Lo que dicen los demás
Mónica: En mi época si te casabas tenías que tener guagua. Todo el mundo nos preguntaba ¿y cuándo? En ese tiempo era mucha la presión, e incluso había gente que se molestaba y se lo tomaba muy personal. Recuerdo que una vez en un cumpleaños de mi mamá un amigo de ella, un señor ya mayor, nos preguntó cuándo íbamos a tener hijos. Yo le dije que no queríamos tener y se enfureció. Me gritó '¿pero cómo?', que para qué nos habíamos casado entonces. Los cuestionamientos eran muchos. Una vez, incluso, me llegaron a preguntar si era lesbiana. Había gente que pensaba que porque no quería tener hijos, era homosexual.
Francisca: Ahora que lo pienso yo nunca me sentí juzgada por haber tenido a mi primer hijo joven. Quizás sí hubo algunos comentarios, porque yo todavía no había dado el examen de grado cuando quedé embarazada y eso generaba un poco de aprehensión. Sí fue más duro cuando tuve a mis otros hijos. Mi segundo hijo con mi tercera hija tienen una diferencia de casi un año. Y eso la gente lo consideró muy loco. Las bromas y los pelambres creo que fueron a otro nivel. Me choca mucho incluso ahora hay gente que recién conociéndome me pregunta ¿y cuándo vas a parar? (de tener hijos). Creo que ese tema es algo personal, de mi familia, Me llama la atención que gente que no me conoce se tome esas atribuciones.
M: ¿Y piensas tener más hijos?
F: Mi hija menor tiene ahora tres años, y siento que recién puedo volver a dormir. ¡Llevo muchos años sin poder hacerlo! Es bueno tener un descanso.
M: ¿Nunca sentiste que era mucha la responsabilidad?
F: Sí. Estaba colapsada. Súper colapsada. Yo quiero mucho a mis hijos, pero la capacidad de uno como ser humano es limitada. Mi primera guagua lloró los primeros tres meses de vida completos. El segundo no paró de llorar en ocho meses. Después descubrimos que era producto de una alergia alimentaria, pero me acuerdo que cuando llegué a ver al gastroenterólogo, después de meses sin saber por qué lloraba, el doctor me dice 'pero tu guagua no ha parado de llorar en todo este tiempo, ¿cómo lo has hecho? Yo tampoco he parado de llorar', le respondí.
El instinto
¿Siempre tuvieron clara su postura frente al tema de la maternidad?
F: Yo siempre pensé en tener hijos. Pero mi primera guagua fue algo que más bien se dio. Si me preguntas ahora, sí hubiese esperado hasta dar mi examen de grado para tenerla. Me daba susto quedarme sin terminar la carrera.
M: Yo, cuando tenía cerca de 15 años, tuve la certeza de que no quería tener hijos. Fue casi una revelación. Nunca dije que sí, o que quizás, o que más adelante. Me parecía deshonesto, porque sabía que no quería tenerlos nunca. Creo que me sacaron del cerebro la parte de la maternidad, siento que no la tengo.
F: A los 15 años cuando lo comentabas con tus hermanos, por ejemplo, ¿no te decían nada porque no querer?
M: ¡No! Creo que en ese tiempo ninguno pensaba mucho en eso.
¿Nunca te has arrepentido de esa decisión?
M: La verdad es que no. No me siento sola porque no echo de menos algo que nunca he tenido, como un niño. Tengo súper claro y se lo he dicho a mis sobrinos, porque somos muy cercanos: 'ustedes no tienen por qué acarrear conmigo cuando yo esté vieja porque mi decisión de no tener hijos fue algo súper consciente'. Nunca he sentido tampoco ese supuesto instinto maternal. Pero a pesar de eso, tengo mucha onda con los niños. No me molesta compartir con ellos siempre y cuando no sean mañosos. De hecho, me llevo muy bien con todos mis sobrinos, tenemos una relación muy cercana.
F: Yo también siento que tampoco tengo instinto maternal. Los niños de otras personas no me producen nada. Antes de tener a mis hijos hasta me daba un poco de lata cuando alguien llegaba con una guagua.
¿Qué ha sido lo mejor de tener hijos o de no tenerlos?
M: ¿Lo mejor? Me siento libre. No tengo que depender de horarios. Estar tranquila. Yo tengo un tema con el tironeo emocional, con que haya alguien que sea muy aprehensivo conmigo o muy dependiente. ¿Lo malo? Nada. Siento que no me equivoqué.
F: Lo mejor de ser mamá joven creo que es que tienes pocas aprensiones y harta energía. Uno mismo tiene menos mañas y se cuestiona menos las cosas. Mis amigas que tienen guagua ahora, que ya estamos en los treinta, tienen listas de cosas que necesitan para la guagua. Yo me río, porque me acuerdo que con mi primer hijo la mitad de las cosas eran prestadas, estábamos recién empezando. Tienes una visión de la vida un poquito más simple.
M: ¿Has podido trabajar desde que saliste de la universidad?
