Hace unas semanas, Sarah Brady, una surfista profesional que salió con el actor Jonah Hill entre 2021 y 2022, publicó unos mensajes de texto que ella y Hill intercambiaron durante su relación, acusándolo de abuso emocional, misoginia y de tener un comportamiento controlador con ella. En el mensaje, el actor enumeraba “sus límites para una relación romántica” (al menos así los llamó él), pero que, en realidad, sonaban más a reglas y prohibiciones. Abstenerse de actividades como “amistades con mujeres que estén pasando por un momento inestable” y “surfear con hombres”, eran parte de la lista, que concluía con un “basada en las formas en que estas acciones han dañado nuestra confianza”.

¿Cuál es el problema? Que parte de sus “límites” tienen que ver con la restricción de ciertas acciones de su pareja, cuando en realidad, éstos deberían ser personales y no imponerse en otras personas. De ser así, se llaman reglas. En el fondo, dice Carolina Ulloa (@terapiafamiliaryparejas), psicóloga clínica especialista en terapia familiar y de parejas, esto es control disfrazado de psicología pop porque a través de lenguaje de terapia (como lo es usar palabras como límite) genera un escenario donde si estas solicitudes no se cumplen, la relación se quiebra. “Esto, es prácticamente una amenaza. Haces esto o terminamos. Está condicionando a su pareja para que esté con él, disfrazando el control con conceptos utilizados en terapia psicológica para manipularla y controlarla”, explica Ulloa.

¿Cuándo un límite pasa a ser abusivo?

El peligro de permitir dinámicas como ésta, donde se ponen reglas de manera vertical y disfrazándolo de otras intenciones, es que si se infringen, hay sanciones, comenta Pamela Larraín, psicóloga clínica con magíster en terapia familiar y de parejas (@ps_pamelarrain). “Tener límites dentro de una relación de pareja es común y sano, pero sólo cuando estos son puestos desde el cuidado amoroso para esa relación y bajo el común acuerdo de no transgredirlos porque esos límites nos cuidan, nos ayudan a estar bien y cómodos en esta relación”, asegura.

Cuando estos “límites”, por las severas consecuencias que representan, nos hacen sopesar entre seguir o no con nuestra pareja que nos los impuso, estamos frente a frente con una actitud controladora. Y si eso está presente en una relación de pareja, dice la psicóloga feminista, Pía Urrutia (@lapsicologafeminista), quiere decir que no estamos en igualdad de condiciones, o sea, que no hay una horizontalidad. Y eso, es una red flag. “El control aparece desde la inseguridad. Bajo la lógica machista, efectivamente hay una profunda inseguridad, por eso le llamamos masculinidad frágil, porque es un tipo de masculinidad que solo se puede sustentar de una manera y no hay forma de que se rearticule o que haga un ejercicio de autorreflexión. El miedo es que la otra persona se subleve, entonces si alguien necesita imponer reglas es porque no creen la horizontalidad y  puede haber algo de inseguridad”, dice.

¿Son límites cuando no tienen nada que ver con el cuidado de uno mismo?

“Cuando busco con los límites que la persona se amolde a lo que yo quiero, priorizando mis deseos por sobre la libertad de la otra persona y sin considerar sus necesidades, son en realidad un intento de control disfrazado. Y es que los límites son acerca de mí, no de la otra persona”, explica Ulloa y advierte que cualquier petición que contemple que la otra persona tenga que hacer algo, dejar de hacerlo o serlo, podría entrar en el ámbito del control. “Yo puedo decirle a alguien que incomoda cómo hace tal cosa, pero es distinto decir; si haces esto, yo no estoy contigo. La forma es amenzante y manipuladora”, dice la especialista en terapia familiar y de parejas.

La línea entre los límites y las reglas puede parecer a simple vista muy delgada, pero la realidad es que son fundamentalmente distintos. Y es que los límites tienen como principal foco “el cuidado de uno mismo dentro de la relación y rayan la cancha respecto a lo que estamos dispuestos o no en la pareja. Si se traspasan estos límites –que son propios porque se establecen para uno, no para el otro–, es uno mismo el que debe tomar una decisión de que hará. Si seguir o no en esa relación, pero conversándolo y haciendo acuerdos. En cambio, cuando le imponemos al otro mis propios ‘límites’ sin que el otro esté de acuerdo, pero que por temor o por presión los acepta, estamos hablando de reglas”, explica Larraín.

Estos límites son relevantes para sostener nuestra identidad y para que no se nos transgreda con algo que pueda dañarnos, dice la psicóloga feminista, Pía Urrutia. “Cuando esos límites se transgreden rápidamente puedo darme cuenta que tiene que ver con que va a dañar algo mío. Por ejemplo, yo soy vegetariana y no como carne. Esa es una forma en la que me he ido configurando, algo basado en ciertos valores, como una mirada política de la sociedad. Si una pareja me obligara a comer carne para que siguiéramos siendo pareja, estaría transgrediendo un límite porque efectivamente estaría transgrediendo quién soy. Yo al ser vegetariana no le hago daño al otro. Ese sí es un límite”, asegura.

El sesgo machista detrás de la prohibición

Específicamente, cuando analizamos el caso de los “límites” que Hill le planteó a su ex polola, como el prohibirle que no publique fotos en bikini y que no haga surf con hombres (que además es parte de su trabajo como surfista profesional), para la psicóloga Urrutia se hace evidente que estos “no están basados en que la transgresión de esas normas, completamente patriarcales y machistas, no dañen a este hombre. Porque eso que está planteando son normas basadas en el control de otro”.

Aunque nadie puede explicar con precisión porqué alguien necesita poner reglas, la especialista Carolina Ulloa explica que puede tener que ver con una necesidad de control, ya sea por miedo o por algunas inseguridades muy fuertes que lo hayan hecho sufrir en el pasado. “Poniendo estas reglas intento modificar la realidad externa para no volver a sufrir, pero no se puede y ahí está el punto. Uno jamás va a poder controlar todas las variables. Lo que sí puedes hacer es trabajar en ti, en tus experiencias pasadas dolorosas y en cómo establecer límites saludables y amorosos para ti”, concluye.