Estás lista para comenzar tu mañana. Después de hacerte un café, te sientas en tu escritorio y abres tu computador cuando, de repente, te acuerdas que tienes que mandar un WhatsApp importante. Como es urgente, no lo piensas dos veces, desbloqueas la pantalla y en vez de enviar el mensaje y volver a lo tuyo, pinchas Tik Tok. Tu mejor amiga te había enviado un video.
Lo ves un tanto distraída y empiezas a hacer scroll. Pasan 10, 20, 30 minutos. Sigues ahí. Cuando te acuerdas que tenías que trabajar, pinchas la pantalla de tu computador, pero quieres seguir viendo más videos, si total duran un par de segundos. Así, vuelves a deslizar tu dedo por el teléfono y esa tarea que podrías haber completado en una hora, se torna agotadora e interminable. ¿Te ha pasado?
Sentirse así, un tanto distraída, no es extraño cuando nuestra atención -gracias a la configuración del mundo digital- está dividida. Mientras tratamos de terminar nuestras labores diarias, respondemos mensajes, nos ponemos a ver videos, revisamos nuestro mail y chequeamos las redes. Agotador.
Pero ¿qué hace el cerebro cuando percibe esa gran cantidad de estímulos de forma simultánea? Se adapta. Y lo hace economizando nuestra capacidad de atención. Así es como, en un par de segundos, nos permite evaluar si lo que vemos es lo suficientemente interesante como para dedicarle un tiempo. Porque lo que espera es una recompensa inmediata. Si no la hay, se avanza al siguiente estímulo y así.
El problema ocurre cuando esta búsqueda constante por una gratificación se convierte en un patrón recurrente. Es decir, cuando nos acostumbramos a esperar resultados rápidos y no somos capaces de concentrarnos en actividades cotidianas, sin mirar el teléfono. O sea, cuando no podemos disfrutar de una comida sin revisar nuestras redes sociales, ver una película sin pausarla para contestar un mensaje, o leer un libro sin sentir la tentación de revisar las notificaciones.
“Personalmente, creo que ya no podría ver una película entera. ¿Por qué querría hacerlo? Un reel de Instagram podría darme el mismo golpe de emoción en un período de tiempo mucho más corto: está literalmente diseñado para ser la solución perfecta. La gente que me rodea piensa y actúa igual: acelerando la velocidad de las conferencias, viendo vídeos de YouTube con un dedo tenso sobre el botón que avanza 5 segundos y mostrando impaciencia ante cualquier contenido que dure más de unos minutos como máximo. De hecho, casi el 50% de los usuarios encuestados por TikTok dijeron que los vídeos de más de un minuto de duración eran estresantes. La verdad es que nuestra capacidad de atención se está reduciendo”, explica el medio de la Universidad de Oxford; The Oxford Blue.
Ese comportamiento ha sido catalogado, en algunos medios internacionales, como Tik Tok Brain, un fenómeno que alude a cómo el uso frecuente de este tipo de aplicaciones afectan la capacidad de atención, concentración y procesamiento de la información a raíz del sistema de recompensa automático y las altas dosis de dopamina que se generan en estas plataformas.
“La brevedad de los videos y la estimulación visual intensiva que existe en las redes pueden generar una atención fragmentada y dificultades para retener información de manera prolongada. Es decir, esta combinación puede generar una fatiga cognitiva, afectando la plasticidad cerebral y, en última instancia, la capacidad de concentración a largo plazo”, dice Juan Pablo Mansilla, neurólogo de la Clínica Ciudad del Mar.
Esa merma en la capacidad de atención colectiva ha quedado demostrada en diversos estudios. Uno de ellos es aquel publicado en 2019 por la revista World Psychiatry donde se analiza cómo Internet puede producir alteraciones, tanto agudas como sostenidas, en las diversas áreas de cognición cerebral. “En general, la evidencia disponible indica firmemente que participar en tareas múltiples a través de medios digitales no mejora nuestro desempeño en otras situaciones y, de hecho, parece disminuir esta capacidad cognitiva al reducir nuestra habilidad para ignorar las distracciones entrantes”.
