La salud sexual no tiene que ver simplemente con la ausencia de enfermedad, sino que es parte integral de la salud en general y comprende tanto aspectos físicos, mentales como emocionales. Es decir, no solo se trata de estar sanos, libres de enfermedades, de tener garantía al acceso a salud o a los anticonceptivos, entre otras cosas, sino también el poder llevar una sexualidad libre, placentera y segura, y sobre todo el tener siempre el derecho a decir que no.
En el Día Mundial de la Salud Sexual el pasado 4 de septiembre, que desde 2010 celebra la Asociación Mundial para la Salud Sexual (AMSS) para “sensibilizar y promover la sexualidad como un aspecto esencial del ser humano y un elemento de la salud reproductiva que debe ser satisfactorio, saludable y sin riesgos para la población”, el tema del año fue precisamente este último: el consentimiento, destacando que, por sobre todo, las interacciones sexuales deben basarse en el acuerdo mutuo y el respeto de los deseos y límites de cada persona.
¿Qué es el consentimiento?
A pesar de que pasemos años hablando sobre el tema y parezca algo obvio, nunca nos cansaremos de definirlo ni de hablar de ello. Si nos vamos a la etimología de la palabra consentimiento, esta proviene del latín consensus; cum significa “con” y sentire, “sentir”. Entendemos entonces que se trata del acuerdo de dos o más voluntades sobre una misma cuestión. El concepto de “Consentimiento sexual”, por su parte, ha estado presente desde el movimiento #MeToo, cuando miles de mujeres de todo el mundo empezaron a denunciar comportamientos abusivos por parte de hombres poderosos que usaron su posición de poder para agresiones o abuso sexual, y ha seguido siendo tema durante estos años de la mano de los feminismos. Entre las muchos lemas que copan las calles ya es conocido el “No es no”.
El consentimientos es un cuidado del otro y de sí misma, un respeto del otro y de sí misma, una manifestación de la voluntad, que puede ser dicha o implícita.
La Doctora Loreto Vargas, ginecóloga máster en sexualidad, parte del directorio de Ginecólogas Chile, lo explica en términos simples: “Todas las actividades humanas deben ser consensuadas, pero sobre todo en la sexualidad tiene que haber una declaración tácita de que estoy de acuerdo con lo que va a suceder”. Para la Psicóloga especialista en Terapia Sexual Josefina Lazcano el consentimiento es la base de la relación entre dos personas, y hay que tomárselo desde ese lugar tan importante. “La palabra consentimiento siempre ha estado entre nosotros, pero empieza a ser un concepto asociado a la sexualidad a partir del #MeToo. Es un concepto que al hablarlo parece obvio y básico, pero hasta que no se forman y no se revelan se hace como que no existen. Es esencial en una relación sexual porque de los valores claves que debe tener una relación entre dos personas está la libertad y las relaciones para ser libres requieren de consentimiento de ambas partes. Es un cuidado del otro y de sí misma, un respeto del otro y de sí misma, una manifestación de la voluntad, que puede ser dicha o implícita. Para que haya consentimiento debe haber una honestidad con el otro sobre lo que se desea hacer y lo que no, siempre habiendo un espacio para el no”.
¿Por qué entonces cuesta tanto entenderlo?
Según Loreto, para algunos es muy difícil entender el tema del consentimiento en relación a la sexualidad femenina porque históricamente las mujeres han sido vistas como un objeto de placer para el uso, muchas veces, de los hombres. Josefina también está de acuerdo con que es esta concepción del cuerpo de la mujer lo que ha dado el escenario para que exista esa línea difusa sobre algo tan claro como el consentimiento. “Durante mucho tiempo la mujer ha sido vista como un objeto sexual del cual se hace uso y abuso sin tener responsabilidades al respecto. El cuerpo femenino ha estado muy en desmedro de la elección, incluso hoy en día hay personas que hablan de “prestarle” el cuerpo al otro para su satisfacción. Aún es un concepto muy arraigado culturalmente y es peligroso, porque no pone límites entre lo que yo quiero y deseo y lo que el otro quiere y desea de mí”.
De todas formas, tanto Loreto como Josefina están de acuerdo de que estamos avanzando en la incorporación de la practica del consentimiento y de la consciencia de que es fundamental en las relaciones humanas. “Creo que sí ha habido un cambio. Muchos hombres hoy sí se cuestionan respecto a si la otra persona quiere o no estar ahí, quiere entregarse sexualmente. Hay un cambio también en reconocer como mujeres las veces en que hemos actuado en base a nuestros propio consentimiento o no, y un cambio en los hombres de ver al otro a abrirse a la posibilidad de descubrir a la persona que tienen al frente y saber si esa persona está actuando con su propio sentir”, dice Josefina.
Descolonizar la cultura del porno
Para Josefina, uno de los grandes normalizadores de la falta de consentimiento como algo sexualmente aceptable ha sido la industria pornográfica. “Dentro del imaginario, sobre todo masculino (aunque también hay uno femenino que actúa de la misma manera) la falta de consentimiento es vista como algo sexy, como algo pasional y en ese sentido se ha normalizado como si fuera atractivo eso de que alguien que viene y me atrapa contra mi voluntad. Esa imagen sexualmente activa y sensual ligada a un acoso en el fondo es algo muy normalizado socialmente. Y es un peligro tremendo porque hay muchos jóvenes que se educan sexualmente mediante la pornografía, que no tienen una educación sexual que esté ligada a la afectividad. Cuando le sacamos afecto y lo llenamos de imágenes agresivas, fuertes, en que hay un poder de por medio, vamos ligando la sexualidad a un acto que tiene que ver con un encenderse mediante el abuso del otro”. Josefina dice es una de las razones por las cuales es tan relevante la educación sexual en los colegios si es que no la dan en la casa. “Hoy día los cabros y antes también se educan por medio de la pornografía y la pornografía que hace objeto a la mujer y genera una normalización de la falta de consentimiento”.
El consentimiento parte por una misma
¿Cuántas veces decimos que sí cuando en verdad queríamos decir que no? Es lo que plantea Josefina también como un primer paso del consentimiento: el que tenemos con nosotras mismas. “Cuántas veces decimos que sí por sentirnos inseguras, por creer que me van a dejar de querer o que voy a dejar de ser importante para esa persona o voy a dejar de existir para el otro si no digo que sí. El consentimiento es parte esencial del respeto también a sí mismo y al autocuidado. Cómo soy capaz de entregarme a otro, cómo ese otro se entrega a mí, si me siento respetada, cuidada, si me siento protegida. Esta reflexión abre muchas puertas para empezar a pensar cuáles son mis propios límites, a qué estoy dispuesta o no estoy dispuesta. Eso es totalmente personal y de cada uno y no puede ser nunca cuestionable por otro”.
Para finalizar, Loreto nos recuerda ciertas características que pueden darnos una idea de lo que significa el consentimiento sexual y que además ayudan para explicarselo a otros.
- Se da libremente: es una opción sin presiones o manipulación y sin la influencia de drogas o alcohol.
- Es entusiasta: Solo debes hacer las cosas que deseas y no lo que “se espera que hagas”.
- Es específico. Decir que sí a algo (como besarse) no significa que aceptes hacer otras cosas (como tener relaciones sexuales)
- Se brinda estando informado: Solo puedes consentir algo de lo que tienes suficiente información para hacer. Por ejemplo, si alguien dice que usará un condón y luego no lo hace, no hubo consentimiento total.
- Es reversible: Siempre, aunque sea a último minuto, se puede decir que no.