“Soy fotógrafa de un club en Barcelona y de un día para otro nos dijeron que debíamos parar. Al principio pensé que esto duraría posiblemente dos semanas. Nunca me imaginé lo que vino. Cada vez que me despertaba el número de fallecidos aumentaba de manera dramática, pasando de 100 a 300, de 400 a 700, casi llegando a los mil.
Esto te destruye a nivel emocional.
Todo ha sido muy rápido, confuso. Muchas veces no entiendo lo que está sucediendo porque la incertidumbre es una sensación constante. Algo que me ayuda es llamar diariamente a mis amigos y familia en Chile. Ahí está mi refugio.
También bailo en mi casa tres veces a la semana porque me desconecta. Vivimos en un piso muy chico. Son menos de 40 metros cuadrados con una ventana muy pequeña que nos conecta con el exterior y nos permite saber qué hora es afuera.
Trato de hacer fotos cuando me animo, sin presionarme. Intento aprender a dejar que fluya lo que siento, poder ser frágil y no tenerle miedo a ello.
Lo más asombroso ha sido salir después de estar encerrados por más de treinta días en la casa. Volver a ver la ciudad y sentir el aire en el rostro. Pero también es triste porque la ciudad está vacía, nadie se mira en la calle y hay una sensación permanente de desconfianza. Además del miedo, salir a comprar es algo bien estresante y deprimente.
Si bien extraño mucho salir a andar en bicicleta, que era parte de mi cotidiano y me ayudaba para crear y ordenar mi cabeza, lo que más extraño es a mi familia, a mi papá y mi mamá.
Me preocupa lo que pueda pasar con ellos, porque mi papá fue diagnosticado durante estos días con coronavirus. El es población de alto riesgo y la preocupación que tengo por su salud es gigante. La incertidumbre que existe sobre cómo maneja esta crisis sanitaria el gobierno y cómo será el desenlace de todo me tiene con el corazón y la cabeza puesta en Chile.
Tenerlos cerca es algo en lo que pienso todos los días, aunque con las fronteras cerradas eso no es posible. Al menos no todavía”.
Inti Gajardo (@inti.gajardo.g) vive con su pareja, Camilo, en Barcelona. Ambos somos inmigrantes chilenos.