Los seres humanos no somos entes fijos. Cambian nuestros gustos e intereses, cambia quiénes somos y en quiénes nos queremos convertir. Y aunque son esas variaciones las que nos llevan a conocer más personas e ingresar a nuevos círculos y grupos, también nos pueden alejar de nuestras relaciones pasadas. El quiebre de una amistad puede ser así: sin gritos ni polémicas, sin peleas ni mensajes hirientes. A veces, simplemente, las personas seguimos caminos separados y dejamos de ver y hablar con quienes antes eran podían ser nuestros grandes confidentes.
No somos alimentos perecibles y nuestras relaciones no vienen con fecha de caducidad escrita en la planta de nuestros pies, pero un estudio del sociólogo holandés Gerald Mollenhorst sobre la forma en la que conocemos a las personas, arrojó que, en promedio, renovamos al menos a la mitad de nuestras amistades cada siete años, y que solo 30% de nuestros amigos se mantienen con el mismo grado de cercanía y confianza.
Según esta investigación, el hecho de que las mantengamos o no está más relacionado a las oportunidades que a las preferencias. En otras palabras, muchas relaciones fallan porque las personas simplemente pierden contacto, dejan de juntarse y dejan de convivir en un mismo contexto. Esto suele pasar, por ejemplo, con las amistades que hacemos en el colegio, la universidad, el trabajo o por vivir en un cierto vecindario.
Por supuesto que esto no se aplica para la totalidad de nuestros amigos. La diferencia está en la energía que se le pone a cada relación: una amistad fortalecida no debería tener problemas con una separación física, mientras que una más débil -pese a que no nos hayamos dado cuenta de lo delicada que era en su momento- se va a terminar por quebrar cuando el contexto común desaparezca.
Constanza (31) descubrió cómo relaciones que ella asumía como de amistad se fueron diluyendo cuando quedó embarazada de su primer hijo. "Tenía una amiga muy cercana en la oficina, incluso fue una de las primeras personas a las que le conté que estaba embarazada, me acompañaba a los controles y estaba muy involucrada", recuerda. Pero todo cambió luego del nacimiento de su hijo: "Nos vino a ver cuando nació y luego dos veces más, pero ya ha pasado casi un año desde la última vez que la vi. No es que hayamos dejado de tener temas en común, porque ella tiene una hija, pero simplemente dejamos de vernos". Pese a que nunca hubo una pelea ni un enfrentamiento, Constanza reconoce que la situación le dio pena y que siempre pensó que el rol de su amiga en la crianza de su hijo iba a ser protagónico.
Amistad después del estallido
Esta lógica de la intencionalidad de las amistades se ve reflejada en el Chile post estallido social. Existen casos como el de Patricia (37), quien después del 18 de octubre de 2019 se sorprendió por los comentarios políticos de su mejor amiga. En algún momento, incluso, se cuestionó si es que tenía sentido mantener esa amistad, cuando eran personas tan diferentes y con miradas de mundo tan diametralmente distintas.
Pero tomaron la decisión de evitar la política en sus conversaciones, pues le dieron más valor a la relación que mantienen desde que entraron a estudiar Periodismo. Este es un ejemplo de que a veces, por mucho que el contexto invite a seguir caminos separados, las ganas de seguir amigas se sobreponen a la contingencia, y se conversa y se trabaja para mantener la relación.
Margarita (32) empezó a distanciarse físicamente de sus amigas después del estallido social, principalmente porque se complicaba mucho su regreso a casa. Y aunque no se peleó con las que piensan distinto a ella, sus conversaciones sí perdieron profundidad pues, a propósito, dejaron de hablar de los temas que pudieran generar conflictos: "cada uno tiene su opinión, pero si la ideología es muy arraigada, prefiero distanciarme. Yo no trato de cambiar su forma de pensar ni ellas la mía, pero si ese no fuera el caso, la historia probablemente sería distinta".
Más radical fue lo que le pasó a Javiera (36) con una de sus mejores amigas. "Teníamos un grupo de WhatsApp de cuatro amigas, dentro del cual tres pensamos parecido y una siempre ha tenido una ideología distinta, aunque esto nunca nos importó, porque siempre hubo respeto. Pero después del 18 de octubre, dentro del grupo de chat, ella me acusó de justificar la violencia y otras cosas que decidí no aguantar. Le dije que ella no estaba informada de lo que estaba pasando, y fue la última vez que hablamos. Incluso el grupo se disolvió. Y es que uno puede pensar muy distinto, pero es fundamental que exista respeto".
Según la psicóloga Muriel Uribe, es normal que después del estallido social muchas amistades y relaciones terminaran, pues se pusieron sobre la mesa temáticas que durante muchos años no fueron importantes, al menos en las conversaciones habituales. "El tema político social no es muy común entre las personas, entonces ahora que, por primera vez en muchos años se volvió primordial y urgente, es normal que se algunas relaciones se vean cuestionadas, porque te das cuenta que hay visiones de paradigmas completamente opuestos", explica.
La importancia de la historia
Uribe recomienda dejar que una relación de amistad caduque una vez que genera una sensación disfuncional en la vida de las personas, cuando juntarte con esa "amiga" te provoca disgustos y empiezas a mentir para evitarla. Pero ¿qué pasa cuando hay una amistad de muchos años y no queremos que se acabe por la historia que se comparte?
"No es sabio alargar una relación por algo que existió en el pasado, porque aunque respetes y le tengas cariño a alguien no la puedes intentar cambiar constantemente ni tratar de cambiar para ajustarte a sus necesidades", asegura la experta, quien agrega que aunque hay casos donde la historia común es lo suficientemente fuerte como para salvar una relación, lo válido y auténtico es saber decir adiós cuando es necesario: "Es un acto de madurez y amor propio poner los límites necesarios y decidir quiénes quieres que continúen en tu vida y quienes no".