Su hija, Antonia Garros, de 23 años, murió en febrero de 2017 en Concepción, tras lanzarse del piso 13 del departamento donde vivía su expololo Andrés Larraín, de 33 años. Tres meses antes la joven había interpuesto una denuncia por violencia, y la madre sabía que el maltrato físico y psicológico comenzó mucho antes de que Antonia se decidiera a denunciar.

A las pocas semanas de su muerte (o femicidio suicida, como se le llama), Consuelo Hermosilla comenzó su incansable cruzada: creó la Fundación Antonia y empezó a trabajar para que la inducción al suicidio fuera tipificada como homicidio o femicidio, y para ampliar la Ley de Violencia Intrafamiliar al pololeo, que hoy no se contempla por no considerarse una relación formal.

En este año y medio de trabajo con la fundación, y luego de comprender que cientos de mujeres seguirán muriendo antes de que el sistema cambie y las proteja de manera eficaz, recorre el país dando charlas en colegios y universidades, desarrolló una aplicación que funciona como botón de pánico y planea fundar una casa de acogida para todas las mujeres que requieran salir con urgencia de sus hogares inseguros.

Consuelo Hermosilla es encantadora. Empática. Auténtica. Se ríe de sí misma al posar para las fotos, se emociona hasta las lágrimas al recordar a su hija Antonia y habla como experta en violencia (una chapa que se ha ganado en su batalla diaria para erradicarla) al narrar el calvario de las víctimas: "Nadie llega a recibir un palmetazo de parte de su pareja sin antes haber vivido un camino constante de violencia psicológica. Es fundamental que se legisle acerca de la violencia psicológica. Cuando te pegan es porque estuviste largo tiempo sometida a humillaciones y bombardeos de autoestima. Cuando permites la violencia física es porque ya te sientes nada. Esa persona ya te hizo saber que no vales, que eres penca, fea, gorda. Quién te va a querer, mírate, agradece que estás conmigo".

¿Eso le paso a Antonia?

Sí, y a todas las personas víctimas de este tipo de violencia. Lo de la Antonia es un patrón. Cuando abrimos la fundación dijimos que esto es para trabajar la violencia en el pololeo, sin embargo atendemos a mucha gente que es víctima de violencia intrafamiliar y ellas te dicen: "Me trata de caliente, de gorda". El 'quién te va a querer' es un patrón.

¿Qué lleva a estos hombres a tratar así a sus parejas?

El sometimiento les da seguridad. Lo primero que hacen es aislar a sus mujeres, de una u otra forma. Las alejan de sus amigos y familia. Al principio es una invitación a estar juntos y solos, luego es una imposición: para qué vas a salir con tus amigas, a puro conocer huevones.

Actualmente hay tres proyectos de este tipo en el Congreso y al parecer entrará otro con la Ley Gabriela. ¿Por qué no unen todos en un solo gran proyecto contra la violencia hacia la mujer?

Es lo lógico, ¿cierto? Me pregunto lo mismo. Sería tan fácil que tomáramos el femicidio como lo hacen en otros países: asesinar a una mujer por el solo hecho de serlo. ¿Por qué se dan tantas vueltas? Porque hay un tema político.

¿Cómo ha sido la acogida en el Gobierno?

Le agradezco a la ministra Isabel Plá que se haya reunido conmigo. Ella se comprometió a tomar en cuenta nuestras indicaciones a la hora de elaborar la ley de violencia en el pololeo. Yo le mandé la indicación de la inducción al suicidio y las mociones que hizo Felipe Kast en mayo de 2017. Dos cambios pequeños pero fundamentales: que la denuncia pueda ser hecha por un tercero y que no sea necesario que la víctima la ratifique. Con eso se hubiesen evitado muchos femicidios. Pero aún no está en tabla. Con eso respondo a tu pregunta sobre el interés real que tiene el Gobierno en el tema.

Pero el proyecto tiene urgencia.

Sí. Yo quiero ser confiada, pero sobre el tema de la inducción al suicidio no veo voluntad. Me han dicho que es muy difícil de probar, pero sabiendo que en otros países la figura existe no debiera serlo. Acá falta capacitación, sobre todo en la asistencia pública. No puede ser que los protocolos sean iguales para una persona que va a constatar lesiones por violación que en el caso de alguien que tuvo una pelea. Debería haber un psicólogo 24/7 en los servicios de urgencia. No se le toma el peso a la violencia psicológica. Y la inducción al suicidio es violencia psicológica.

¿Sostienes que la violencia que Antonia recibió de parte de su pareja la llevó a tomar la decisión de suicidarse?

Yo te lo aseguro. Independiente de lo que pudiesen encontrar después, porque dicen que la Antonia tenía problemas siquiátricos desde pequeña, pero ella empezó a ir al siquiatra estando con Andrés. Esa fue su enfermedad siquiátrica. La violencia enferma. Mata. En eso quiero ser categórica.

LA MADRE

¿Quién eras tú antes de todo esto?, le pregunto a Consuelo después de oírla hablar con la propiedad de una abogada de derechos humanos. "Yo era una mamá muy preocupada porque sabía que la Antonia estaba viviendo esto -responde-. Cuando vi lo que a ella le estaba pasando, la violencia, vi que el sistema no funcionaba. Fui a Carabineros a pedir ayuda, orientación, no sabía qué hacer.

En su universidad tampoco conseguí apoyo. Con psicólogos y psiquiatras, tampoco. Nada resultaba. Por lo tanto, el tiempo previo a la muerte de la Antonia fue una pesadilla. Yo restauraba muebles, hacía cosas de decoración y eventos. Trabajaba en horarios no definidos porque elegí criar a mis hijas. Siempre fui una persona con harta conciencia social y con harto sentido de la justicia.

