Dejar de amar después de terminar no es fácil ni podemos esperar que ocurra rápido. Toma tiempo, duele y en el duelo, muy probablemente nos acordemos de todos los momentos buenos que vivimos junto a esa persona. Cómo nos hacía sentir queridas, felices y contenidas. Y allí, en ese proceso, a pesar de haber decidido terminar por buenas razones, a veces lo vuelves a buscar para volver a sentirte así.

Sin embargo, cuando esa persona no está emocionalmente disponible y te rechaza, el dolor puede ser doble. Aunque el proceso para superar a esta persona que tanto quisiste no es lineal, sí se puede transitar de una manera más compasiva y estable.

Como las relaciones amorosas significativas nos dan seguridad emocional y contención, cuando terminamos es normal sentirse mal emocional y físicamente porque hemos perdido esa seguridad. Y es que ya no nos podemos apoyar emocionalmente en esa persona, explica Piedad Concha, psicóloga clínica especialista en terapia de parejas (@ps.piedadconcha).

Los síntomas de un quiebre van a variar en frecuencia, intensidad y duración porque dependen de cada persona y del contexto o causas del término de esa relación, dice la especialista. “En general uno observa ansiedad, preocupación, cambios de humor, tristeza, recuerdos por los momentos vividos, rumiación, llanto, culpa, hipervigilancia, alteración del sueño, alteración de la alimentación, ganas de no hacer nada y cansancio”.

Valentina Contreras (26) vivió el duelo del quiebre de su relación de cinco años por bastante tiempo. Al principio, como terminaron por mutuo acuerdo y sin que hubiera pasado algo doloroso entre medio, decidieron ser amigos. Y aunque eran solo eso, se juntaban y actuaban como pareja, algo que Valentina hoy se da cuenta que duplicó su dolor. “Me di cuenta de que él no estaba seguro de lo que quería en la vida y yo sí. Llevábamos cinco años de pololeo y pensé que estar solo le podría ayudar a entender qué es lo que él quería realmente, para después ver si nuestros planes coincidían. No lo hice porque no lo quisiera, al contrario, yo estaba enamoradísima y creía que esto sería lo mejor para nuestro futuro”, cuenta.

“Después de terminar seguimos en contacto. Nos vimos como pololos un año entero, hasta que me di cuenta de que no estábamos llegando a nada. Al principio era reconfortante porque sentía como si nunca hubiésemos terminado realmente, pero después se volvió muy doloroso porque no sabía cómo comportarme porque no teníamos claridad respecto de lo que éramos. Si bien no estábamos juntos, igual hacíamos cosas de pareja, pero en paralelo yo sabía que no teníamos el nivel de compromiso que tiene una pareja, entonces era muy doloroso no saber lo que el otro estaba haciendo o a veces cuando yo salía con otra gente igual me sentía súper culpable, entonces me limitaba mucho”, dice Valentina.

Mantener esta dinámica era confuso y obstaculizaba su proceso de sanación. “Yo seguía súper enamorada, pero sentía que él no sentía lo mismo por mí. Me pasaron muchas cosas personales donde no sentí su apoyo y ahí me di cuenta de que a mí el quererlo de la forma en que yo lo quería y no sentir ese cariño de vuelta me estaba haciendo muy mal. Me sentía pésimo y estaba muy triste. Le pedí que no volviéramos a hablar y ahí empezamos el contacto cero, en uno de los años más difíciles de mi vida”, asegura.

Volver a buscarlo y lidiar con el doble rechazo

El contacto cero es una técnica que consiste en cortar todas las vías de contacto y comunicación con la persona de la que queremos distanciarnos emocionalmente. Aunque puede llegar a ser una medida positiva para muchas exparejas porque les permite vivir el duelo con el espacio suficiente para sanar, a otros les hace un flaco favor, dice la psicóloga.

Para Valentina decidir dejar de tener contacto y mantener ese acuerdo en el tiempo fue muy difícil emocionalmente. “Al principio, justo después de hacer contacto cero, sufrí demasiado, lloraba todos los días, sentía que me había equivocado y me frustraba porque a pesar de que yo había sido la que decidió no hablar más y él lo entendió, me daba mucha rabia cada vez que yo lo veía viendo mis historias de Instagram o viendo lo que yo subía a mis redes sin hacer nada por volver a contactarme. Está ahí, pero estando ahí me está manifestando que no tiene interés en retomar el contacto y eso me dolía demasiado. Como lo único que quería era hablarle, empecé a sociabilizar, pero me daba cuenta de que, aunque saliera y lo pasara bien, no podía estar completamente presente porque en mi cabeza seguía pensando en él”, dice.

