Si es una paradoja o simplemente un dato, da lo mismo, el hecho es que el mundo de la moda está repleto de diseñadores que encarnan, más que en ningún otro oficio, el cambio, aunque en su propio look cultiven el no-cambio. El ejemplo más reconocible es el alemán Karl Lagerfeld, quien por años ha diseñado las colecciones de la casa Chanel, Lagerfeld y Fendi, que se renuevan temporada tras temporada alentando a los consumidores a cambiar. Pero a él lo vemos desde siempre con el mismo look de traje oscuro muy ceñido al cuerpo, corbata, cuello alto y tieso en la camisa blanca, muchos anillos, anteojos oscuros y una cola de caballo. Una suerte de uniforme que está a medio camino entre un traje de caballero con aires retro y un vestido de cura; todo esto amarrado con un tinte gótico y detalles punk. Ese es su sello de marca y a estas alturas resultaría extraño verlo vestido de otra forma. En el documental Lagerfeld confidential (2007, Rodolphe Marconi) se pueden apreciar detalles curiosos y sorprendentes del llamado káiser de la moda. Contra todo lo que podría imaginarse, es perturbadoramente desordenado, solo y gracioso, y viste marcas de la competencia, como Dior. Una osadía que en nuestra pequeña nación sería causal de despido, pero que para él tiene una explicación muy simple: "si te gusta la moda, la usas".

Desmintiendo lo que muchos argumentan con contundentes ejemplos hay un innegable magnetismo en poseer la serenidad y visión de jamás "reinventarse" ni cambiar de look. De mantener el estilo por décadas y convertir esa aparente falta de gracia en un poderoso sello propio. El de Lagerfeld, por cierto, es un estilo muy cuidado y elegante. Hay otros para quienes el desenfado y el uniforme de básicos son la tónica: no se sacan los jeans y las zapatillas, transformando esa simpleza y falta de pretensión en una declaración pública. Es el caso de Nicolas Ghesquière, diseñador de Balenciaga. Con las mujeres, la tónica es bien diferente. Mucho más volubles a los cambios de la moda, y con un abanico más amplio de ofertas de formas y prendas, mantener un mismo estilo es una opción que a veces no tiene la misma fuerza arrebatadora que la tentación de abrazar las nuevas siluetas que aparecen de tanto en tanto. Jil Sander es una excepción. Hace siglos cultiva el mismo corte de pelo y manera de vestirse. Es la misma mujer, ahora más vieja, quien ha tomado la atractiva opción de mantener su estilo conforme pasan los años. Una tendencia que se repite más allá de las  diseñadoras de moda; las mujeres demasiado estilosas no suelen cambiar mucho de look.

El fotógrafo neoyorquino Dustin Pittman, consagrado en los 70 por capturar la cultura pop y ser pionero en el trabajo en backstages, ha fotografiado por más de treinta años a Lagerfeld. En este retrato, tomado en los 80, el diseñador posa con un look que ya dejaba entrever su estilo actual.