Siempre tuve mucha ilusión con ser mamá y desde mucho antes de serlo, me interioricé en el mundo de la maternidad desde mi profesión (la psicología) y también desde la experiencia de otras mujeres madres. Cuando me embaracé de la Olivia, mi hija mayor que hoy tiene cinco años y medio, decidí practicar yoga. Había hecho antes de manera intermitente y en esa etapa sentí que me faltaba conectarme más con mi cuerpo, así que a las ocho semanas me inscribí para hacer Kundalini prenatal. La práctica me ayudó a empoderarme, aprendí mucho sobre lactancia, parto y puerperio pero también en ese lugar conocí a muchas mujeres que estaban en la misma situación que yo. Así se armó un grupo muy lindo, pero con el tiempo inevitablemente se perdió el contacto, se fue diluyendo.
Retomé el yoga cuando me embaracé de mi segundo hijo, Tomás. A muchas de mis compañeras de clases no las conocía, pero de a poco empezamos a generar vínculos y por temas prácticos armamos un grupo de WhatsApp. Al principio hablábamos principalmente para ponernos de acuerdo para ir a clases juntas o para compartir algo de información relacionada con temas del post parto, pero con el tiempo derivó en una relación. Éramos alrededor de quince mujeres que, si bien no siempre coincidíamos en las clases, estábamos conectadas. Nos reencontramos luego en las clases de post natal, ya con nuestros niños.
El grupo empezó a agarrar vuelo y actualmente somos 55 quienes lo conformamos. Algunas aún no nos conocemos en persona, otras actualmente viven en el extranjero y con otras nos juntamos en la plaza, hacemos pic nic o panoramas con los niños. Incluso hemos celebrado navidades juntas, donde llegamos a una especie de "cita a ciegas"; esta experiencia la hemos repetido ya durante dos años y ha sido increíble. Estamos todas más o menos en las mismas, y eso ha generado que se de un nivel de intimidad y profundidad que nos hace sentir que nos conocemos mucho. Hay casadas, separadas, solteras, mamás jóvenes y otras no tanto. Es un grupo muy variado al que nos convocó inicialmente nuestro interés por practicar yoga, pero que en el camino nos dimos cuenta que todas compartimos también un interés genuino por acompañar a nuestros hijos desde la mirada de la crianza respetuosa.
Hace tres años formamos este chat y es un 24/7. Hablamos de cosas cotidianas, desde compartir datos de pediatras hasta situaciones familiares complejas. Pocas veces había logrado el tipo de relación que tengo con ellas, "mis amigas de yoga", ese nivel de intimidad y conexión, incluso diferente al que mantengo con quienes conozco hace mucho tiempo atrás.
Me considero una mamá con hartas redes, mis papás me apañan, mis amigas de la vida están en las mismas que yo, pero esto es a otro nivel. A medida que pasa el tiempo, no siempre se generan lazos tan profundos y hay menos espacios para que aparezca gente nueva en tu vida, y abrir esos espacios ha sido una tremenda experiencia me ha permitido aprender muchísimo.
He conocido a mujeres que me han marcado desde su experiencia y desde su manera de vivir la vida. Mujeres sabias, alegres, generosas y cariñosas; sin buscarlo, se creó una red sin precedentes. Aquí conviven todas las realidades. No se da eso de andar enjuiciando estilos de maternidad ni de generar culpas. Es un grupo muy real, cero de "mamá Pinterest" o de revista donde solo se quiere mostrar la parte linda. Todas estamos ahí disponibles y mostrando nuestras vulnerabilidades, compartiendo nuestras experiencias y buscando apoyo. Si te pasa algo, sabes que siempre ahí va a haber alguien dispuesta a escucharte y aconsejarte sin juzgar ni criticar. Todo parte del respeto y la tolerancia.
Nuestra red es como tener a una amiga al lado todo el tiempo. De repente estás atorada, o tuviste un mal día y ahí encuentras consuelo; otras veces quieres compartir tus alegrías y logros. Sé que nos importa genuinamente lo que nos pasa, estamos pendientes de la vida de las otras desde el cariño. Todas valoramos mucho este espacio y lo respetamos, porque creo que nadie lo quiere perder.
Esta compañía para mí ha sido fundamental y ha marcado una diferencia importante en mi segunda maternidad y especialmente durante el puerperio. Hay una cosa de generosidad y cooperación que ayuda mucho en la crianza. Con este grupo he aprendido a bajar las expectativas, a vivir una maternidad más sincera, más acompañada, más "consciente" y a dejar de lado las culpas, o al menos intentarlo…
La típica frase "para criar a un niño hace falta una tribu entera", acá se vuelve evidente. Al ser virtual, no están las manos para tenerte a la guagua mientras te duchas, pero sí está la contención emocional que es aún más importante. Ese concepto de sororidad no lo entendía bien hasta ahora, y gracias al grupo se me hizo muy concreto. Acá compartimos nuestras luces y nos atrevemos a mostrar lo que se nos vuelve más oscuro. Es un espacio libre de egos, honesto, cálido y por sobretodo, real.
Constanza Pérez Tiska es psicóloga y tiene 36 años. Es mamá de Olivia y Tomás.