Conexión con otra persona cuando estamos en pareja: ¿Podemos hablar de infidelidad emocional?

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En la columna de opinión When Does Close Friendship Become Emotional Infidelity, publicada en el medio británico The Guardian, se plantea que la infidelidad emocional, cuando se la puede denominar así, ocurre cuando se establece un vínculo emocional profundo con una persona fuera de la relación de pareja. Un vínculo, por cierto, que se suele mantener oculto –porque podría implicar una traición y posible dolor para la pareja– y que a menudo puede estar atravesado por una tensión sexual, que no necesariamente se materializa. En esa misma columna el periodista y autor Tim Lott abre la pregunta: En una época en la que el correo electrónico, la mensajería instantánea, las redes sociales y los teléfonos móviles nos permiten conectar de manera más privada, ¿qué significa ser emocionalmente infiel?

La psicóloga y terapeuta familiar, Catalina Baeza, explica que si le atribuimos la terminología de ‘infidelidad’ al hecho de conectar emocional y afectivamente con otra persona que no sea nuestra pareja, automáticamente catalogamos ese hecho como una traición, pero no lo es necesariamente. Para que exista una traición, se tiene que haber establecido algún tipo de contrato o acuerdo –implícito o explícito– con la pareja en el que se señala que generar ese tipo de vínculo con otra persona constituye efectivamente una traición. Es decir, para sentirnos traicionados, o para sentir que el hecho puntual se trata de una infidelidad, tiene que haber algún acuerdo preexistente que fue transgredido o que se haya visto vulnerado.

La pregunta, según la especialista, debiese ser: Si estamos bien en pareja, ¿es posible tener una conexión emocional profunda con otra persona, sin que eso se traduzca en un deseo de dejar a la pareja? “Hay que tener ojo con hablar de infidelidad, porque para que lo sea tiene que haber un incumplimiento del contrato. Si no es el caso, simplemente se puede tratar de relaciones diferentes que cumplen distintos roles. El problema, muchas veces, es que no se hacen esos contratos; no se establecen los deseos, necesidades, temores y límites de cada cual. Y no le dejamos claro a nuestra pareja hasta dónde podemos llegar, qué nos dolería o cuál es el margen de movimiento”, explica. “Por eso, en este y en todos los casos, la clave es comunicar cuáles son nuestros límites, independiente de que vayan cambiando. Porque lo que para mí puede ser una puñalada en la espalda, para otro no”.

Con sus pacientes, Catalina siempre trata de dilucidar qué es lo que entienden por infidelidad. “La palabra es amplia y a veces todo se categoriza como tal, esto sin pasar por alto que el dolor que nos genera el sentir que nos fueron infieles o que nuestra confianza fue traicionada, puede ser muy grande. Pero ahí también es bueno preguntarse por qué nos duele que nuestra pareja hable de ciertas cosas, o genere un vínculo cercano y de confianza, con otra persona y no con nosotros. Ahí entra en juego el sentido de pertenencia, pero hay que saber que nunca le pertenecemos del todo a nadie y nadie nos pertenece”.

Según Catalina, estamos aun muy aferrados a un modelo de pareja antiguo, basado en el imaginario impuesto del amor romántico, en el que la pareja es nuestro todo y por ende tiene que confiar absoluta y exclusivamente en nosotros, y no en otra persona. “El mundo está cambiando rápido y hay tantas alternativas que no podemos pensar que estar en pareja hoy es lo mismo que estar en pareja en los años 50. Con las nuevas tecnologías, hasta la manera de comunicarnos ha cambiado, entonces tal vez deberíamos cuestionar si el modelo de amor romántico es el que queremos y el que nos acomoda. Si es así, está perfecto, pero tiene que haber un consenso”.

Como explica la terapeuta de parejas, Daniela Werner, no se puede catalogar un hecho de infidelidad sin considerar su aspecto contextual y el aspecto relacional. Eso quiere decir, entender qué entiende la pareja por infidelidad. “Cuando hay un acuerdo entre dos, eso es lo que prevalece. Ese es el acuerdo –sea cuál sea– que al final vemos si se pasó por alto o no. Cada persona es un mundo y cada pareja también”.

A eso hay que sumarle, según explica Catalina, que siempre hay un lado que le pertenece al orden de la fantasía; fantasear con otras personas, más allá de que se hable o no con esa persona, no se connota como infidelidad. La infidelidad es en la medida que se establece así o no con la pareja.

Como concluye Daniela, no hay que sobrecatalogar de infidelidad a las experiencias afectivas. “Eso no quita que para algunos pueda implicar mucho sufrimiento. Pero habría que evitar catalogar desde la moralina y el deber ser. Hay que tomarlo desde lo que cada pareja va definiendo; si se ha concordado que se puede hablar en profundidad con otros, o hasta qué punto. O si no hay problema con que se establezca una cercanía emocional. Todos esos límites hay que abordarlos desde la pareja”.

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