Cuando Kylie Jenner y el resto de la familia Kardashian decidieron desechar sus implantes y estrenar un look delgado, el mundo supo que la era del BBL (lifting brasileño de glúteos, en inglés brazillian butt lift) había terminado. Quienes habían gastado una fortuna en operaciones estéticas dedicadas a darles más curvas, a veces exageradas, quedaron fácilmente en el pasado y el resultado fue una tendencia igual o más peligrosa: las inyecciones para bajar de peso. La más conocida, Ozempic, un medicamento originalmente dirigido a personas con diabetes, se convirtió en el objeto de moda en las redes sociales lo que provocó que la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA en inglés) lo declarara entre las decenas de fármacos que escasean. Así, se evidencia la necesidad, muchas veces obsesiva, de estar a la moda por parte de mujeres, aún sin considerar los posibles efectos secundarios de estos medicamentos que se han comenzado a investigar, como las fiebres constantes, diarrea crónica e ideaciones suicida.
Entre las tantas consecuencias negativas de estas tendencias efímeras, hay una que preocupa: y es que a poner al cuerpo como foco de la moda, se crea el escenario ideal para la aparición de trastornos alimenticios.
Según la psicóloga experta en trastornos alimenticios, Isidora Guzmán, es fácil caer en las comparaciones cuando los algoritmos tienden a mostrarnos cuerpos que se ajustan perfectamente a los cánones de belleza. Pero aún más preocupante es cuando niños y adolescentes son expuestos a contenido potencialmente dañino. “Se ha visto que la aparición de conductas alimentarias alteradas es algo que, lamentablemente, está ocurriendo cada vez a edades más tempranas”, dice la psicóloga. “Hoy en día se ven muchos niños, sobre todo niñas, de entre 6 y 10 años que ya tienen inseguridad corporal”, agrega la profesional.
Y es que si bien en las redes sociales existen políticas estrictas hacia el contenido relacionado a TCA (Trastornos de Conducta Alimentaria), este sigue existiendo de manera implícita, y suele esconderse detrás de un mensaje de salud y bienestar.
Un ejemplo de esto es el Wonyoungism, un estilo de vida inspirado por Jang Wonyoung, cantante surcoreana del grupo IVE. Si bien ella nunca ha promovido dietas a sus fans y, de hecho, les ha invitado a no hacerlas, quienes siguen este estilo de vida, principalmente niñas de entre 9 y 15 años, consideran la restricción calórica como un punto fundamental de la tendencia. “Empecé a los 12 y mírame ahora, casi con piel sin impurezas, un cuerpo de ensueño y un estilo de vida saludable”, le dijo una seguidora anónima de la tendencia a DAZED Beauty. El Wonyoungism promueve cosas positivas como el estudio constante y la corrección de postura pero también influye a sus seguidoras a contar las calorías consumidas y a ejercitarse de manera excesiva.
Es un escenario parecido al de Tumblr en 2014, cuando en la red social circularon posts ‘pro-ana’ y ‘pro-mia’ que hacían una apología a la Anorexia y la Bulimia; o los foros de principios de los 2000 en donde personas daban consejos para ayunar por largos periodos de tiempo. Ejemplos que dan cuenta cómo cada generación con acceso masivo al internet ha tenido a su alcance contenido relacionado a los trastornos alimenticios.
Las comunidades de personas con trastornos alimenticios consideran estos espacios como seguros en tanto se pueden tratar temas que no son fáciles de hablar con quienes no tengan algún trastorno alimenticio. Sin embargo, es imposible negar el impacto negativo de comunidades en donde se promueven conductas poco saludables.
La ley TCA
Según Guzmán, las personas con TCA suelen basar su contenido de redes sociales en base a la comida. “Estos pacientes suelen consumir, por ejemplo, videos sobre ¿qué comer en un día?, recetas “saludables” para reemplazar alimentos que quieren, etc. Esto aumenta el problema porque están pensando todo el día en alimentos, hay una preocupación constante por la comida”, afirma la psicóloga.
La doctora Heather Davis respalda lo dicho por Guzmán en un estudio sobre el contenido relacionado a comida en Tiktok y argumenta que la clave es que los usuarios “siempre piensen críticamente sobre lo que están viendo, ya que las redes sociales son espacios en donde el contenido extremo tiende a generar más visualizaciones”. Sin embargo, sin padres preocupados y con regulaciones internas obsoletas de parte de las redes sociales, es difícil que los públicos más vulnerables como niños y adolescentes piensen críticamente sobre lo que ven en internet.
Asimismo, es importante entender los TCA y la relación cercana con el resto de la sociedad. “Muchas veces hablamos de los trastornos de la conducta alimentaria como enfermedades individuales y es súper importante hablar de los trastornos de conducta alimentaria como enfermedades sociales”, afirma Sophia Bugueño, psicóloga y una de las impulsoras de la Ley TCA.
Inspirada por su propia experiencia con un trastorno alimenticio y junto a Valeria Mena, la profesional ideó un borrador en donde se detallan planes de prevención, tratamiento y regulaciones publicitarias sobre el uso de modelos extremadamente delgadas. Pero de eso ya han pasado 2 años y el proyecto se encuentra olvidado en la cámara baja.
“El proyecto se encuentra básicamente durmiendo porque no se le da la relevancia, porque hoy día no hay cifras. Al no tener cifras no vemos la gravedad y cuánta gente realmente está sufriendo de esto”, afirma Bugueño. En Chile existe poco apoyo a las políticas estatales relacionadas a la prevención y tratamiento de trastornos alimenticios. De hecho, no existen cifras oficiales de pacientes que sufren de estas enfermedades, más que las rescatadas por estudios de universidades que establecen datos preliminares pero no suficientes.
Como dice Bugueño, pareciera que ni siquiera la alta mortalidad de estos trastornos es suficiente para que el tema pase a la esfera pública (un 80% de los pacientes adolescentes presenta problemas cardiovasculares y un 5% del total fallece por complicaciones derivadas), por lo que quienes deseen recuperarse tendrán que seguir endeudándose para pagar cifras millonarias en tratamientos y centros especializados. Por eso es que ve el futuro con poca esperanza: “Creo que todavía no se le toma seriedad al asunto, no se toma la seriedad que merece. No sé qué tendría que pasar para que tuviera el impacto que necesitamos que tenga”.