Cuando nos olvidamos de disfrutar
En etapa de crianza, nos ponemos en función piloto automático y avanzamos como reloj cumpliendo rutinas, trabajos, y diferentes roles. La semana es estricta, con muchas responsabilidades y funcionamos mejor si todo tiene un orden claro y es más o menos predecible. Las sorpresas no son tan bienvenidas, ya que alteran el funcionamiento de esta mecanización, y nos desprograman. Esta desprogramación nos hace correr el riesgo de que todo entre en caos. Pero empieza a pasar que dejamos de disfrutar, nos olvidamos del goce. Perdemos la capacidad de encontrar momentos donde pasarlo bien con nuestros niños, de reírnos con ellos. Y es que vamos como caballos de carreta, con la mirada enfocada en llegar al final de cada semana más o menos enteros como padres. Llegar a alguna meta.
Así fue como un día, sentía que estaba haciendo aguas por todas partes. Que mis niños estaban cansados, rabiosos y muy peleadores y yo me pasaba enojada, dando instrucciones. Además, me encontré amenazándolos constantemente con tal de que hicieran lo que yo les estaba pidiendo. Esto justo coincidió la ida a ver a una sicóloga infantil por un tema de uno de mis hijos, así que aproveché de contarle esta sensación. Y claro, sobre todo cuando uno tiene tantos hijos, es muy fácil caer en esta dinámica de llegar a la meta. Funcionamos como un robot inteligente y nos olvidamos de disfrutar, de gozar, de hacer cosas simples y entretenidas con ellos. Nos dejamos de reír de sus travesuras o locuras. Y se nos olvida la flexibilidad que hay que tener para poder criar niños y además disfrutarlos.
Al darnos cuenta es más fácil poder hacer mini cambios y volver a encontrar momentos cotidianos, caseros y simples de disfrute. Porque no estoy hablando de hacerles panoramas, ni de llevarlos a alguna parte o comprar cosas, hablo de encontrar eso en la simplicidad el día. Por ejemplo, sentarnos a jugar con ellos un rato, en el suelo. El contacto con el suelo produce algo, te reconecta y te devuelve a una posición física más de niño, lo que te pone en actitud de juego, a la altura de ellos. No es fácil jugar. Muchas veces estamos tan cansados que no sabemos qué hacer. Pero el solo hecho de bajar al mundo de ellos, ponerles algunos animales en el suelo, va a tener un efecto positivo. Como el juego es innato en los niños, probablemente sean ellos los que inicien un juego y nosotros solo tengamos que seguirlos.
Otra forma de aliviar esta sensación, es empezar a reírse. Comenzar a devolverle el humor a la crianza. De tomarse las sorpresas que pone la semana como algo que puede ser entretenido y que le agrega humor a la rutina y la hace menos monótona. Una tercera alternativa es "elegir las batallas". No podemos ir a todas las peleas y guerras con los niños. Hay que elegir algunas, las que son prioridad. Y las que no son tan importantes, dejarlas pasar. Porque si no, nos convertimos en padres y madres que estamos constantemente dando una instrucción, dictando una orden, corrigiendo algo, interviniendo en una pelea, y los niños simplemente dejan de escucharnos. Nos bloquean de su campo auditivo. Porque lo único que oyen de nosotros, viene en tono de reto, de institutriz, a la que ya da lata escuchar. Imagínense tener al lado un gigante que nos va dando pauta de cómo hacer las cosas. Fatal. Colapsaríamos y también dejaríamos de escucharlo. Al elegir las batallas se reducen nuestros enfrentamientos en un cincuenta por ciento, por lo que se producen más espacios para pasarlo bien y así lograr encontrar esos momentos que hacen que la maternidad/paternidad sea más llevadera y entretenida.
El llamado es a encontrar esos momentos para disfrutar más esta etapa y no morir en el intento.
María José Buttazzoni es educadora de párvulos y directora del jardín infantil Ombú. Además, es co-autora del libro "Niños, a comer", junto a la cocinera Sol Fliman, y co-fundadora de Soki, una plataforma que desarrolla cajas de juegos diseñadas para fortalecer el aprendizaje y la conexión emocional entre niños y adultos.
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