Paula 1210. Sábado 8 de octubre de 2016.

La alarma en la casa de Connie Achurra suena todos los días a las 5:20 a.m. A esta cantante, profesora de la escuela de talentos del desaparecido programa Rojo, ex coach vocal de Américo, mueblista y cocinera, le gusta ganarle a la mañana y disfrutar al menos de una hora sola y en silencio antes de despertar a sus hijas (Julieta, de 8 años y Luciana, de 7). En ese rato toma mate, les da comida a sus perros (Chía y Trufa), huele el romero y, por estos días, riega "a pata pelá" el pequeño jardín que ha sabido aprovechar bien, cultivando flores, hierbas y tomates.

Tras dejar a las niñas en el colegio, provistas de almuerzo y colaciones frescas que ha preparado minutos antes, regresa y comienza el ajetreo de las dos pymes que ha creado casi por instinto, como consecuencia de dos crisis. La primera, su taller de muebles a pedido, que nació cuando estaba casada con el productor musical Claudio Carrizo y Rojo, el programa de TVN donde ambos trabajaban, terminó abruptamente. Cesantes ambos, Conni le pidió prestados 200 mil pesos a su madre, partió al persa Biobío, compró unos muebles y los restauró con la técnica del découpage. Subió unas fotos en Facebook y a los pocos días ya tenía sus primeros clientes.

Las clases de alimentación saludable, su otra pyme, partieron hace dos años, cuando se separó. Necesitaba generar más plata y a través de Facebook congregó a una decena de mujeres que le habían celebrado sus preparaciones dulces sin azúcar ni procesados y las invitó a los talleres de cocina en su casa que imparte hasta hoy. Invitada habitual a charlas y programas de radio y TV, hace unas semanas debutó como conductora de Mi Lado Dulce, en Canal 13 Cable. La TV no le es ajena. Es hija del actor Patricio Achurra y hermana de Ignacio, también actor.

Lo que sí le fue ajeno durante años fue una relación feliz con la comida. Connie sufrió, en silencio, de bulimia severa entre los 13 y los 22 años, etapa en que tenía entre 6 y 10 kilos de sobrepeso producto de los atracones de helados, galletas y demases. Hasta que un día su hermano la pilló y le advirtió que le contaba ella a su madre o le contaría él.

"Vivía con mi mamá y podría decirse que tenía un lado A y un lado B. Comía y vomitaba el día entero. Me hacía heridas en el cuerpo con mis propias manos y uñas. Pero a la vez tenía amigas, pololo, cantaba en los festivales del colegio. Cuando mi mamá se enteró me dijo: '¿cómo no me di cuenta?'. Le expliqué que no quería que se diera cuenta y hacía todo con ese objetivo", recuerda Connie.

Tenías una doble vida.

Absolutamente. Aprendí todas las técnicas para vomitar y que nadie se diera cuenta. Me mostraba como una persona feliz, pero vivía angustiada. Vivía atrapada en una pesadilla.

¿Cómo se inicia tu proceso de sanación?

Deambulé por varios centros especializados sin buenos resultados. La sanación comenzó cuando mi papá me contactó con la actriz Gloria Lazo, que trabajaba con terapias energéticas, y un grupo de sicólogos. Una de las etapas de la terapia –que incluía desde biomagnetismo hasta homeopatía– fue en una suerte de retiro en Pucón junto a otros adictos: había una mina adicta a las compras, una anoréxica, adictos a las drogas y al alcohol. Yo era adicta a la comida. Me fui vestida de negro y llegué de blanco. Creo que ahí comencé a sanarme, a cambiar mi relación con la comida, a establecer un equilibrio, aunque precario.

¿Cómo era la relación con tu entorno?

Siempre me pesó tener un papá famoso y galán, una mamá muy bonita, que mi hermano Ignacio fuera el mino del curso, y yo fuera la común y corriente. Fuera de mi familia sentía que no calzaba en ninguna parte. Vivía en Las Condes y mis abuelos tenían casa en Cachagua, pero yo era hippie. En el colegio las monjas me querían porque cantaba, pero me iba pésimo con las notas. Estudié Diseño en la Universidad Mayor, pero me cargó el ambiente ultra posero y cuico, y no me titulé. Cuando me fui a estudiar Música mi papá me dijo que podía estudiar en la Escuela Moderna, pero yo no quería más cuicos. Entré a la SCD. Solo en tercer año les conté a mis compañeros que vivía en Las Condes. Tenía auto y lo estacionaba a 10 cuadras porque quería llegar caminando, como ellos.

¿Cómo era ese equilibrio precario con la comida?

Tenía la voluntad de no acercarme a los postres, pero si me acercaba, me pegaba el atracón. Después de que me fui a vivir sola, comencé a trabajar, fui muy feliz estudiando Música y Teatro al mismo tiempo, y por primera vez dije: "por fin". Pero cuando nacieron mis hijas se me movió el piso: nació el miedo de heredarles mi relación conflictiva con la comida. Ahí comencé una nueva etapa, autodidacta, de cambiar mi forma de alimentarme.

