La “crianza con apego” o también conocida “crianza respetuosa” es una filosofía propuesta por el pediatra norteamericano William Sears -basada en la teoría del apego de Bowbly- que fomenta el vínculo seguro de hijas e hijos con sus padres, madres o cuidadores. A través de la implementación de ocho principios básicos, busca poner en el centro de este vínculo al amor, el respeto y la empatía por niños y niñas. Un tipo de crianza que ha tomado especial fuerza en la última década entre madres y padres que buscan una forma de vincularse distinta a la conductista, poco respetuosa y a veces violenta con la que fueron tratados en su infancia. Es quizás esta necesidad colectiva de sanar y de resguardar los derechos y necesidades de niños y niñas lo que la ha vuelto una tendencia. Pero esa facilidad con la que conecta y se replica también la ha convertido en una moda y la ha hecho caer en pautas rígidas que generan estrés y culpa por intentar llegar a altos estándares de dedicación. Hoy, diversos gurús de crianza promocionan en redes sociales una serie de “recetas” o pasos a seguir para lograrla: una lactancia exclusiva y a libre demanda lo más extendida que se pueda, el porteo constante con fulares o mochilas, alimentación BLW, dormir en colecho o evitar a toda costa que el bebé llore. Esta crianza, también llamada “natural”, resulta para muchos inalcanzable y desconectada de una realidad más compleja que la armonía que proyecta. Las condiciones sociales, incluso políticas, los recursos económicos o contexto laboral, la escasa red de apoyo de madres y padres o la salud mental de estos, influyen directamente en el tipo de crianza real que padres y madres pueden a duras penas lograr, aun cuando adhieran a esta filosofía.
La psicóloga perinatal Agustina Bosio, autora del libro “Crónicas de una mamá de carne y hueso”, si bien cree firmemente en los beneficios y la importancia de este estilo de crianza, que para ella es una forma de vida, observa cómo a veces se tergiversa y rigidiza en pautas o técnicas específicas. “Muchas veces en lugar de entenderla como una cosmovisión, se la limita a un conjunto de prácticas que no siempre son viables para todas las familias. Por ejemplo, en un país que otorga un posnatal de 5 meses y medio, es insostenible hacer un destete guiado por las necesidades de la niña o niño, ningún bebé se desteta sólo a esa edad. Por lo siguiente, es de suma importancia incorporar variables que contemplen las opresiones de género, clase, raza, etc, a la hora de hablar de la crianza respetuosa”. Agustina también tiene cierta suspicacia en el hecho de que estas teorías han sido difundidas principalmente por pediatras o profesionales hombres, europeos o estadounidenses que no siempre tienen en cuenta las realidades y carencias de la mujer latinoamericana. “Tiempo, dinero y disponibilidad emocional, son elementos que no todas las personas que crían tienen de sobra. Es importante preocuparnos de las niñas y niños, pero no podemos pasarnos por alto las condiciones en que esas familias están criando y eso es definitivamente un asunto político, en donde las desigualdades se dejan ver de manera cruel. No puede hablarse de crianza sin reconocer las dimensiones políticas de la misma”.
Otra de las dimensiones que más resuena en la actualidad y que ha visibilizado la pandemia, es lo demandadas que están las madres tratando de conciliar el trabajo con la crianza y labores domésticas, en un contexto económico y de salud mental muy precario. Este escenario vuelve aún más dificultoso lograr los estándares de cuidado, atención, respeto y disponibilidad de las madres, aun cuando tengan toda la intención de sobrellevarlo. Así lo siente la actriz Tatiana Valencia, madre de Amalia, de tres años, quién se ha visto totalmente sobrepasada en este contexto. “Pucha que se hace difícil poner en práctica todo lo que una lee y aspira a ser”, relata al contestar esta entrevista, momentos después de intentar contener una pataleta de su hija. “Yo trato de no seguir los mismos patrones que a mí me hicieron daño alguna vez. He buscado lecturas y cosas, pero a veces no funciona. A veces igual pierdo la paciencia, le grito, no tomo las situaciones de la manera óptima… Sobre todo en pandemia, no me adapto siempre a los tiempos de ella o la soborno para lograr algunas cosas rápido. A veces la crianza respetuosa me hace sentir culpable, frustrada. De hecho, yo seguía a más mujeres madres en redes sociales, pero dejé de hacerlo porque me generaban ansiedad. La crianza respetuosa plantea una armonía que yo estoy lejos de encontrar. Si bien no impone nada igual busca un modelo y yo me siento lejos de ese modelo porque hay muchos factores externos que influyen”.
Una de las detractoras más conocidas de este método es la obstetra estadounidense Amy Tuter, quien publicó un libro llamado “Retroceso: la culpa en la era de la crianza natural”. Se vio motivada a escribirlo, dice en una de sus entrevistas, tras recibir muchos mensajes de madres que “se sentían fatal al creer que estaban fallando por no seguir los dictados de la crianza natural”. Advierte que la crianza respetuosa se ha transformado más en una religión que en algo científico, y que según su experiencia como obstetra ha observado que lo realmente importante es que los niños sepan que sus padres y madres los quieran, pero que estos métodos, el tipo de alimentación, el tiempo que los tomaron en brazos o la forma de haberlos parido no tienen relevancia. Así lo observa también Belén Castro, madre de mellizos, quién a pesar de sentirse a veces culposa y frustrada con la crianza respetuosa, logra mirar con perspectiva y reconocer que hace lo que puede y eso es suficiente. “En general todos esos “conceptos” sobre crianza me hacen ruido, siento que hay demasiada invasión de lo que corresponde o no. Pero dentro de todo, me parece que es la forma de crianza más sensata. Yo lo entiendo como un acuerdo de respetar las necesidades de tus hijos. Si lo acoges así siento que ellos lo entienden y es más sencillo comunicarse y darles espacio para explicar lo que necesitan. Cuando tienen llantos “imparables” les pregunto cómo puedo ayudarlos y es impresionante cómo en el mismo momento se calman. Pero eso no quita que a veces soy muy bruta o los pongo a ver mucha tele porque necesito descansar. Lloro de impotencia por sentirme mala madre y pienso que tendría que haber hecho todo mejor. Después los miro, veo que son niños felices, muy apegados a su familia y cariñosos, y siento que va todo bien”.
Pamela Labatut, asesora de sueño infantil respetuoso, con casi 45K de seguidores en Instagram, promueve y ayuda a madres y padres a respetar los procesos fisiológicos naturales de los bebés, en contra de toda técnica de entrenamiento que los deje llorar sin la contención de sus madres y padres con el fin de que “aprendan” a dormir. Si bien puede caer dentro de la categoría de madres y profesionales que difunden este tipo de crianza respetuosa a través del colecho, el porteo o la lactancia a libre demanda entre otros, está totalmente consiente de ese “lado b” que puede generar en las madres e intenta lo más posible alejarse de ello. “Las madres se sienten responsables de todo y culpables por todo lo que hace o no el bebé, por los estándares impuestos por una sociedad neoliberal y antimaternidad. Las mamás estamos tan agobiadas con ser ese tipo de madre que deseamos que caemos en absolutismos y en la crianza respetuosa es igual”. Pamela reconoce como algo fundamental no tomarse este tipo de crianza como un estándar o meta a lograr. “Si nos ponemos rígidas frente a un objetivo, nos perdemos el camino de conexión y vínculo que se genera con mi hijo o hija. Lo que importa es la consciencia que vamos teniendo, pero todo lo que te haga sentir que debes hacerlo perfecto, como dicen por ahí, “amiga... ahí no es”.