Después de tener a su hijo, Alison Ayres (28) se desconectó de una parte de ella. Asegura que se enfocó en su maternidad y que sus prioridades cambiaron tanto, que las de ella pasaron a un plano casi inexistente.

Luego de un año notó que había perdido mucha musculatura, por lo que quiso buscar una forma de ejercitarse que también la motivara, y encontró el twerk, una disciplina del baile que lleva cobrando popularidad hace varios años. “Me ayudó mucho a entender que yo también era importante, que no por tener un hijo debía dejarme de lado a mí ni a mi rol afectivo personal. Muchas llegan con prejuicios a las clases, pero rápidamente fueron desmitificados. Eso lo cuento en mi círculo, porque hay mucha desinformación al respecto”, relata Alison, quien lleva más de cuatro años bailando en la misma academia.

Si bien Alison ha practicado otras disciplinas de baile como danza árabe, dice que en el twerk ha encontrado un espacio seguro que ha colaborado con su autoconocimiento y la conexión con su lado más sensual, coqueto y seguro: “Al ser un espacio separatista (normalmente solo de mujeres) te ayuda a entrar en confianza mucho más rápido. Nadie está preocupado de tu cuerpo o de si lo haces mal, no te sientes juzgada ni observada. Antes de bailar twerk ni siquiera tenía planeado volver a tener una pareja o reactivar mi vida sexual, no tenía ganas de conectarme con ese lado. Pero el baile me ayudó a sentir que estaba bien si quería hacerlo, que no sería menos mamá o que estaría pensando en mí de una manera egoísta, sino que es algo que necesito como mujer y está bien. Al bailar, moverte y verte segura de ti misma se da una gran oportunidad para ganar seguridad a nivel personal”.

Angie Higa (26) comparte una experiencia similar a la de Alison. Hace años descubrió a Geri Hoops —una bailarina chilena famosa por sus rutinas de twerk quien además tiene su propia academia de baile— y de inmediato se interesó en la disciplina. Si bien siempre le había gustado bailar, nunca se había concentrado en ese tipo de baile. Fue entonces cuando empezó a practicar las rutinas de Hoops en su pieza, a solas, sin siquiera imaginar que a futuro estaría bailando con más gente. “Pensaba que el movimiento del twerk era muy provocador y que yo no tenía la personalidad para hacerlo al frente de alguien más, así que practicaba en mi casa. En la medida que pasó el tiempo me interesé más por las redes sociales, creé un Instagram y me encontré con más videos que me hacían querer bailar más, pero no me atrevía”, recuerda Angie.

Fue en agosto de 2021 cuando decidió darse una oportunidad e inscribirse en una academia de twerk. Hoy se ve a sí misma como a una Angie totalmente distinta a esa que no se atrevió a dar el primer paso por años: “En la academia veía que las muchachas se sentían de los más natural, igual que las profes. No me sentía incómoda, me sentía acogida. Veía que lo que hacían mis compañeras no tenía nada de malo. Al estar en ese ambiente agradable se fue el miedo al qué dirán”.

Angie empezaba a sentirse orgullosa y conforme con sus progresos en el baile, por lo que un día decidió subir un video de ella bailando a su cuenta de Instagram. Lo vio como una oportunidad para compartir su hobby y también para dejar un registro con el que pudiera comparar su progreso a futuro. Lamentablemente recibió comentarios negativos, criticando su decisión de compartir ese contenido que podía entenderse como provocativo: “Lloré, me sentí mal, hasta que conversé con una profe y ella me hizo entender que no tenía por qué justificar mi pasión. Entendí que no tenía que dejar que me afectaran comentarios así porque bailar me encanta y yo me pago las clases. Soy una mujer adulta y lo que hago no tiene nada de malo, el problema está en cómo las personas lo miran”.

