El 7 de julio iba en el auto camino al sur con mi familia a ver a mi hermana que vive cerca de Pucón. Se me venía un viaje de nueve horas con Dante, mi hijo de siete años, Mar, mi guagua de 4 meses, y mi marido. Antes de partir, Dante me dijo que por favor no se nos olvidara su tejido. En su colegio le estaban enseñando a tejer y estaba muy motivado a avanzar en eso. Ni a la ida ni a la vuelta me pidió el celular. Ni una sola vez. Jugamos a las patentes de los autos de la carretera y cantamos, mientras él tejía y tejía. Y así, lo que partió siendo una bufanda para su hermana terminó siendo cualquier cosa llena de colores. Se veía tan exquisito tejiendo en su asiento que le saqué una foto y la publiqué en Instagram. Sin buscarlo ni imaginarlo, la foto fue un fenómeno. Tengo alrededor de 7 mil seguidores y en general mis fotos no tienen más de 300 o 400 likes. La de Dante tejiendo tuvo más de 2 mil.

En los cientos de comentarios, hubo dos visiones frente a esa imagen. Uno se enfocaba en que supuestamente tejer no era algo vinculado a los juegos de hombres, lo que me sorprendió mucho. Dante ha estado siempre en un sistema educativo Waldorf -primero en el jardín infantil y ahora en el colegio-, donde se educa a los niños y niñas por igual. Ahí el tejido, la música, las ciencias o las matemáticas son herramientas que se les entregan a todos. Yo jamás hubiese pensado poner a mis hijos en un colegio que no fuera mixto. Para mí los colegios que separan a hombres y mujeres solo se justificaban en la época de los internados.

Cuando mi hijo tenía dos años, le regalé una cocina de madera con ollas y todos los implementos. Más de alguna persona se sorprendió. Lo mismo cuando le construí un coche de madera para que llevara sus peluches a la plaza. Cuando me embaracé de su hermanita, un primo le dijo que ojalá la guagua fuera hombre, porque si no qué lata. Dante me tomó la mano, me miró y me dijo que él estaría feliz si fuera mujer. En el mundo de Dante, los niños y niñas hacen lo mismo: tejer, jugar a la pelota o subir árboles.

El otro tema que surgió de esa foto en Instagram fue que no estuviera usando tecnología. Hasta ahora en nuestra casa no tenemos televisión, ni tablets. Mucho menos video juegos. Mi hijo es súper creativo, independiente y sociable. Me apena que los niños vean televisión todos los días, que tengan el poder del control remoto y puedan elegir qué ver. Me parece grave que sean dueños de lo que ven, que tengan acceso a cosas que no corresponden a su edad. A veces los comerciales son lo más peligroso.

Es importante ser consecuentes con lo que juega e incluso lo que come. Durante todo el año nos esforzamos en eso, entonces no puedo dejarlo que se siente por horas a ver televisión cuando estamos en una casa ajena, porque es darle un mensaje equivocado.

Me pasa además, que cuando ve mucha televisión o videojuegos, en vez de jugar a armar castillos con los Playmóbil, se pone a jugar a la guerra. Se nota que se altera. Se dice que el uso de la tecnología produce cortocircuitos en las cabezas de los niños.

Tampoco soy intransigente y creo en el balance. Con el tiempo me he dado cuenta de que debo elegir mis batallas. Los fines de semana hacemos muchos panoramas, salimos a parques, museos y en las tardes vemos películas en familia, las elegimos juntos en Netflix. Lo hemos llevado a los Juegos Diana y cuando está con sus primos también ve monitos, pero él sabe que me tiene que pedir permiso. También hacemos asados con amigos, ponemos música y compramos helados. No somos una familia aislada ni vivimos en una burbuja, tomamos decisiones considerando lo que creemos que es mejor para él. Dante entiende que hay cosas que no le hacen bien y lo tiene incorporado. No se trata solo de prohibir, si no que de tener el control. Los niños necesitan límites, los hace sentirse seguros y queridos.

Quizás parte importante de mi visión tiene que ver con que crecí fuera de Chile. Mi papá era diplomático y por eso con mi familia estuvimos en distintos países. Eso nos permitió aprender otras cosas y tener la mente más abierta, siempre en colegios mixtos, aprendiendo de distintas culturas, costumbres e idiomas. Nunca vería a un niño tejiendo como algo raro, porque no lo es. En cuanto a la tecnología, es cierto que es parte de nuestras vidas. Yo trabajo súper conectada, pero para un adulto es distinto que para un niño. Es una locura ver guaguas con el celular en la mano porque ni siquiera lo están pidiendo. Los niños son esponjitas, y mientras pueda protegerles su infancia, lo voy a hacer. Que jueguen y sean felices es lo más importante.

Luz Prieto es mamá, periodista, doula y emprendedora en @bebemiluz