Cuando Rocío cumplió 12 años, su mamá instaló un sistema para grabar las conversaciones que tenía con sus amigas a través de su celular. "Ella escuchaba todas las noches mis llamadas telefónicas con mis compañeras y yo no tenía idea. Recién me vine a enterar años después", recuerda. "Y me hizo mucho sentido. Me di cuenta por qué habían conversaciones de las que ella sabía y yo no tenía idea cómo se había enterado. Siempre daba el pretexto de que lo había hablado con los papás de mis amigas, pero yo me preguntaba '¿cómo supo?'".

En ese entonces, los papás de Rocío llevaban casi siete años separados. La relación entre ambos era amistosa, pero su papá no estaba presente en su crianza y eso generaba tensiones. Rocío vivía con su mamá y cuando hablaba con su papá, ella le daba instrucciones sobre qué tenía que decir y qué no. "No es que ella me diera un libreto", explica. "Pero sí había una especie de manipulación más sutil. Era una dinámica de tira y afloja en la que, por una parte, me hablaba maravillas de mi papá y, por otro lado, me hacía comentarios como 'él nunca ha aportado con plata para ti'. También me decía cosas y luego me advertía que jamás le contara de eso a mi papá, porque él no lo podía saber. ¿Pero por qué y para qué me lo cantaba si yo era solo una niña? Y es que ahora me doy cuenta de que era una forma de controlar mi pensamiento".

Como la mamá de Rocío hay muchas, pero no siempre es fácil darse cuenta cuándo se está frente a una mamá dominante. La psicóloga clínica y académica de la Universidad Diego Portales, Pamela Ortúzar, explica que a veces ni si quiera los hijos se dan cuenta de que son parte de estas dinámicas con sus madres.

"Uno puede considerar a una mamá controladora, sin embargo, ella muchas veces no se considera a sí misma de ese modo y su hijo o hija tampoco la define así. Incluso, pueden llegar a describirlas como que no son suficientemente preocupadas", explica. A pesar de que lo que se entiende como una madre dominante depende de cada persona, Ortúzar aclara que hay que ser cuidadosos, porque el límite entre lo que entendemos como cuidado y preocupación maternal y ejercer control y dominación sobre otro, puede ser difuso.

"La diferencia entre control y preocupación puede suele ser sutil", aclara la especialista. "El modo controlador podemos verlo como alguien que necesita saber del otro, pero equipara el saber con el estar viendo a esa otra persona. Para una mamá controladora mirar es igual a saber. De ahí viene el dicho 'donde mis ojos te vean'". La psicóloga explica que la audición se convierte también en una extensión del saber: revisar el teléfono, estar llamando constantemente o incluso en la misma casa estar pendiente de lo que está haciendo el hijo o la hija son comportamientos típicos de una mamá controladora que no respeta los límites.

El psicólogo clínico y académico de la Universidad de Toronto Jordan Peterson, explica en una de sus cátedras que lo que ocurre en muchos casos es que de cierta forma las madres se enamoran de sus guaguas y por eso muy difícil reconocer dónde están los límites del individuo.

Y a medida que esos niños crecen, las cosas no se vuelven más sencillas. "Todos sabemos que si hay que salir y tienes que vestir a los niños, lo más rápido es hacerlo tú mismo. Si hay que poner la mesa lo más fácil es hacerlo uno. Pero hacer las cosas por ellos es también parte del arquetipo de la madre devoradora", explica Peterson en una entrevista con el comediante británico Russel Brand. "Y cuando has dedicado toda tu vida a alguien, incluso más de lo que deberías, es muy difícil darle libertad y dejarlo ir, porque ¿qué te queda a ti? Hay una enorme tentación de decirles 'Yo voy a hacerlo todo por ti, pero nunca me dejes'. Y esa es una situación terrible para un hijo", explica el académico.

Según Peterson el arquetipo de madre devoradora o dominante está presente en miles de referentes de cultura popular, desde las villanas de Disney como Úrsula y Maléfica, hasta el cine. Versiones extremas de la madre dominante incapaz de respetar los límites propios y los de sus hijos nos advierten de los destinos terribles que pueden tener este tipo de relaciones. Desde mamás aparentemente inocentes pero controladoras, como la de la protagonista y bailarina de ballet Nina Sayers en Black Swan, que termina perdiendo completamente la noción de la realidad; hasta clásicos de terror como Psycho, en la que el hijo manipulado convertido en asesino, Norman Bates, mata a la madre que lo dominó y anuló su voluntad por años.

Sin embargo, la psicóloga Pamela Ortúzar explica que es muy importante separar la realidad de la ficción cuando se trata de madres dominantes. "Hay que despegar la asociación rápida que se hace de madre controladora con ejercer violencia", comenta. "Puede haber una violencia pasiva o una descalificación en el modo controlador, pero también hay un sufrimiento del sujeto materno. Hay aspectos que no pueden dejar de hacer porque sienten culpa".

Ortúzar aclara que la solución para este tipo de dinámicas va más allá de simplemente "relajarse y dejar ser", porque en su experiencia clínica ha visto que el nivel de control y dominio de una madre puede llegar a ser una compulsión, e incluso llegar a niveles de pensamiento mágico. "Ellas pueden llegar a creer que si no están pendientes de su hijo le puede ocurrir algo realmente malo", aclara la especialista. Y cuando una madre cree que un hijo está en peligro, poner límites a su intervención no es sencillo.

A Rocío le tomó años entender que su relación con su mamá no era sana en los términos en los que se estaba dando y, aún más, lograr encontrar una fórmula para equilibrar el carácter dominante de su madre con su espacio propio. "Con el tiempo me fui dando cuenta de lo que pasaba y fui poniendo los límites", explica. "Para mi proceso fue clave el entender que mi mamá es así y aprendí a aceptarla de esa forma. Eso me sirvió muchísimo. Antes, todas estas situaciones de control me generaban mucha frustración y rabia, pero me di cuenta de que esos sentimientos solo me hacían mal a mí, porque ella no iba a cambiar".

Pamela Ortúzar agrega que entender que los límites son algo difícil de establecer entre una madre y un hijo es parte importante del proceso. "No es fácil poner límites a una mamá controladora porque la relación madre hijo es asimétrica. ¿Cómo podemos ponerle límites a alguien de quién dependemos en lo vital, en lo cotidiano o en lo emocional?", agrega.

Eso fue precisamente lo que Rocío entendió y lo que le permitió sanar la relación de esa niña con su mamá para construir una nueva como adulta. "Ella es una persona hecha y derecha, consolidada y con su identidad configurada. La que se tenía que adaptar ella yo. Y ahora, cuando entra en estas dinámicas de hacer comentarios manipuladores o trata de transgredir los límites conmigo, simplemente no los escucho".