Criar juntos estando separados: “Por suerte no somos de los que se están quitando el piso ni desautorizando”
Hace casi dos años que con mi ex marido decidimos separarnos. Y desde ahí he vivido tiempos raros porque, aunque todo ha sido en buenos términos con él, he sentido de parte de quienes nos rodean solo críticas en cuanto a las decisiones que hemos tomado para ponerle fin a nuestra relación, algo que a ratos me ha hecho sentir que la única manera válida de hacerlo, es separarse en malos términos. Algo así como que el hecho de que no haya infidelidades, malos tratos o un hecho puntual de por medio que haya impulsado el quiebre definitivo, le diera al resto el derecho de opinar, o más bien criticar lo que estamos haciendo.
Los dos hemos sufrido con esto. Y mucho. Porque nadie podría desconocer que una ruptura significa un dolor e implica un fracaso duro de enfrentar, pero ambos hemos estado abiertos al diálogo, a conversaciones que evidentemente no siempre terminan bien pero que siempre han tenido como foco principal intentar tomar el camino menos doloroso para los tres hijos que tenemos en común.
Y fue por ellos tres que decidimos tomarnos el tiempo de pensar y analizar bien cómo dividiríamos el tiempo que les entregaría cada uno. Ambos somos padres muy presentes, por lo que nunca estuvo en mis planes imponerle un régimen en el que fuera solamente yo la que ganaba tiempo con ellos. Así que nos asesoramos con abogados, sicólogos y siquiatras que luego de evaluarnos a nosotros y a los niños, nos llevaron a concluir que la tuición compartida sería para nosotros, el mejor de los mundos. Y la verdad es que hasta este momento al menos, pandemia incluida, lo ha sido.
Con mi ex estuvimos y seguimos estando de acuerdo en la crianza y educación que le queremos dar a los tres niños y pienso que eso ha sido determinante en esta decisión. En ese sentido estoy convencida de que los dos estamos tranquilos cuando se van con el otro y convencidos de que, en esos días, pase lo que pase, el que esté a cargo va a actuar de manera coherente a lo que ambos les inculcamos. Además, para las cosas importantes siempre nos llamamos y nos ponemos de acuerdo antes de actuar frente a ellos. Por suerte no somos de los que se están quitando el piso ni desautorizando.
Lo más difícil de esta decisión fue pensar en que quizá esto de ir constantemente de un lado a otro los haría sentir en terreno de nadie. Que finalmente el hecho de tener todo duplicado pudiese hacerlos sentir como que no pertenecían a un lugar concreto, que no sintieran que ninguna de las dos es “su casa”, pero por suerte en lo que llevamos con esta dinámica creo que eso no ha sido así. He visto a los niños felices cada vez que viene su papá a buscarlos y se ponen felices también cuando me ven llegar todos los martes en la tarde.
Debo reconocer que, así como este régimen tiene cosas buenas -porque aunque suene a una mamá descorazonada poder dormir hasta tarde o irme fines de semanas con amigas teniendo la tranquilidad de que ellos estarán bien ha sido algo bueno-, hay muchas semanas en las que se me hace muy pesado no verlos en la rutina, perderme esa cotidianidad. Los echo de menos y me duele que estén lejos, pero de a poco me he ido acostumbrando a la idea. Es que verlos bien a ellos y que ellos sientan que sus papás estamos bien es de gran ayuda. Y he aprendido a mirar la parte llena del vaso y a convencerme de que el hecho de que los dos tengamos tiempo para dedicarnos a nosotros sólo nos ayudará a ejercer nuestro rol de papás con más ganas. Estoy segura de que sentirnos realizados y estar convencidos y cómodos con la decisión que tomamos ayuda también en la relación con nuestros hijos.
Llevamos poco tiempo en esto y cuando lo decidimos dijimos que sería algo que evaluaríamos cada cierto tiempo, mirando a los niños y las etapas que atraviesen, pero por ahora al menos, ha sido una decisión que me tiene tranquila y que me hace sentir orgullosa como madre y como ex.
Lorena (43) es mamá de tres y publicista.
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