El 2 de marzo el sitio de noticias chinas Sixth Tone publicó Domestic Violence Cases Surge During COVID-19 Epidemic (Los casos de violencia doméstica aumentan durante la epidemia de COVID-19), donde se relataba el caso de Wang, una mujer golpeada y expulsada de su casa junto a sus dos hijos por su pareja y padre de los niños durante la cuarentena.
En ese momento muchas ciudades estaban cerradas como medida de prevención ante el coronavirus y Wang intentó infructuosamente obtener un permiso de la policía para salir. Fue Xiao Li, un familiar al que logró contactar, quien lo obtuvo y pudo ir a recogerla en la frontera de la ciudad. Li declaró a Sixth Tone que le preocupaba "lo fácil que fue para el abusador golpear a Wang y sus hijos durante el encierro. No había gente en las calles, no se permitía usar el transporte".
La misma nota indica el caso de la estación de policía de Jianli, de la ciudad de Jingzhou, donde las denuncias por violencia doméstica han aumentado desde que comenzaron las medidas preventivas del COVID-19. Si en febrero de 2019 la estación recibió 47 denuncias por este tipo de violencia, este año la cifra fue de 162 informes. Tres veces más.
En Chile, el 16 de marzo se registró el décimo primer femicidio de 2020: Nataly Davison Escobar, atacada junto a su hija de 2 años por su conviviente y padre de la menor. Y ONU Mujeres, el pasado 17 de marzo, advirtió el aumento de situaciones de violencia doméstica, de pareja e intrafamiliar que pueden vivir las mujeres en contexto de encierro en el informe Covid-19 en América Latina y el Caribe: cómo incorporar a las mujeres y la igualdad de género en la gestión de la respuesta a la crisis. El informe señala que, en contextos de emergencia, "aumentan los riesgos de violencia contra las mujeres y las niñas, especialmente violencia doméstica". Esto, por el aumento de tensiones en el hogar y el aislamiento.
Tristemente es en la familia y dentro del hogar donde mujeres y niñas tienen más probabilidades de experimentar este tipo de violencia. "Las familias pueden ser espacios de cuidado, pero también de conflicto, desigualdad y, con demasiada frecuencia, de agresiones", explica Tatiana Hernández, socióloga del Observatorio de Género y Equidad.
Lo anterior está corroborado por el informe El progreso de las mujeres en el mundo 2019-2020: Familias en un mundo cambiante de ONU Mujeres, donde se señala que, en el mundo, un 17.8% de mujeres reportan haber vivido violencia física o sexual de manos de una pareja íntima durante el último año.
En contexto de "normalidad" en nuestro país, las cifras no son alentadoras: Un 38% de las mujeres señala haber sufrido algún tipo de violencia en su vida, ya sea física, psicológica y/o sexual de acuerdo a la Tercera Encuesta Nacional de violencia intrafamiliar contra la mujer y delitos sexuales, de la Subsecretaría de prevención el delito (2017). María Loreto Franco, jefa de la Unidad Nacional de Violencia contra las Mujeres del Sernameg, señala que, "un mayor tiempo de convivencia puede contribuir a un aumento de la violencia, sobre todo porque se intensifican las tácticas de poder y control que ejercen los agresores".
Control y violencia
El artículo 5° de la ley de Violencia Intrafamiliar (VIF) la define como "todo maltrato que afecte la vida o la integridad física o psíquica de un cónyuge, conviviente o pariente por consanguinidad o afinidad". Dentro de las situaciones de riesgo que anticipa la ley, está la intimidación y el oponerse de manera violenta a aceptar el término de una relación afectiva.
Para la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer, la violencia de género el contexto doméstico o intrafamiliar "incluye las relaciones de abuso entre integrantes de una familia, la violencia en contexto de pareja o expareja, el maltrato infantil y la violencia hacia personas mayores", de acuerdo a María Loreto Franco.
Francisca Millán, abogada y socia del estudio Jurídico AML dedicado a la defensa de mujeres en causas que involucran violencia de género, explica que las mujeres son las principales víctimas. Generalmente los agresores son convivientes, ex convivientes o personas con las que tienen hijos en común. "Desde una perspectiva de género el que las víctimas de violencia intrafamiliar sean las mujeres, le da una connotación específica de violencia de género".