La terapeuta de parejas explica que a las personas de estilo de apego ansioso les hace un flaco favor el contacto cero porque les activa ansiedad de separación. “Sufren mucho por sentirse rechazados y buscan sentir cercanía y poder contar con la otra persona, por lo que van a realizar intentos de contacto y alguna señal que les indique que no están siendo abandonados. Como muchas veces han puesto todas las expectativas en el otro de que este cumplirá sus necesidades emocionales, cuando esa persona no está, es como si cayeran al vacío, por lo que para no caerse van a buscar agarrarse nuevamente de esa persona a como dé lugar”.

“Agarrarse” significa volver a buscarle y no siempre funciona bien. “Si lo busca y él es una persona cariñosa y emocionalmente disponible, le contesta, conversan y de alguna manera la calma, no le va a hacer mal porque va a terminar la búsqueda desesperada de contención emocional. En cambio, si lo busca y no está disponible porque tiene un apego evitativo de mayor desconexión emocional, le va a doler mucho y el sufrimiento se torna doble porque reafirma el abandono y el rechazo”, asegura Concha.

Sanación

Como todos somos distintos, la forma de enfrentar y gestionar el duelo emocional va a depender de cada persona. Para los de apego más ansioso, explica Piedad Concha, les va a ser muy difícil e incluso más doloroso intentar mantener el contacto cero que conectarse con sus emociones y trabajar en la aceptación de ellas, más que en controlarlas.

Como una buena estrategia para “mantenerse fuerte” en este proceso, la especialista recomienda vivir y conectarse con las emociones. “Por muy dolorosas que sean estas emociones, nos permite conectar con aquello que nos es importante y que necesitamos. Yo creo que como hemos construido un muro gigante a todo aquello que nos genera malestar, no somos capaces de ver que las emociones son válidas y tienen un propósito”, explica.

No existe una única forma ni de enfrentar un quiebre ni de “mantenerse fuerte” en esa elección, asegura la terapeuta de parejas. “La mejor táctica que suelo recomendarles a mis pacientes es que se permitan encontrar sus propias estrategias protectoras, que les lleven al lugar donde quieren estar”, dice.

Muchos le asocian un tiempo determinado a la experimentación de un duelo después de terminar. Si sanamos “antes de tiempo”, dicen que en realidad no lo amábamos y si nos “demoramos” en hacerlo somos melodramáticas. Pero la verdad es que no hay un tiempo determinado para vivir la pérdida. “Es fundamental permitirse el tiempo y el espacio necesarios para procesar la pérdida y sanar emocionalmente. Para algunas personas, el duelo puede durar semanas o meses, mientras que para otras, puede ser un proceso más prolongado, que puede a veces llegar a extenderse por varios años. El duelo es un proceso individual y no se puede forzar ni acelerar”, dice la especialista.

Con mucha culpa por la manera en la que terminó las cosas con su ex y por el daño que ese quiebre estaba haciendo en ella, Valentina se dio cuenta de que a él lo idealizaba y victimizaba demasiado. “En terapia me sirvió mucho entender que el haber expresado lo que yo sentía y haber sido transparente con mis emociones no me convierte en la villana de la historia y que no es un motivo de sentir culpa. Yo comuniqué mis necesidades y expresé lo que sentía y no puedo culparme por eso. Entendí también que el que una persona en particular no haya estado dispuesta a recibir el amor que yo tenía para entregarle en ese momento no significa que yo no sea capaz de entregar amor y recibirlo de otras personas, algo que me ayudó mucho porque estaba muy bloqueada a generar vínculos por miedo a que mi sentir no fuera recíproco, porque no quería volver a sufrir lo que sufrí y por eso me estaba acostumbrado a guardarme lo que sentía”, cuenta

Su proceso ha sido largo y vertiginoso y en el camino se pudo apoyar en sus amigas, con las que reconectó después de terminar con su ex. La ayudó a entender que, si ellas la querían tanto, cualquiera la podría amar también. “Si mis amigas me quieren tanto y me encuentran tan bacán, claramente el problema no está en mí y soy capaz de querer y ser querida, algo que pensaba que no volvería a pasar”.

Hace poco se dio cuenta de que, finalmente, lo superó. “Enero fue un mes muy bueno para mí, de mucha calma, familia y amigos. Un día en la playa subí una foto del mar a las historias de Instagram. Vi que la vio y me acordé de él, pero sin pena ni rabia. Solamente me pregunté qué sería de su vida y deseé que sea lo que fuere, que estuviera feliz y tranquilo. Y ahí me di cuenta de que estaba superado”, concluye.