F: Estoy trabajando, pero desde la casa. He ido tomando algunas cosas como proyectos con horarios bien flexibles, aunque obviamente ha habido años enteros en los que no he trabajado. No quiero dejar a los niños por el trabajo todavía.
M: ¿Corres todo el día?
F: Sí. Corro todo el día porque todavía tengo muchos turnos, muchas idas al doctor, ¡los niños se enferman mucho! Pero sí me gustaría trabajar de forma más estable, tener algo más fijo.
M: Para mí es tema lo que pasa actualmente con el medio ambiente. Tú que tienes hijos chicos, ¿no te genera angustia pensar en el mundo que les estamos dejando?
F: No me da angustia, pero entiendo tu punto. Hace poco me dio por ordenar la casa y saqué muchas bolsas de cosas que tenía que botar. Ahora el reciclaje es un objetivo en mi vida, aunque no me ha resultado perfecto porque requiere tiempo. Estoy consciente del problema, pero creo que hay muchas etapas en la historia que han sido muy complejas y desafiantes. Creo que hay que inculcarles a los niños una preocupación por el mundo.
Vida en pareja
M: Tú estuviste casada un tiempo antes de tener a tu primer hijo, ¿lo pasaban bien?
F: Lo pasábamos bien, lo seguimos pasando bien.
M: ¿No sientes que los hijos los han separado de alguna forma?
F: Soy de la opinión de que los hijos no unen una relación, pero tampoco la desunen. Todo depende del proyecto que tengas con tu marido y por eso uno tiene que hacerse el tiempo para estar solos. Creo que nosotros hacemos un esfuerzo para generar esas instancias. Yo, por ejemplo, no tengo ningún problema con dejar a los niños con alguien que los cuide porque cuando estás en la casa con cuatro niños encima, no puedes conversar de todo. Y hay cosas que uno deja de lado que son necesarias de conversar. Por eso nosotros organizamos algunos viajes solos o salidas solos. Igual hay un poco de ese tironeo emocional del que hablabas tú, porque sé que mis hijos son chicos todavía y que me necesitan. Entonces una semana fuera para mí está bien, ya dos es mucho.
M: Después de andar corriendo con cuatro niños ¿no te pasa que llegas a la casa y lo único que quieres es dormir? ¿Qué pasa con las instancias de intimidad? Para mí eso siempre ha sido muy importante.
F: Obvio que eso pasa. Y pasa harto, sobre todo en los períodos más críticos. Y cuando son guaguas es mucho más difícil, pero yo he aprendido a relajarme. Además, tengo la suerte de que no llego reventada a la casa y tratamos de encontrar esos momentos de conversación. Quizás esto es poco pedagógico para los niños, pero tratamos de tomarnos una copa de vino o algo juntos incluso con ellos encima, antes de que estén durmiendo.
M: La pega que tienes y la de las mamás en general es mucho más agotadora que estar sentada en una oficina.
F: Te encuentro toda la razón. Pero piensa que hay muchas mamás que llegan de la oficina a dar comida, a bañar niños. Y eso sí que lo encuentro difícil. Creo que ahí está el desafío en que ambos papás puedan llegar del trabajo a hacerse cargo de los hijos. No te niego que en mi caso tampoco es perfecto. Mi marido a veces llega tarde a la casa, y en época de colegio los niños ya están a punto de quedarse dormidos.
¿Cómo le planteaste a tus parejas que no querías tener hijos?
M: Con mi primer marido pololeamos cuatro años antes de casarnos. Y él siempre supo que yo no quería tener hijos. Como tenía esa certeza, nunca fue un tema para nosotros. Con el segundo nos conocimos cuando yo todavía estaba casada, y fuimos amigos mucho tiempo. Por lo mismo, él también sabía que yo no quería ser mamá. Además, tenía una hija.
¿Qué habría pasado si te hubieses enamorado de alguien que sí quisiera tener hijos?
M: En algún momento me lo cuestioné con mi segundo marido. Me parece casi increíble pensar que entre dos personas que están enamoradas pueda nacer algo que sea de los dos. Y eso alguna vez me hizo sentido. Pero me parece una responsabilidad enorme. Creo que si tuviese un hijo y lo hago mal, aun cuando tenga las mejores intenciones, le puedo echar a perder la vida. Y esa presión no me hace sentido.
F: Yo, en cambio, no lo pensé tanto. Porque estoy de acuerdo en que es una tremenda responsabilidad.
M: ¿Te da miedo equivocarte?
F: Es que me equivoco todo el rato.
M: ¿Y no te da cargo de conciencia?
F: Quizás es más un tema de la vida, pero creo que ahora todos nos cuestionamos mucho, y quizás demasiado. No sé por qué existe la idea de que hay que hacer todo perfecto con los niños, cuando no se puede. Y siendo hijos, todos sobrevivimos a los errores de nuestros padres. Ahora estamos más aprensivos como papás, pero hay miedos que hay que soltar. Yo tengo claro que me voy a equivocar, y lo asumo. Siempre se puede pedir perdón.