Para Tatiana Hernández la violencia dentro de una relación de pareja "es una estrategia de sometimiento continuo, donde el agresor va quitando la autonomía y la capacidad de decidir de la mujer, aislándola del resto".
En contextos sin cuarentena, es la rutina la que puede proteger a las eventuales víctimas de violencia, de acuerdo a Morelia Martinez, trabajadora social e integrante Coordinadora 19 de Diciembre, agrupación que apoya causas judiciales de víctimas de femicidio. "En esa rutina, por lo general, sale la mujer o el hombre de la casa y eso se convierte en una suerte de pausa a la violencia y el riesgo. Pero ahora, sin estos espacios, se obliga a la víctima a mantenerse en un continuo estado de vigilancia por hacer o no hacer algo que vaya a provocar que su agresor escale en la violencia", apunta. Además, de acuerdo al Informe de Desarrollo Social de 2018 -que entrega indicadores de pobreza multidimensional-, hay un 18,8% de hogares carentes de habitabilidad, lo que indica hacinamiento, deterioro y precariedad de las viviendas. El informe obtiene sus datos de la encuesta Casen de 2017.
Romper el aislamiento
Marcela Fuentes (28) vivió los últimos tres años en Buenos Aires. En ese contexto de aislamiento y sin redes familiares, le tocó sacar a una de sus amigas chilenas de una relación violenta. "El primer año que estuve allá nos habremos visto una o dos veces. Y cuando nos vimos, noté que lo hacía medio a escondidas. Estaba un rato y se iba corriendo", cuenta Marcela. Aun así, cuando chateaban, su amiga le contaba anécdotas que daban cuenta de muchos celos, dependencia y control por parte de su pareja.
"Trataba de conversar con ella esperando que tomara sus decisiones, pero no era capaz de verlo por sí misma", recuerda Marcela. La situación llegó al límite el día en que su amiga la llamó llorando para contarle que la habían empujado por las escaleras. "Ahí fue cuando le di un ultimátum: voy a tu casa ahora. Saca tus cosas y nos vamos, no hay excusas", recuerda. Afortunadamente, su amiga accedió.
De acuerdo a Consuelo Hermosilla, directora de Fundación Antonia, que atiende a víctimas de violencia en el pololeo, es necesario comprender que a las víctimas "se les enferma su voluntad. Saben que no está bien, pero están súper atrapadas en relaciones que, sin ayuda psicológica o un tratamiento, no pueden terminar", comenta. Las personas que sufren violencia sienten mucha vergüenza por lo que están viviendo. Por eso, durante la cuarentena, el llamado es a reforzar los lazos comunitarios.
"Es el momento de decir amiga, necesito que sepas que estoy en riesgo y que estés atenta si necesito ayuda", explica Morelia Martínez. En su experiencia, ha visto que las familias muchas veces no tienen idean de estos patrones de violencia que las víctima viven. Incluso lo ignoran durante años. "Los estudios revelan que las mujeres se demoran en promedio siete años en darse cuenta y denunciar la violencia que están viviendo", dice.
Aplicaciones como Voy contigo o Antonia, disponibles en Google Play, permiten crear redes de apoyo y generar alertas en caso de que las y los usuarios experimenten situaciones de riesgo. Antonia, desarrollada por la fundación del mismo nombre, graba además el audio ambiente durante una hora una vez activada la alerta. "Eso sube a una nube que mantenemos nosotros. Y el día de mañana, si quieres hacer una denuncia, tienes una prueba que te puede ayudar a salvar un caso y que puede ser considerara por el juez y por la fiscalía", explica Consuelo Hermosilla.
En ese sentido, la abogada Francisca Millán recuerda que "los tribunales de familia no han detenido las audiencias no programadas o del otorgamiento de medidas cautelares que las mujeres pudieran necesitar en este tipo de contextos, como la salida del hogar común de quien es el agresor", explica.
Es importante que mujeres y hombres "no dejen de mostrarse. Y ahí el llamado es a la comunidad; si ven que una vecina no sale hace mucho tiempo al balcón o al patio deben buscarla, llamarla por teléfono o golpear su puerta y preguntar si necesita algo", explica la socióloga. "Lo importante es que ella no se sienta sola y que el agresor sepa que hay una comunidad atenta".