Con el tiempo también se atrevió a tomar clases de “sexy dance” en la misma academia, una instancia para trabajar la expresión de la sensualidad. Angie se había acomplejado por su cuerpo durante la mayor parte de su vida, pero la práctica del baile y las técnicas que ha adquirido la han conducido a una mejor relación con su cuerpo y su autoestima.

“Me avergonzaba mucho mostrar mis piernas en las clases. Al principio iba con calzas y después me empecé a comprar hot pants, a ponerme tops o bodys. En un comienzo me sentía rara, pero después me miraba al espejo bailar con esa ropa y me olvidaba de la vergüenza. El twerk ahora es mi terapia. Desde que empecé ya no he sentido crisis de pánico ni angustia. Antes, si alguien me rechazaba yo me sentía poca cosa, pero ahora no; ahora pienso que cada uno tiene su gusto. El baile y la sensualidad me han ayudado a mejorar en mis relaciones de pareja. Ahora ya no me avergüenzo de mi físico y eso también lo transmito a la otra persona. Mi hijo también me ve bien, y al verme bien él también está feliz”, reflexiona.

Conectar más allá

Andrea García lleva años trabajando con mujeres el ejercicio del piso pélvico. Abrió el centro Casa Mujer para ayudarlas en su embarazo y posparto, pero rápidamente el interés se expandió a aquellas que consultaban a modo de prevención. La kinesióloga explica que muchas pacientes también acuden a ella porque quieren aprender a trabajar el piso pélvico, y que otras llegan por síntomas asociados al dolor en relaciones sexuales. “Está la idea de que siempre la actividad del piso pélvico esté asociada a algo más funcional. Si para la mujer es relevante la sexualidad, lo trabajamos así, pero se entiende que no tiene el mismo grado de importancia para todas”, asegura.

Los beneficios físicos y funcionales a corto y largo plazo del trabajo del piso pélvico van directamente asociados con beneficios en cuanto al autoconocimiento a niveles más personales y a la oportunidad de aprender más de nosotras mismas: “Cuando uno hace distintos tipos de terapia de autoconocimiento, se sueltan ciertos procesos y la terapia kinésica tiene mucho que aportar ahí. Con los pacientes uno remueve muchas emociones, como también aparecen conversaciones súper interesantes y profundas. Desde nuestro rol en la consulta estamos tratando de resignificar una zona que han enmarcado muy en lo reproductivo o muy desde lo sexual para otros, pero este trabajo también se hace cuando las pacientes se interesan en encontrar distintos tipos de propósitos personales. Siempre hay una conexión más allá”.

Si bien el trabajo de piso pélvico como una terapia personalizada no es accesible para todas las mujeres, Andrea recomienda practicar ejercicios indicados por kinesiólogas que publiquen su contenido en redes sociales. En el sitio web de la Sociedad de Kinesiología Pelviperineal se puede encontrar el listado de todos los kinesiólogos con la especialidad. Es importante guiarse con profesionales con experiencia en esta área.

El tercer embarazo de Ana Ramírez (36) fue difícil. Por incompetencia cervical pasó cinco meses en cama, por lo que perdió mucha musculatura en todo el cuerpo. Lleva unos cinco meses trabajando el piso pélvico y asegura que recupera de a poco la confianza en su cuerpo y en ella misma.

“La confianza en mi cuerpo es algo que perdí desde todos los aspectos, porque volví a la vida. Estaba en cama y volví a caminar, he hecho un trabajo bien holístico para ir volviendo a mi yo, a lo que era. Creo que todas las mujeres, sean o no sean mamás, deben trabajar el piso pélvico, porque te ayuda a conocerte mejor. Te enseña toda una parte fisiológica anatómica que todas las mujeres debiesen saber y tomas mucha conciencia corporal, cuando estornudas, cuando toses, cuando vas a tomar a tu guagua”, dice Ana.

