A estas alturas todos conocemos bien el término Papitos Corazón; esos hombres que se desentienden monetariamente de sus hijos, creyendo que comen aire, se visten con hojas o que la vida básicamente es gratis. Por suerte ahora se les está persiguiendo y forzando a cumplir con su responsabilidad económica. Pero ¿qué pasa con los papás que sí cumplen con la Pensión Alimenticia pero desaparecen de la vida de sus hijos? Esos que son como una especie de cajero automático que sólo sirve para entregar el dinero pactado por un Tribunal a comienzo de mes, pero no aparecen en la vida de sus hijos, no los llevan al colegio, no asisten a las reuniones de apoderados, no van a los doctores, no los ven para el día del padre ni para sus cumpleaños, y peor aún, no llegan los días en que por “contrato” deben retirarlos, y los niños se quedan esperándolos en la puerta con sus mochilitas puestas y sus ojitos vidriosos.
Nadie es capaz de dimensionar el dolor de una mamá al ver esa escena. Una mamá que trata de compensar el daño causado por el padre, siendo mamá y papá a la vez; inventado historias coherentes a la edad de sus hijos para tratar de justificar la ausencia del padre que anda suelto por la calle, haciendo su vida liviano, feliz, contento.
Agradezco de corazón que los Juzgados de Familia estén velando arduamente por el cumplimiento de la Pensión Alimenticia. Pero ¿quién vela por el cumplimiento del Régimen Directo Regular, antiguamente llamado Régimen de Visitas? ¿Quién protege a esas mamás desbordadas que hacen todo lo humanamente posible por cumplir, ellas solas, la responsabilidad que debe ser de a dos?
Lamentablemente, en mi experiencia, la respuesta es: nadie. No hay pena, apercibimiento, juez ni Tribunal que persiga y castigue a un Papito Corazón que no cumpla su régimen de visitas.
Cuento con uno de los mejores buffet de abogados de familia para que me representen. Realmente se desviven por mi caso. Pero ellos no pueden modificar las leyes. Y cada fin de semana que el padre no aparece, y yo debo cancelar mis planes; cada visita que no llega, y yo no puedo disponer de mi escaso tiempo; cada vacación que no se los lleva, y yo nuevamente me quedo sin verano, sin descanso, la respuesta es la misma: “Debes poner una constancia en Carabineros y nosotros informaremos al Tribunal”. Llevo más de 30 constancias puestas en su contra y el Tribunal sólo se remite a contestar tres semanas más tarde un correo que es una especie de burla judicial diciendo “se apercibe a ambas partes a dar estricto cumplimiento a lo ordenado”.
Estoy desprotegida. Vivo en permanente injusticia y nadie ni nada puede hacer algo por mí. Estoy cansada, agotada, impotente, enrabiada, frustrada, triste ¿Y él? Jugando rugby los fines de semana, y yendo a congresos al extranjero. Sin contar cuando no se los lleva en verano en la semana que le corresponde, pero los llama por camarita desde arriba de una lancha para mostrarles lo bien que lo está pasando –sin ellos, claro–.
Desayuno en mi auto mientras voy a dejar a mis hijos al colegio; almuerzo en el auto mientras voy a buscar a mi hijo chico, porque a los 30 minutos tengo que ir a buscar al mayor. Cada semestre me pierdo una reunión de apoderados porque son a la misma hora, pero en esta familia sólo hay mamá. Y rezo todas las noches para que no se enfermen porque ahí se me complica aún más la vida. También rezo por estar haciéndolo bien y que mis hijos sean buenas personas y felices. Que jamás resientan la falta de papá. Rezo para que solamente yo sea suficiente; que no me falte jamás la energía y que por favor no me muera hasta que ambos sean mayores de edad y ya no me necesiten.
Creo en el movimiento feminista desde mis entrañas. Es lo único que me queda. Porque la justicia vendrá desde nosotras. Juntas nos haremos escuchar. Apoyo cien por ciento a las madres que abogan por el pago de las pensiones alimenticias. Pero yo estoy aquí para decir que se necesita más que dinero. Por de pronto tiempo, un bien escaso y lejano con el cual no cuento. Se necesita apoyo. Se necesita compañerismo, responsabilidad, madurez y compromiso.
Siento que en Chile se ha descansado en el pensamiento que somos una sociedad matriarcal y que la madre puede con todo. Sí, puede con todo ¿pero es lo justo? ¿Es como debe ser? ¿Hasta cuándo lo vamos a permitir?