“Mi primera hija nació en 2016 y volví, después de mi posnatal, al cargo que tenía en esa época: era manager de asuntos corporativos en una empresa multinacional, donde yo representaba a la unidad chilena. Pero, al retomar, me pasó algo que probablemente le pasa a muchas mamás; empecé a sentir que al llegar a la casa el tiempo que pasaba con mi hija era simplemente insuficiente. No era parte de su rutina más que la del final del día; la de comer, bañarse y dormir. En la semana no podía estar con ella para mostrarle el mundo, enseñarle, acompañarla en su crecimiento. Sentía que ella me necesitaba. Y yo también a ella.
Había trabajado seis años en esa multinacional. Hice mis cálculos, hablamos con mi marido y, a pesar de tener miedos al respecto, mi certeza de querer estar más presente en la crianza de mi hija era muy grande, así que decidí renunciar. Sé que fue un lujo poder elegir esto y siempre estuve consciente y muy agradecida de eso.
Hoy mi laguna laboral maternal ya va en más de cinco años, pues entre medio nació mi segunda hija. Cuando ella ya tenía alrededor de dos años, sentí que ya conocía mejor esta nueva versión de mí y que estaba lista para volver a dedicar tiempo a mi desarrollo personal y profesional. Además estaba consciente de que mi laguna laboral se agrandaba, que mis conocimientos se sentían cada vez más distantes y se iban nublando y que sería cada vez más difícil volver. Jamás visualicé mi vida sin trabajar, pero la maternidad lo cambió todo, y hace dos años comencé la búsqueda. También me di cuenta de que no quería volver a estar en la misma situación que me llevó a renunciar, sino que necesitaba un trabajo que fuera lo suficientemente flexible para poder seguir estando presente en esta etapa de la vida de mis hijas.
Mi búsqueda de trabajo ha sido algunas veces con menor intensidad y otras veces muy activa, he ampliado mis horizontes y tocado todas las puertas que conocía, la verdad es que ya ni siquiera le doy tanto peso a la satisfacción vocacional, sino que simplemente busco un trabajo donde me pueda desarrollar, generar ingresos y que sea lo suficientemente flexible para poder ser mamá al mismo tiempo, para llegar a tener independencia financiera. Pero los trabajos realmente flexibles no parecen ser muy comunes en Chile.
Si bien es fácil sentir inseguridad respecto al hecho de que no estoy igual de conectada que antes, que he estado mucho tiempo fuera del trabajo laboral formal, tengo mucha confianza en mis conocimientos y capacidades. Además, siento que me he ido llenado de recursos que antes de convertirme en mamá no había desarrollado, pues inevitablemente hay un crecimiento, una madurez respecto a la versión anterior a la maternidad. Y que con un proceso simple de inducción, uno puede volver a estar tan vigente como antes pero ahora con un desarrollo personal importante.
Creo que cuesta mucho encontrar esa flexibilidad de parte de las empresas o instituciones. Cuesta que confíen en que sí se puede ser responsable y eficiente con los propios tiempos. Siento que la alternativa de acceder a trabajos flexibles debiera ser la norma para las mamás que trabajan, o para cualquier padre o cuidador que está criando. Que es posible integrar ese rol con el de profesional eficiente que contribuye a su empresa y a su entorno.
En general considero que no existe una comprensión o valoración con respecto al rol de seguir criando hijos, en edad preescolar y escolar. No creo que la sociedad lo considere –en lo concreto– como un trabajo importante que tiene un impacto social, que criar a los niños de hoy es criar a los adultos del mañana, y eso debiera ser algo que nos interesa a todos. Hay una sensación muy fuerte de que uno tuviera que elegir entre criar y desarrollar una carrera profesional o bien sucumbir al desgaste de la “super mujer empoderada”, la que lo hace todo. Y esto no es sustentable en el tiempo. Existe un verdadero dilema, porque no existen los espacios suficientes que permitan acceder a trabajos flexibles que tomen en consideración que las mamás somos personas que estamos cumpliendo un doble rol relevante y que si podemos integrar ambas partes, con unas cuantas modificaciones.
Estudié en la universidad, he tomado varios diplomados y cursos. Tengo una gran acumulación de educación y conocimiento que está quedando sin usarse, a pesar de que tengo la voluntad de usarla: es decir, me encantaría que la sociedad comprendiera que tenemos el derecho a que nuestra familia sea prioritaria, y que eso no es excluyente con hacer un trabajo de calidad. De algún modo, es tender un puente, como en otros países –por ejemplo Inglaterra– donde hay programas que te preparan para volver al mundo laboral de una forma flexible.
Es como cuando estamos criando a nuestros niños y niñas para que sean más autónomos y les pedimos que cuelguen la toalla después de secarse las manos. Los ganchos para colgar la toalla puede que estén muy arriba y, en vez de pedirles que como sea los alcancen, lo que hacemos es bajar esos ganchos. Para darles la posibilidad de que ellos de verdad realicen esa tarea. Creo que pasa algo similar con la conciliación entre maternidad y vida profesional. Si yo no doy un espacio flexibilizando algunos horarios o formatos, le estoy pidiendo a una persona –que es profesional y tiene todas las habilidades, pero que al mismo tiempo es mamá y está ejerciendo una enorme labor de crianza– que cuelgue la toalla en los ganchos que ella ya no alcanza, porque sus circunstancias cambiaron. Si se le acercaran los ganchos, la ayudaría a integrar su vida su lado profesional y su crianza. Y no debiera ser que “sea mucho pedir” hacer algunas adaptaciones al mundo, eso debiera ser la base para avanzar en un mundo igualitario Porque las mamás somos mujeres y somos la mitad de ese mundo.