Gabriela Araos (51) tuvo a su primer hijo casi a los 30 años. En ese momento se encontraba viviendo en Barcelona y, recuerda, que era mandatorio que antes del alta, las mujeres que habían parido fueran vistas sí o sí por un especialista en piso pélvico. Hasta entonces ella no había escuchado del tema, pero fue algo en lo que trabajó en el posparto de sus dos primeros hijos que nacieron en España.

Para su tercer hijo ya se encontraba viviendo en Chile y esta vez quiso adelantar el trabajo de piso pélvico durante el embarazo, así que le preguntó a su ginecólogo con qué profesional trabajaba él. Para la sorpresa de Ana, al parecer el trabajo de este músculo no era algo que los médicos tuvieran muy instalado en su agenda. Eventualmente lograron encontrar una kinesióloga que trabajó con ella durante su embarazo.

Para ella, trabajar el suelo pélvico no solo ha sido una forma de alivio durante el embarazo y el posparto, sino también una oportunidad para descubrir sus preferencias en base al conocimiento de su anatomía: “Estoy con una pareja, pero la protagonista de mi placer soy yo. El suelo pélvico es algo al que recurro cada cierto tiempo con ejercicios de terapia para revisar cómo estoy, y también porque me gusta subir cerros y se produce una carga en el piso pélvico al bajar, y es algo que quiero prevenir. Tienes que trabajarlo para levantar cargas y evitar un prolapso”.

Gabriela recuerda las primeras veces que fue a la ginecóloga cuando adolescente y lo avergonzada que se sentía de su vulva, aunque no sabía bien por qué, solo tenía la idea de que era “imperfecta”, algo con lo que se ha reconciliado. Ahora puede mirar su cuerpo desde una perspectiva amorosa. “No sé de dónde saqué que la vulva era perfecta, solo sabía que la mía no lo era, sentía que mis estructuras no tenían sentido. Después de ser mamá, de parir guaguas de 4 kilos, me liberé y pensé en que, si soy capaz de sostener vida, entonces hay un valor. Mi vulva es perfecta porque funciona. Entender eso incluso hizo que me abriera a otras posibilidades de placer”, relata.

Paola Fernández Araya (44) vivió algo similar. Sucedió luego de tener a su segunda hija, justo cuando se encontraba en un trabajo tradicional que exigía mucho más de lo que estaba dispuesta a sacrificar. Fue entonces, en su posnatal, cuando logró conectarse de una manera mucho más profunda con sus hijas y con ella misma.

Por ese tiempo estaba en terapia psicológica gestalt al mismo tiempo que hacía trabajo de psico pélvico. En ese momento de descubrimiento de nuevas cosas, le llamó la atención la medicina ayurveda, por lo que decidió formarse en eso y emprender con Espacio terapéutico Adi Shakti (@espacioterapeutico_adishakti), un centro de trabajo integral para la mujer en sus distintos ciclos de vida.

“Hacemos acompañamiento y talleres de cuidado del ciclo menstrual, perimenopausia y climaterio, también aplicamos unos ejercicios de terapia gestalt que entablan una conexión con el útero, como un diálogo que haces con él. Uno no le toma conciencia al poder que tiene el útero, el poder de abundancia, el poder femenino y creativo durante el ciclo menstrual. Se supone que cuando estamos ovulando tenemos el poder para hacer cosas, actividades, crear proyectos”, explica Paola sobre su espacio terapéutico.

Desde que trabajó piso pélvico e incursionó más en las disciplinas de la medicina ayurveda y la terapia gestalt, Paola asegura que le ha permitido encontrarse con su intimidad y consigo misma como nunca. “Trabajar el piso pélvico me permitió estar bien enraizada, consciente y conectada conmigo misma. Ha hecho que mi maternidad sea distinta y que mis hijas estén bien. Ha sido muy bonito el camino. Ojalá que cada vez haya más mujeres profesionales haciendo este trabajo. Las mujeres estamos cada vez más despiertas y conectadas con el tema de la sexualidad, ahora existe una conciencia en la que estamos sintiéndonos más libres, más completas”, cierra Paola.