Elena y su marido llevan un año y medio tratando de quedarse embarazados por segunda vez. La primera fue relativamente fácil. Nunca llegaron a preocuparse, pero ahora ha sido distinto. “Hasta que no me quede embarazada, ya no sé cómo tener sexo por placer y no por guagua”, reconoce. Hoy tiene 35 años.
“Desde que nos empezamos a dar cuenta que no resultaba y la presión empezó a crecer, a él cada vez le cuesta más acabar. Cuando eso ocurre, yo me enojo, él se estresa más y menos resulta. Hemos hecho de todo, pero lo que más me gustaría hoy es hacerme una fertilización in vitro que no involucre la presión de tener sexo”, dice.
Cuando este camino recién comenzó, señala, el sexo era normal y frecuente, como cuando no existían las presiones. Sin embargo, cuando empezaron a darse cuenta de que estaban tardando más de lo esperado, comenzaron las frustraciones. Elena comenta que, como pareja, se propusieron buscar distintas maneras de mantener prendida la llama. Intentaron con disfraces, porno, juguetes. Se propusieron no hacerlo solo los días fértiles. “No queríamos que se volviese mecánico”, enfatiza. No obstante, después de un tiempo, el entusiasmo empezó a terminar. “Lo hacíamos el día 12, 14 y 16 del período fértil para tener más chances. Hoy hemos perdido las esperanzas y solo lo hacemos el día 14 cuando resulta. Yo noto que él ya se arranca de mí”.
Aunque no es la norma, los cambios en el deseo sexual que viven como pareja es más común por estar buscando tener hijos, pero también es algo que no solo afecta a quienes lo están intentando: Entre los 30 y los 35 años por lo general las personas viven muchos cambios profundos en sus vidas, y estos desafían también la sexualidad.
¿Qué pasa en este período?
Las vidas de las personas son tan diversas como seres humanos hay en el mundo, y por lo mismo, nunca se puede generalizar. Menos aún en una generación que es mucho más abierta a las anteriores y más diversa en sus opciones de vida. Además, “las experiencias varían entre aquellos que están en pareja, casados, solteros, entre aquellos que tienen y quieren hijos o no, según el tipo de educación que recibieron, de sus ejemplos a seguir, y de si sienten algún tipo de presión o no”, señala Josefina Lazcano, psicóloga especialista en terapia sexual. Con todo, entre quienes estudian estos temas hay consenso que el periodo que va entre los 30 y los 35 años es una etapa de profundos cambios en distintos niveles para la mayoría de las personas, y eso muchas veces impacta directamente en la vida sexual.
En estos años ocurren cambios a nivel psico-social, profesional y económico, y las personas por lo general tienen más definidos sus gustos, su estilo, personalidad, carrera, objetivos, y por lo mismo, están más empoderados y seguros de sí mismos. Lazcano explica que esta autoimagen más completa y estable de lo que quiero ser y lo que quiero vivir, se traduce también en cuestiones de cama.
La terapeuta y sexóloga Eleonora Delgado sostiene también que es en este periodo que muchas personas se establecen en una relación afectiva, generalmente de convivencia, independiente de su estatus legal, y entran en una dinámica más intensa, tanto desde lo doméstico, como de lo logístico y lo laboral. Todas estas exigencias tanto de lo económico como de las responsabilidades generalmente aumentan los niveles de estrés, y con ello, muchas veces “puede impactar en la libido, independientemente del género, aunque en general, más en las mujeres”, dice. Por ejemplo, en el caso de las parejas con hijos, hay cambios en las dinámicas, falta de sueño, cansancio físico, desgaste emocional y sobrecarga logística. Todo esto, sumado a que ahora toda la atención está en los hijos, genera un gran impacto sexual en la pareja.
Delgado agrega que después de los 30 años también pareciera entrarse en una etapa en la que, desde los paradigmas estético-sociales, se empieza a perder la juventud, afectando algunas veces la autoestima, lo que también impacta en la vida sexual. En el caso de las personas solteras, la autoconciencia y las experiencias tienden a hacer que sean más selectivas a la hora de involucrarse en actividades sexuales, mientras entre las personas que están en pareja, ya sea convivientes o no, los itinerarios de trabajo van limitando los tiempos de calidad disponibles, haciendo que los encuentros sexuales se concentren más los fines de semana. “Esta dinámica hace que se den por sentados los aspectos de vinculación emocional y la interacción y comunicación, se convierte muchas veces en intercambios funcionales que van desconectando a las parejas”, señala Delgado.
Para las personas que están sin pareja y están entre los 30 y 35 años, sobre todo en las mujeres, esta etapa puede vivirse como una donde hay mucho empuje profesional, pero acompañado también de cierta incertidumbre, ansiedad, y miedo de no estar formando algo que a la larga de la opción de tener hijos, dice Lazcano. “Hay un cuestionamiento de si no tengo pareja ahora, y no alcanzo a formar una relación estable, quizás me quede sin ser madre. Es un cuestionamiento que no pasa en los hombres, porque ellos pueden ser papas hasta muy adultos. Es una angustia muy femenina. Se ve en los hombres, pero más en la fuerza, en la energía, en la idea de ser papas jóvenes, más que en poder ser padres. Es diferente el enfoque y también la ansiedad o angustia que eso puede generar”, dice.
