Isla de Pascua tiene cerca de 7.000 habitantes y –hasta ahora– solo un contagiado con Covid-19. Los isleños, acostumbrados a disfrutar de la vida al aire libre, fueron una de las primeras comunidades que debió someterse a un horario de cuarentena obligatorio. A más de dos semanas de implementada la medida, Romina Rojas Araki, quien se crió y ha formado familia en Rapa Nui, cuenta cómo se vive el encierro en esta isla, a más de 3,700 kilómetros del continente.
"Vivo en Hanga Roa con mi pareja y mis dos hijas Mahani (15) y Hineva (7), con quienes hace ya dos semanas estamos en cuarentena obligatoria. Al igual que el resto de los habitantes de Isla de Pascua, no podemos salir de nuestra casa entre las dos de la tarde y las cinco de la mañana.
A pesar de que estamos en cuarentena desde la semana pasada, todo ha sido bastante confuso porque las cosas han sido a dos voces. Por una parte están las medidas del gobierno y por otra las acciones que ha tomado el alcalde pensando en el bienestar de la isla. Creo que se tomaron medidas tan drásticas como el toque de queda y la cuarentena temprana porque somos una comunidad demasiado pequeña y sería muy fácil que el virus –que ya llegó a la isla– se propague al resto de los habitantes.
Estamos lejos y solos. Si el Covid-19 se propagara, sería muy grave. Nuestro hospital no tendría cómo responder a eso. El único hospital de Rapa Nui trabaja con lo que puede y con lo que tiene. Contamos con tres respiradores artificiales para toda la población, nuestros insumos e implementación médica no darían abasto en un contagio masivo.
Como recibimos a muchísimos turistas, es casi imposible saber cómo llegó el virus a nosotros. Recuerdo que cuando comenzó a propagarse por distintos países del mundo, seguían aterrizando vuelos todos los días en Rapa Nui. Fue un grupo pequeño de isleños que puso ojo a la situación, porque acá no se le estaba prestando mucha atención en un principio. Ese grupo de gente se fue a manifestar al aeropuerto para pedir que se cerrara y a partir de ahí comenzaron las distintas medidas de precaución para proteger a la comunidad.
Si bien la mayoría ha podido volver a sus países, todavía quedan turistas en la isla. Se espera que venga un vuelo a buscarlos, pero ya son pocos y el mayor caos pasó. En un principio, las personas estaban muy asustadas y querían que los turistas se fueran de los alojamientos. Actuando quizás un poco desde la ignorancia, porque nadie tenía claro qué estaba ocurriendo ni cómo protegerse. Pero también mucha gente de los hostales entregó alojamiento gratis y comida porque hubo extranjeros que quedaron varados en la isla sin saber qué hacer. Hubo mucho miedo y se generó una especie de psicosis en la que temíamos que nos íbamos a quedar sin mercadería, precisamente porque estamos muy lejos de todo.
Siendo un lugar tan aislado y con una población tan pequeña, vemos la cantidad de personas que han muerto en Italia y son un número equivalente casi a todos los habitantes de la isla. Esas cosas generan temor.
Afortunadamente, ya han pasado casi dos semanas desde que se implementó la cuarentena obligatoria y la mayoría de la gente ha tomado conciencia. La mayoría de los días a las 14:00 no se ve un alma en la isla. Ocasionalmente se escucha una que otra moto. Pero siempre hay una minoría, como en todas partes, que sigue saliendo, que no le ha tomado el peso a lo que está ocurriendo y no respeta las medidas.
Agradezco que se esté respetando la cuarentena para proteger a la comunidad, pero aún así el encierro ha sido difícil. Tenemos muchas actividades al aire libre y estamos todo el día afuera siempre. Nos ha costado quedarnos en la casa. Yo igual tengo muchas cosas que hacer, lo típico como cualquier dueña de casa, ordenando y limpiando. Pero no ha sido fácil.
Creo que lo que más nos ha costado es que estamos acostumbrados a la vida familiar. Vivimos como clanes y al lado de mi casa está la casa de mis papás y las de mis primas. Hacemos mucha vida en conjunto, nos vemos todos los días y a cada rato, y cuesta mucho cortar esos lazos. Hay gente que no sale a la calle, pero sí se sigue reuniendo en el patio común con su familia extendida. Nosotros no. Me ha costado explicarle a mis hijas que ni si quiera pueden ir a la casa de sus primos, que es algo completamente parte de sus rutinas normales.
Mi pareja sigue cumpliendo con turnos de trabajo y sale de la casa todos los días, así que él se distrae un poco más. Pero nosotras tres estamos todo el día en la casa. Tratamos de hacer cosas alegres como cantar para activarnos un poquito más. Y yo, como soy fanática de la danza, agarré mi pareo y grabé algunos videos cortos con pasos de baile para la Corporación de Deporte de la Municipalidad. Van a ser publicados en redes sociales para que todas en la isla sigamos bailando desde la casa".