Juguemos al juego del barco hundido, le decía su ex. Una y otra vez.

Lo que comenzó como un juego en el inicio de la relación, poco antes de terminar el colegio, le comenzó a encender algunas alertas a Javiera después de ocho años juntos en los que no hubo mayores problemas ni conflictos. “Me empezó a llamar la atención que siguiera con esta dinámica donde me hacía elegir siempre entre él y otros: a quién elegía yo salvar”, además de preguntarme siempre cuánto lo quería, si lo iba a abandonar, si alguna vez lo había pensado. “Los juegos y preguntas constantes dejaron de ser divertidos y empezó a cansarme la constante necesidad de reafirmarle lo que sentía por él, si además estábamos siempre bien”.

¿Todavía me quieres? ¿Cuánto me quieres? ¿Me vas a abandonar? eran interrogantes frecuentes en la relación de Javiera. Mirando hacia atrás y ya sin él, asegura que eso no era normal. Y es que se trata de un tipo de ansiedad en las relaciones que, según señalan distintas terapeutas, se ve bastante seguido entre los pacientes, y que se arrastraría desde algunas experiencias en la infancia.

Todos los seres humanos tenemos algo así como un espacio -imaginemos un bolso- que se va llenando de amor por medio de diversas cosas como palabras, actos físicos, experiencias o tiempo de calidad con otras personas queridas. Sin embargo, para quienes padecen de esta ansiedad, parecería que este bolso siempre cuenta con un agujero que los limita de una buena salud mental y también de construir relaciones sanas con el otro.

Una ilusión

Lo que define a esta ansiedad en las relaciones es la sensación permanente de inseguridad o temor al abandono. Son personas que tienen una sensación de no estar nunca demasiado seguros del amor que su pareja siente por ellos, o de si se quedarán a su lado o está pensando en dejarlos.

Valentina Gerstle, psicóloga clínica y socia fundadora de Grupo Clínico Sur (@grupoclinicosur), señala que esto es común y complejo, y que por lo general hay ciertas situaciones que gatillan de manera más intensa ese sentimiento de duda respecto del amor que siente la pareja hacia sí mismo/as. Explica que “en estas experiencias lo que las personas sienten es inseguridad, temor recurrente a la pérdida o abandono. Ahora, la forma en que eso se expresa, es a través de sintomatología ansiosa, por ejemplo, pensando constantemente en el tema sin poder controlar el pensamiento”.

Valentina comenta que, en su experiencia, lo que aparece primero es la rumiación del pensamiento y fantasear con múltiples escenarios posibles y conclusiones en general erróneas respecto de lo que siente la pareja. Luego, una conducta generalizada en la que se trata de agradar y evitar el conflicto con tal de no “darle razones al otro/a” para no gustarle, o al revés, hacer esfuerzos para garantizar el amor. El gran problema de esto es que es una de las vías directas a la ansiedad, pues la persona ‘vive la procesión por dentro’ y entra en una especie de loop del que es difícil salir sin ayuda.

¿Cuáles son los signos de que la persona padece de ansiedad en las relaciones? Sin bien hay varios, por lo general el miedo a ser abandonados es tan grande, que tratan permanentemente de agradar, lo que no quiere decir necesariamente que eviten siempre el conflicto. También, tienen una necesidad insaciable por sentir seguridad a través de afirmaciones verbales respecto del amor en su relación; dificultades al tomar decisiones dado que carecen de autoconfianza; y tienden a ver la mayoría de las palabras como una evidencia de que la pareja está insatisfecha en la relación. Por ejemplo, si la pareja le dice que ese día se ve bien, la persona podría responder: ¿No te gusta cómo me veo normalmente?

Un problema arrastrado

Podría haber diversas razones que generan esta situación en las personas, pero hay una en la que concuerdan las profesionales: esta angustia presente en las relaciones viene por lo general de un apego no seguro de parte de esa persona con sus padres o cuidadores en la infancia.

Pero, ¿qué es un apego seguro? Daniela Sanhueza, psicóloga Magíster en Terapia Sistémica y diplomada en Género, explica que el apego es la sensación de seguridad que tiene el niño o niña hacia sus cuidadores principales. Un entorno de crianza ideal es entonces el que genera en el niño o la niña la certeza de que sus cuidadores serán capaces de cubrir sus necesidades y de que estos cuidados serán estables en el tiempo. “Suena fácil, pero en la práctica es difícil debido a muchos factores, como la falta de redes de apoyo”, dice.