Lo anterior es lo que de alguna manera se conoce como el reloj biológico. Existe la idea de que el tic tac de ese reloj en el caso de las mujeres expira después de los 35 años, por lo que se considera esta etapa como una en la cual se debe iniciar una familia, lo que cambia de forma considerable la dinámica sexual.
Reloj y disfunciones
El reloj biológico es un tema recurrente en las mujeres en estas edades, y es un tema que muchas veces preocupa.
Lazcano indica que esto implica que, si bien en esta etapa hoy hay más soltura y más autoconocimiento, el sexo comienza a tener una finalidad. “Eso a veces quiebra las pasiones, sobre todo si en el camino las cosas no salieron tan fluidas y se debe empezar con tratamientos de fertilidad. El ponerle control a algo que dice ser libre, genera estragos en el deseo, y la falta de deseo es una de las disfunciones sexuales más comunes que hoy podemos ver, y ya no solo en las mujeres, que es donde se visibiliza más, sino también en los hombres, que en mi experiencia es mucho más frecuente que antes”, indica.
Eleonora Delgado dice que la pérdida de espontaneidad y la sustitución del placer por el objetivo de procreación, hace que se tiendan a presentar algunas disfunciones sexuales. Esto se genera por el nivel de exigencia mutua que se presenta en torno a la relación sexual. Explica que todo esto genera estrés, lo que puede manifestarse en pérdida de libido, deseo o incluso disfunción excitatoria en cualquiera de las dos partes. “En la mujer se puede manifestar como dificultad en la excitación, lubricación y o el orgasmo, ya que su atención está más enfocada en la eyaculación de su pareja. Esto, a su vez, genera una alta expectativa sobre el hombre, que puede muchas veces desarrollar ansiedad de desempeño y conllevar a disfunciones eyaculatorias o dificultades en la erección”, indica.
Este escenario, donde la experiencia sexual se convierte en un deber con el fin de tener hijos, tiene como consecuencia el que las personas no logren conectarse con el placer y no disfruten de la experiencia sexual. Delgado explica que, incluso, puede llevar a un cuadro conocido como “desorden de falta de interés sexual o excitatorio”, tipificado como una disfunción sexual que requiere de terapia intensiva para ser resuelto.
Josefina Lazcano explica que “La mayoría de las disfunciones sexuales están asociadas a la ansiedad y el control. Si desmenuzamos las evidencias de la persona que padece alguna disfunción, solemos encontrar -al margen de lo biológico o de un trauma, por supuesto- miedos, angustia, sensación de insuficiencia, desconocimiento del propio cuerpo, y dificultad en la comunicación, entre otros”. La calidad dependerá del enfoque que cada persona le de a su sexualidad, dice, porque si la ansiedad del embarazo es todo, lo más probable es que el acto sea mecánico y no deseado, mientras que si la sexualidad se desarrolla por medio del relajo, el disfrute y la curiosidad por nuevas sensaciones, el embarazo es un resultado.
Comunicación e intimidad
Para sobrellevar los desafíos sexuales que se presentan en torno a los 30 y 35 años, Eleonora Delgado dice que una de las recomendaciones básicas y más importante consiste en mantener la comunicación abierta para mantener resueltas todas las afecciones que van surgiendo día a día.
Mantenernos conectados con nuestra propia sexualidad facilita el encuentro con el otro. Cuando hay un distanciamiento de la libido, es muy difícil conectar en la sexualidad con la pareja después
También sugiere mantener los espacios de intimidad y enfocarse en el placer por encima de todo, y en la calidad por sobre la cantidad. “Enfocarse en disfrutar el proceso y no en el objetivo”, dice. Es importante también mantener una actitud erótica y juguetona, pero, sobre todo, mantener la vinculación emocional a través de compartir pensamientos, sentimientos y espacios juntos más allá de la relación sexual. Sugiere también manejar el estrés y mantener la curiosidad sexual. Por último, propone “atreverse a discutir y confrontar la discusión sobre las necesidades sexuales, estar atentos a los cambios y buscar ayuda profesional”.
Josefina Lazcano, por su parte, sugiere buscar espacios de reencuentro como pareja y oportunidades para compartir y reírse solos, opciones para estar juntos y bajar la intensidad. “Cuando uno le pone demasiada cabeza a algo que hay que dejar fluir, más se traban las cosas”, dice. Agrega eso sí que es necesario buscar ayuda profesional si se siente un distanciamiento sexual con la pareja.
Por último, indica que también puede servir en estos procesos leer literatura erótica, dado que esta da una buena oportunidad para conectarse con el propio cuerpo y encender las pasiones. “Soy bien fan de tocarse, de sentirse, porque eso también te mantiene conectada con tu propia sexualidad, lo que facilita el encuentro con el otro. Cuando no hay ningún tipo de encuentro consigo misma o mismo, te vas distanciando de tus sensaciones, emociones, de la libido, y cuando hay un distanciamiento de la libido, es muy difícil conectar en la sexualidad con la pareja después”.