Color rojo estándar, de intensidades distintas, que comprende también tonalidades cercanas al rosa, naranja o cobre. La denominación constituye una referencia directa a la coloración de organismos muy diversos llamados corales. El más conocido adopta la forma de árbol marino. Dos simbolismos se vinculan a esta condición. Su estructura refiere al eje del mundo, a las raíces. El color rojo, a la sangre, a lo visceral, al océano inferior, al abismo. Según la leyenda griega, el joven Perseo, en su intento por salvar a Andrómeda, decapita a la medusa Gorgona arrojando su cabeza sangrante sobre un manto de algas marinas, las cuales se habrían petrificado.
Origen
La utilización del color coral en la indumentaria remite a la Antigüedad. Los romanos emplean dicha materia -proveniente del mar Tirreno, cercano a Nápoles- como amuleto colgante, principalmente en los niños y para protegerlos de distintas enfermedades. Durante la Edad Media, se fabrican collares a partir de cuentas esféricas, al centro de los cuales penden fragmentos de coral en bruto dispuestos a modo de cruz. Su función consiste en alejar fuerzas demoníacas. El amparo se extiende también hacia las mujeres. Su presencia contribuiría a combatir las irregularidades del ciclo menstrual.
Tendencia
El color coral se incorpora a la vestimenta femenina, a partir del siglo XIX. En el año 1810, las revistas especializadas lo visualizan en una tonalidad intermedia, asociado a las túnicas de seda que se usan sobre los delicados vestidos de muselina blanca. En 1834, por el contrario, predomina el matiz anaranjado en abrigos militares, con borde de piel en el ruedo y manguito del mismo material. Un siglo después, Paul Poiret diseña un vestido de noche de lamé dorado, estilo griego, al que agrega una ancha banda de crepé coral rojizo, con dibujos tejidos en hilos de oro. A comienzos de los 60 coexisten una amplia variedad de posibilidades cromáticas. La casa Dior crea un vestido trapecio sin mangas, cruzado sobre el busto y aglobado en el bajo.