Cuando la Antonia muere, yo recapitulé: ella terminó con Andrés el 9 de diciembre, hizo una denuncia porque él la golpeó. Después de eso ella había vuelto a ser la Antonia y volvió a tener sus ojos de siempre. Yo veo fotos de ella y sé perfecto si son del tiempo en que estaba con él o no, es así de terrible. En el tiempo de Andrés la Antonia tenía cara de miedo. Sus ojos eran de miedo", cuenta, y no puede seguir porque la voz se le quiebra, los ojos se le humedecen y la angustia le sube a la garganta.

"Mi hija era superfeliz y yo la recuperé en ese tiempo en que terminó. Y luego… -respira, toma un sorbo de jugo de naranja-. También me di cuenta de que había algo raro, que probablemente había vuelto a ver a Andrés, como 10 días antes de su muerte. Volvieron esas actitudes, el miedo. Y fue tan injusta su muerte, porque ella lo quería tanto. Ella lo cuidó tanto.

Entonces, que las últimas palabras que haya escuchado fueran 'maraca, loca de mierda, tírate', es superduro. Desde esa injusticia yo agarro toda la fuerza y decido que no habrá día de mi vida en que me canse de pelear contra la violencia en el pololeo. Mucha gente me pregunta si el trabajo en la fundación alivia mi dolor. No me alivia nada. Simplemente no puedo seguir viviendo igual que antes".

¿Siempre te emocionas al contar la historia?

Sí. Y así como lloro me río mucho también al recordarla. Éramos muy parecidas. La Antonia cuando se enojaba conmigo me decía ojalá que cuando vayas caminando llegue un camión y te choque. Y después se le olvidaba. Era peleadora pero no rencorosa.

¿Cuál es tu lucha hoy?

Mi tema es desnaturalizar, educar y prevenir. Necesito ir y decir 'niños, esto no es normal, no se acostumbren, aprendan a respetarse'. También doy charlas a apoderados, docentes, psicólogos, asistentes sociales que no saben cómo tratar la violencia. Cuando el profesional que ha trabajado toda su vida en esto les dice a las mujeres violentadas 'tienes que poner de tu parte', una piensa: qué le estás pidiendo si está enferma, se le enfermó la voluntad. Ten la paciencia de acompañarla.

¿Has estudiado sobre violencias?

Sí, mucho. Yo atiendo personas todo el día. Algunas van a la fundación solo para que las escuches. No quieren que intervengas porque no están preparadas, solo buscan oreja y que no las juzgues.

ESTO SALVA VIDAS

Consuelo Hermosilla tiene razón. Las víctimas de violencia machista coinciden en que el sistema no funciona, que los jueces suelen apoyar a los victimarios, que las medidas precautorias no son fiscalizadas, que el sistema público hace engorroso hasta el trámite más sencillo. Se necesitan medidas inmediatas. Pensando en eso la Fundación Antonia lanzó a comienzos de este año la app del mismo nombre, que actúa como botón de pánico para ayudar a quienes se enfrentan a una situación de riesgo.

Hay que descargarla e inscribir los números telefónicos de personas que funcionan como red de apoyo, las que suelen actuar más rápido que Carabineros. "Si yo estoy en un momento en que me están agrediendo, en un peligro inminente de violación, en que sé que me drogaron, aprieto el botón de alerta y a mi red de apoyo le va a llegar el lugar exacto en que yo estoy. Y además le va a mandar el teléfono de la comisaría más cercana. No el 133, porque no funciona. Esto salva vidas".

¿Cuántas descargas ha tenido?

Más de 50 mil, y en el último tiempo ha sido explosivo. Fue creada por Claudia Baros, una psicóloga de Santiago que fue hace un par de años a presentársela al Sernameg. Y le dijeron que no había plata para desarrollarla. Luego me la ofreció a mí, me la donó. Yo la agarré porque, bueno, seguramente tengo más plata que Sernameg -bromea-, y la mandé a desarrollar. El tema de la burundanga fue clave, porque sirve también para ese tipo de casos. Nació por las agresiones intrafamiliares o dentro del pololeo, pero sirve para muchos otros momentos.

Planeas hacer una casa de acogida también.

Tenemos el proyecto listo, no tenemos plata pero queremos gestionarla. Fuimos a Bienes Nacionales a ver qué nos pueden donar de forma inmediata. Necesitamos una casa para 20 usuarias, con espacios comunes. Primero pensamos en mujeres que son víctimas de violencia en el pololeo, pero qué haces si llegan con hijos. No les vamos a negar la acogida, necesitan salir de su entorno para comenzar su sanación. Lo único que necesitamos es que la casa esté en un lugar seguro, pero es lento el asunto. El juez manda a la víctima al Centro de la Mujer, pero ahí le dicen que hay hora para una semana. La persona necesita ser acogida inmediatamente, que le digan 'es una etapa que va a pasar, vamos a encontrar solución'.

A los pocos días de la muerte de tu hija ya hablabas en los medios, tenías un proyecto de ley y una fundación. Y no has parado. Cualquier persona que vive lo que tú viviste no se levanta de la cama. ¿De dónde viene tu fuerza, de la rabia?

No, porque la rabia no me alivia. Yo quiero sentir el olor de mi hija. Oír el taconeo cuando sube a su dormitorio y me deja los botines en mi pieza con los que después me tropiezo y me saco la cresta (ríe). Eso no lo tengo ni lo volveré a tener. Lo que hago todas las semanas, si hay buen tiempo, es ir a comprar las flores más lindas que sé que le gustarían y se las llevo. Siento que anda todo el día conmigo. A veces le digo Antonia, suéltame, estoy agotada, no me hagas ir a más charlas. No es la rabia. Lo que a mí me mueve es la injusticia.