Para Gerstle, en tanto, el apego seguro pasa por la disponibilidad emocional de los padres o cuidadores. Esto, implica poder leer al niño/a y darle una respuesta a lo que necesita, siendo capaz de contener sin desbordarse ni angustiarse. “Así, permitiremos que el niño/a que sienta y exprese lo que le pasa en un ambiente de seguridad y confianza, que es una de las bases para el apego seguro. Si esto sucede, entonces el niño/a no tendrá que reprimir ni disociar sus estados emocionales porque sentirá aceptación y contención de parte de quien cuida”, señala. En otras palabras: el cuidador debe ser capaz de traducir la incomodidad o expresión corporal del niño o niña en palabras y gestos que calmen, dice.

Cuando lo anterior no ocurre, las consecuencias en niños y niñas pueden llevar a un apego inseguro ansioso o un apego inseguro evitativo. Sanhueza explica que el primer caso se ve cuando un infante vive situaciones repetitivas de cuidados ambivalentes donde no les es posible predecir la conducta de sus padres o cuidadores, porque por una misma situación a veces lo retan o a veces lo consuelan por lo que terminan temiendo el enojo, rechazo o abandono, y experimentan angustia y ansiedad. En el segundo caso, en cambio, el niño o niña vive un abandono emocional y/o físico de sus cuidadores donde sus necesidades básicas no son correctamente cubiertas. Sanhueza explica que este puede resumirse en la frase “debo hacer las cosas por mí mismo porque nadie vendrá a ayudarme”. Estas personas evitan entonces establecer relaciones con otros.

En esta línea, Gianella Poulsen, psicóloga clínica y jefa de la Unidad de Terapia de Pareja y Sexualidad de la Red de Salud UC Christus, indica que es importante entender el amor de pareja como un proceso de apego, y en esto, si bien es un vínculo voluntario y de reciprocidad, también existen las dos dimensiones antes mencionadas.

La profesional explica que en el apego ansioso adulto, la ansiedad se relaciona con la imagen de sí mismo. Por tanto, una persona con una imagen negativa de sí misma, presenta mayor preocupación ante la posibilidad de ser abandonado, por lo que a pesar de tener una pareja que la quiere, no logra calmarse y confiar que es una persona digna de ser amada. Estas personas “anhelan la intimidad, tienden a obsesionarse con sus relaciones y acostumbran a dudar de la capacidad de su pareja para corresponder a su amor”, indica. Las evitativas, en cambio, equiparan la intimidad con una pérdida de independencia y se esfuerzan constantemente en evitar el acercamiento.

En su experiencia en terapias de pareja, es habitual ver casos donde una persona tiene apego ansioso y el otro un estilo evitativo, lo que los lleva a caer en círculos viciosos: mientras la primera más busca llamar la atención de su pareja, la segunda más se aleja, y así sucesivamente. En cambio, cuando un ansioso está en pareja con alguien que tuvo apego seguro, esta última persona tiene más disponibilidad para calmar, sostener y contener al ansioso, hasta que logre calmarse, comenta.

La importancia de la terapia

La presencia de la ansiedad en las relaciones supone un desafío importante para la relación de pareja. Valentina Gerstle indica que “es un tormento que suele manifestarse en expresiones que desgastan las relaciones ya que el otro/a en general experimenta la sensación de cansancio tras la híperdemanda de quien siente la inseguridad, y una de las cosas que generalmente sucede es que la pareja toma distancia, y confirma la fantasía de rechazo que tiene la persona afectada”.

También afecta la salud mental de la propia persona. Como comenta Sanhueza, si como persona veo la vida desde la inseguridad propia o hacia los demás, se enfrenta a interrelaciones desde un extremo ansioso y sobrepensante, y se predispone a ver la vida desde un cristal distorsionado, lo que va marcando las vivencias y afectando la salud mental propia y de sus relaciones.

Pero hay una buena noticia: el tipo de apego no es estático en la vida de las personas, y no es igual hacia todos, señala Daniela Sanhueza. “Así como un niño o niña puede haber tenido un apego inseguro con sus cuidadores en la infancia, esto no significa que no pueda establecer apegos seguros con sus futuras relaciones”, dice. Sin embargo, para construir esas relaciones sanas, es fundamental atreverse a mirar las heridas con el fin de analizarlas y generar estrategias que permitan ir reconstruyendo lo que en el pasado se dañó, comenta la profesional.

Gerstle comenta que la ayuda terapéutica en estos casos es fundamental. “Cuando uno es capaz de conectar el pasado con el presente, uno logra distinguir que hay cosas reales que pasan en la relación -respecto de las cuales uno puede conversar y pedirle más cuidado al otro-, y hay otras que tienen que ver con la propia historia de inseguridad. Si soy consciente de lo anterior, entonces podré distinguir cuando aparece el sentimiento de inseguridad y podré entender con qué tiene que ver y entonces resolverlo en lugar de sintomatizarlo a través de la ansiedad”, dice.