En Mercado Paula Gourmet, Connie Achurra impartirá un taller de cocina saludable el jueves 13 de octubre a las 17 hrs. La acompañarán su padre y hermano, ambos actores.

¿Qué comías hasta entonces?

En mi adolescencia comía puras cosas light, anotaba todo, me pesaba a cada rato y al día tres venían los atracones y vómitos. Después siempre viví a dieta. Hasta que entré a Goce (Grupo de Obesos en Control de Excesos –Sobrepeso y Obesidad–, Adicción al Azúcar y Compulsión por Comer). Gracias al trabajo maravilloso del doctor Antonio Abud y la sicóloga Karolina Lama me di cuenta de que yo era adicta al azúcar. Es una adicción que opera en el cerebro igual que la cocaína. En Goce me dieron una dieta muy simple sin ningún tipo de azúcar y las herramientas sicológicas para desarmar mi mecanismo de adicción.

¿Usaste algún medicamento?

No, pero un poco antes de Goce comencé a hacer bikram yoga, donde trabajas la disciplina y la voluntad. Hice durante 6 años y estoy segura de que me ayudó en mi proceso.

Y limpiaste la despensa.

Sí, completa. Antes, cuando iba al supermercado con mi marido, llenábamos el carro de yogures, galletas, cereales, harina blanca. Con Goce eliminé todos los refinados de mi vida y se me acabaron los atracones. No fue fácil. Durante el tratamiento tenía compañeras que bajaban kilo y medio por semana, y yo apenas unos cuantos gramos. Eso me frustraba.

¿Cómo viviste ese proceso en la pareja?

Nos distanció. Durante los seis meses que estuve en Goce seguí al pie de la letra la dieta y todas las indicaciones, pero, además, me interesé más profundamente por la alimentación. Yo estaba en esa y mi marido seguía como siempre: tomando copete, consumiendo azúcar y eso nos alejó inevitablemente.

Tomar el control de lo que comes, ¿qué consecuencias ha tenido en ti?

Encontré un estado de paz que no conocía. Ahora me quiero y confío en mí. Estar limpia de azúcar me ha permitido tener una lucidez distinta. Era jaquecosa y desaparecieron los dolores de cabeza.

Hija de Facebook

Frutas, verduras, frascos con granos, legumbres y frutos secos se ven en la pequeña cocina de Connie, quien se abastece todos los miércoles en la feria de vegetales, huevos de campo, pescado y miel. Un par de veces al mes va al supermercado por unas bandejas de carne molida, pollo sin marinar y pastas, entre otros acotados productos. Solo de vez en cuando compra orgánico, porque "en Chile es muy caro".

Te has transformado en corto plazo en un referente de la alimentación saludable.

Soy hija de Facebook. Sin Facebook nada de esto me estaría sucediendo. Ahí la gente enganchó con mis recetas sencillas y mi punto de vista. Las redes sociales democratizan todo y creo que las personas simpatizan conmigo porque ven que soy una mujer común y corriente, que vive en Ñuñoa, tiene Fonasa y sus hijas estudian en el Manuel de Salas. Ni deja de impresionarme, en todo caso, que después de una relación tan tormentosa con la comida, ahora cocinar y enseñar sea mi manera de ganarme la vida.

¿Qué se come un día normal en tu casa?

En la mañana tomo mate y me como un pan integral hecho por mí con una rebanada de tomate. A mis hijas no les gusta la leche y en la mañana se comen un huevo revuelto, o un pedazo de pan integral con palta, y siempre un juguito de naranja recién hecho. Tres veces a la semana comemos legumbres, y el resto, pastas y arroz integral. En mi despensa no hay cajitas de nada, bolsitas de nada, congelados de ningún tipo, ni salchichas ni hamburguesas, ni bebidas ni jugos. Tomamos agua filtrada, jamás de la llave.

¿Por qué tus hijas no toman leche?

La leche que venden es de mala calidad. Sí compro yogures, pero no de supermercado, sino de frasco en algún emporio. Pero compro poco, porque es caro.

¿Cómo lo haces con los estímulos externos que reciben? Las galletas, las gomitas, etc.

Con ellas yo aplico el 80-20. Mientras tengan un 80 por ciento de buena alimentación, su salud les permite ir a donde el papá o al cumpleaños y comer lo que haya. Están tan acostumbradas a comer sano, que cuando llegan a la casa después de comerse unas papas fritas o unos dulces, ellas mismas quieren tomar agua y una ensalada. El cuerpo se los pide.

Suele decirse que comer bien es caro. ¿Qué dices al respecto?

Falso. Una vez una mujer me mandó un mail diciéndome precisamente eso y le pedí, para ayudarla, que me mandara una lista detallada de lo que gastaba. Solo en bebidas gastaba 28 lucas al mes. Con eso yo compro frutos secos y la fruta para hacer jugos. Se trata de prioridades. Con qué alimentas tu cuerpo. En un local de comida rápida encuentras 10 nuggets por $ 990 y aun así esa empresa tiene ganancias. ¿Una torta tres leches a 4 lucas en un supermercado? Imposible con buenos ingredientes.