta la presión, que después de dos meses renuncié", cuenta. Esa señal hizo que su amiga insistiera en la importancia de que Clara se tratara con un especialista. "No sé muy bien por qué no lo hice antes. Creo que esta es una enfermedad que te atrapa y no te deja ver bien la realidad. Probablemente si hubiese ido desde niña me habrían dado herramientas para controlar lo que me estaba pasando, pero como aguanté tanto, mi cuadro de ansiedad ya era generalizado", dice.

Según un informe de la Organización Mundial de la salud (OMS), las razones de esta enfermedad son variadas y entre ellas están las diferencias en la química y la función del cerebro, la genética, las diferencias en la forma de percibir las amenazas y los tipos de personalidades, entre otras. Y no son pocas las personas que la padecen. En Chile, según cifras del organismo internacional, más de un millón de personas sufre ansiedad.

Uno de los problemas que advierte la OMS es que, aunque existen tratamientos eficaces disponibles, más de la mitad de los afectados en todo el mundo no los recibe. "Entre los obstáculos para una atención eficaz se encuentran la falta de recursos y de personal sanitario capacitados además de la estigmatización de los trastornos mentales y la evaluación clínica inexacta", señala el informe.

No es el caso de Clara, quien después de un año de tratamiento ha visto mejoras. "Por fin descubrí lo que es sentirse tranquila. Dejar de pensar que todo es terrible y una amenaza. Si pudiese retroceder el tiempo, habría pedido ayuda antes, porque claramente sola no habría sido capaz de ponerle límites a mi ansiedad".