Paula 1169. Sábado 14 de marzo de 2015.
El grupo de mujeres Las Buenas Amigas se reúne hace 40 años a tejer cada semana en una sala de la iglesia Nuestra Señora de Guadalupe en la Población Yungay, de la comuna de La Granja.
La lana ha ocupado un espacio fundamental en las propuestas otoño-invierno de varias casas de moda, que han mostrado vestidos hechos completamente en esta materialidad (Chanel), tenidas de suéter y pantalón (The Row) e imponentes suéteres oversized (Salvatore Ferragamo, Ralph Lauren y Prada).
Con esas referencias en mente, en diciembre pasado el equipo de Moda de revista Paula invitó al diseñador Gerardo Tyrer (63) para trabajar en conjunto en una interpretación de esa tendencia, llevándola al terreno local, tanto en diseño, como en materialidad y confección. La elección no fue casual: en sus 30 años de carrera, el diseñador se ha movido entre "lo experimental y lo tradicional", como él mismo explica, y ha tenido a las telas de lana como un elemento fundamental de varias de sus colecciones. Los diseños de Tyrer, que dio sus primeros pasos junto al sastre Atilio Andreoli en la década de los 80, se caracterizan por prescindir de los colores estridentes y decorados ostentosos, y más que prendas son verdaderos envoltorios que construye directamente sobre el maniquí o el cuerpo del cliente.
"Me sumé a la propuesta de Paula porque tengo un especial interés por los pueblos originarios de América, para los cuales los tejidos en lana son parte primordial de su cultura", dice Tyrer. El diseñador, que ha creado colecciones con tejedoras mapuches de Nueva Imperial y campesinas de Vilcún, en esta oportunidad decidió trabajar con el grupo Las Buenas Amigas, de la Población Yungay, de la comuna de La Granja, por su larga experiencia. Se trata de 14 mujeres, de entre 50 y 70 años, que hace cuatro décadas se reúnen sagradamente, con palillos y ovillos, todos los martes en la mañana en una sala de la iglesia Nuestra Señora de Guadalupe. La mayoría llegó a vivir al sector a principios de los 70, cuando el lugar era una toma. Lo que comenzó como una necesidad para aportar dinero a sus casas a través de los tejidos que hacían y vendían, apoyadas por el sacerdote Esteban Gumucio, derivó en un espacio de encuentro; una instancia para conversar, reírse y compartir. "Nos sumanos al proyecto de la revista porque siempre nos gusta estar aprendiendo nuevas técnicas y trabajar con Gerardo Tyrer nos lo permitió", cuenta Basilia Bastías, una de las tejedoras.
Gerardo Tyrer no diseña en papel ni en computador. Lo suyo es imaginar y llevar a cabo. Como es habitual en su metodología, para este proyecto trabajó directamente sobre un maniquí. Durante el proceso, contó con la colaboración de la diseñadora textil inglesa radicada en Chile, Carlota du Pontavice, quien comparte con él la fascinación por la estética y materialidad utilizada por los pueblos originarios del continente americano.
Un mes demoró Tyrer en elaborar los prototipos de las cinco piezas de la moda. Trabajó en base a rectángulos de popelina, tela de bajo costo que le permitió proyectar los volúmenes que le interesaba obtener, posteriormente.
En febrero, Tyrer se reunió por primera vez con las 14 tejedoras que dieron forma a tres piezas del total de cinco que conforman la moda Máxima Expresión. Lo primero que hizo fue mostrarles los prototipos de popelina que él había realizado para que ellas decidieran qué punto usar para lograr las formas y volúmenes esperados. Eligieron el punto jersey y gruesos palillos de madera número 12,5. En total, usaron 15 kilos de lana chilena tipo rueca en tres tonos de grises. Demoraron 14 días en hacer las piezas, tejiendo cinco horas diarias.
"Quise darles un aire salvaje y primitivo a estas piezas. Los nudos para amarrar y el juego con la torsión tienen un rol fundamental en la creación de estos envoltorios gigantescos", dice Tyrer.