Dicho de manera simple: ahora perdemos el hilo más rápidamente. “¿Es posible vivir en un mundo donde no es necesario concentrarse por más de un minuto? Quizás, hoy sería factible”, teoriza el psiquiatra de la Red de Salud Uc Christus y académico de Psiquiatría de la Pontificia Universidad Católica de Chile, Pablo Toro (@dr.pablotoro). Lo que está en juego en estos casos, profundiza, es la estimulación de nuestra capacidad de atención sostenida, que es la habilidad que nos permite mantenernos enfocados durante varios minutos, aun cuando enfrentemos distracciones.
“El cerebro es el órgano más plástico que tenemos. Entonces, en la medida que exista cualquier función cognitiva que no utilicemos, gradualmente la vamos a ir perdiendo con el tiempo. Con estos videos cortos, uno puede estar súper entretenido porque, además, generan un subidón de dopamina, pero no vas a estar aplicando nada de atención sostenida. ¿Y qué pasa en el futuro cuando no usas esa capacidad? Sucede que hasta leer un titular de una noticia se te va a hacer más difícil. Se va mermando esa habilidad”, relata.
Estos problemas para mantener la atención sostenida, cuenta Jennifer Conejero, psicóloga de Clínica Santa María; se manifiestan en la dificultad para concentrarse en tareas que antes resultaban simples, como leer noticias, ensayos o novelas. Sin embargo, también pueden afectar las relaciones humanas. “Ahora podemos andar más irritables porque el entorno no responde tan rápido como nos gustaría o nos puede costar poner atención a los otros porque la comunicación humana es compleja y requiere de tiempo. La vida se puede ver más frustrante y las metas, que siempre han sido difíciles de alcanzar, se perciben aún peores”, indica.
Los especialistas refieren que, en el último tiempo, se ha notado un leve aumento de las consultas de adultos relacionadas a problemas de concentración. Sin embargo, quienes se ven más afectados con este tipo de problemáticas -dice Toro- son los niños y jóvenes, porque sus cerebros no han terminado de desarrollar la capacidad de atención sostenida. Así, al estar constantemente expuestos a contenido breve y altamente estimulante, pueden generar una inclinación cognitiva hacia la gratificación instantánea.
“La gente joven ahora tiene mucho menos necesidad de desarrollar la atención sostenida. No se entrena y eso implica que el cerebro se reorganiza para atender todo desde ese modo, más cortoplacista. Si algo no te entretiene a los 5 segundos, no solo cambias el video, sino hasta las conversaciones porque todo gira bajo esa lógica”, dice y explica: “Si nosotros los adultos, no lo usamos esta capacidad cognitiva, es cierto que se atrofia un poco, pero si nunca la formas, se pueden tener efectos más profundos”.
Para disminuir los problemas de atención asociados al uso excesivo de redes sociales, una de las recomendaciones principales tiene que ver con la reducción del tiempo en pantalla. “Tenemos que poner el problema sobre la mesa y a partir de ahí, tomar una serie de decisiones, como podrían ser apagar el celular, no tenerlo a la mano o darse tiempos acotados de uso. Hay aplicaciones que permiten establecer alertas en caso de sobrepasar los límites de tiempo”, dice Pablo Toro. Específicamente, Juan Pablo Masilla sugiere un uso de 30 minutos porque se ha demostrado que con esa cantidad de tiempo, se pueden reducir sentimientos de soledad y depresión.
Finalmente, Jennifer Conejero recomienda ir diversificando las fuentes de ocio e información para no agotar nuestra capacidad de atención sostenida. En ese sentido, sugiere “preferir la lectura, ver videos más largos o simplemente escuchar música en viajes de larga duración”.