Cuando “estar en algo” sigue siendo una presión social

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“La primera vez que me teñí el pelo tenía doce años. Me dejaron tinturarme solo un mechón color rojizo. Estaba feliz. Quien hizo posible ese sueño fue la peluquera que atendía a todas las mujeres de mi familia. Casi como norma natural, empecé a frecuentar la peluquería para cualquier cambio de look que se me ocurriera. Con los años y a medida que fui entrando en la adolescencia -al parecer la etapa socialmente esperada para empezar la vida romántica- la peluquera, a quien llamaremos señora Julia, me hacía la misma pregunta: “Y… ¿estás pololeando?”. Cada vez que me sentaba en la silla giratoria con la capa de nylon y las pinzas en el pelo mi respuesta era la misma: “No”.

Hace poco volví donde ella para retocar mi tintura de pelo. Me senté en la silla giratoria y la primera pregunta fue la misma. Con 27 años mi respuesta exactamente igual, pero esta vez una parte del discurso de la señora Julia cambió: en vez de animarme y decirme que ya aparecerá alguien para mí, me dijo que “así uno no le da explicaciones a nadie. Es mejor estar soltera ahora”. Ante ese comentario respondí: “Bueno, cuando he estado con alguien tampoco le he dado explicaciones de todo”. Con esa reacción, casi automática, quise aclarar dos cosas: La primera es que no me parece que las explicaciones, entendiéndose como una parte obligatoria de la relación, sean la fórmula de éxito para ésta y, la segunda, quise informarle que a mis 27, sí he tenido pololo. Fue como un reflejo hacerle saber que ha sido coincidencia que justo cuando no he pasado por su peluquería sí he estado pololeando. ¿Por qué no me fui a cortar el pelo cuando tuve mi última relación?, así por fin le habría dado la respuesta que tanto esperaba “Sí, estoy pololeando”. Me habría preguntado cómo nos conocimos, cuánto llevábamos y un largo etcétera. Una parte de mí estaba buscando la aprobación social al hacerle saber a un tercero que estaba en pareja. Si bien nunca me importó ir “atrasada” en el mundo de las citas y las relaciones, siempre intenté justificarme por no tener pareja. “No, es que trabajo y estudio”, me pillé diciendo en más de alguna ocasión. Pero ¿por qué alguien tendría que excusarse por no estar involucrado de forma romántica con una persona?

Y sí, “ser pololos” no es más que una forma de referirnos a esa persona ante los demás, como también lo puede ser un “pinche” o “un casi algo”. Pero de alguna forma aún existe esa presión social, sobre todo en la mirada de las generaciones más maduras, de ser algo de alguien en determinado momento. A los 13 años, cuando la señora Julia empezó a preguntarme por pololos, yo estaba muy lejos de pensar en eso, y lo estuve por años hasta que apareció alguien a quien pude llamar así.

Una amiga que nunca ha pololeado me comentaba hace un tiempo que a veces se siente “atrasada” en comparación a gente de su edad o personas más jóvenes. Incluso su autoestima se ha visto afectada por la presión social que aún flota en el aire de tener más valor por contar con algún vínculo sexoafectivo o afectivo en nuestras vidas. Yo también me he sentido así, aunque lo único que debería importar es mi opinión acerca de mi vida y mis decisiones. Por eso sigo esforzándome para ignorar las voces reales -o imaginarias- que me dicen que X cosa está bien en Y tiempo.

Hemos aprendido que existen miles de formas de amar y/o relacionarnos con otros, con etiquetas, sin etiquetas; con gustos claros y otros con preferencias más espontáneas. Hemos ganado más libertad y confianza a la hora de hablar de este abanico de temas, pero aún estamos un poco al debe cuando toca conversar sobre nuestra nula vida amorosa de turno, así que por eso elegimos subirnos al auto del amor romántico. Me cuento en esta categoría porque sentí la necesidad de hacerle saber a mi peluquería que tal vez ahora no estoy pololeando, pero que sí lo he estado. Quise hacerle saber que, de alguna u otra forma, he pertenecido al común de la gente. Me gustaría decir que mi reflejo fue para no comentar en extenso mi situación sentimental actual, pero estaría mintiendo, aunque no del todo”.

Valentina González C. (@estrafalariaa) tiene 27 años y es periodista.

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