Paula 1099. Julio 2012.

Fuerza lanzadora

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"No tengo los músculos inflados, pero si los tocas son duros como piedra. El músculo se trabaja para que logre transferir toda su fuerza", dice Karen Gallardo, de 28 años,  lanzadora de disco. "Es desgastante para el cuerpo: uno levanta seis toneladas por semana; o sea, son 150 lanzamientos diarios de un disco de cuatro kilos. Pero el alto rendimiento no es para nada saludable. Ya estoy juntando plata para las prótesis de cadera y rodillas que usaré de vieja. Vale la pena, eso sí, porque uno se pone a prueba constantemente. Lo que más me gusta son esos tres segundos en que el disco vuela en el aire. Saber que está volando por ti y pensar: 'ojalá no baje nunca'".

Enfrentar la tormenta 

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"En la regata estás jugando con fuerzas que no puedes controlar. Tomas tus decisiones basadas en el viento, que viene y va, y puede ser muy distinto aquí que a cinco metros. Tratas de  minimizar el riesgo, pero es casi imposible. Tu cuerpo va colgado, haciendo contrapeso para evitar que el bote se incline con el viento y pasar las olas por encima, sin clavarse. Necesitas mucha resistencia física para llevar el bote rápido y poder pensar, porque si te cansas, no piensas bien", dice el velerista láser Matías del Solar, de 36 años. Ahora va a sus terceros Juegos Olímpicos, donde competirá en dos regatas diarias durante seis días.

Bomba atómica

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"El lanzamiento de bala es como un Ferrari que sale a velocidad máxima en un segundo. Es pararse quieta dentro de un círculo y explotar como una bomba atómica", dice Natalia Ducó. A los 23 años, es la única chilena que ha sido campeona  mundial juvenil en su disciplina. "Cuando lanzo, toda mi energía se alinea como el filo de un cuchillo.  Es mucho más que concentrarse:  en ese momento me da lo mismo que se acabe el mundo. Un tremendo grito, mi cara deformada entera,  los ojos desorbitados, me transformo en monstruo".

Gemelos en marcha 

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"La gente no entiende mucho este deporte, pero se trata simplemente de caminar, que es lo más natural para el ser humano. Todos los días entrenamos juntos, desde los 13 años", dice Yerko Araya (26 años), quien, junto a su gemelo Edward, son los primeros chilenos que clasifican en esta disciplina para los Juegos Olímpicos. Yerko hace 20 km y Edward marcha 50. Cada uno gasta 25 pares de zapatillas al año. "Es un desafío, porque hay que caminar rápido y se exige que siempre haya un pie tocando el suelo. Eso cuesta mucho", acota Edward. "Sostener el movimiento durante 50 km causa una fatiga enorme. Pero tienes que aguantar, la meta está ahí".

Vencer el dolor 

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"Uno trabaja para que el cuerpo no le gane a la cabeza. Tu cuerpo cansado te ordena que te retires y uno se resiste y dice: 'No, por lo menos tengo que terminar'. Si no sabes controlar la ansiedad, te mata. Yo he perdido la conciencia en algunas competencias y me he despertado en una carpa de médicos o en una ambulancia sin saber qué pasó. Hay carreras en las que te duele hasta el alma, me he bajado y subido del podio apenas, con las uñas reventadas. En una maratón perdí las 10 uñas de los pies. Cuando uno lo entrega todo en la pista, sabe lo que es el dolor. Pero tiene que terminar digna: yo cruzo la meta sonriendo, aunque esté a punto de desmayarme", dice Érika Olivera (36), la mejor maratonista chilena de todos los tiempos, que ahora va a sus cuartos Juegos Olímpicos donde correrá 42 kilómetros.

Código de honor 

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"En la esgrima una persona tímida puede expresarse. Gritas todo lo que quieres y la máscara te esconde. Si alguien te reta a un combate, tienes que aceptar, si no, significa que le tienes miedo. Son códigos de honor que aprendí desde los 7 años. Soy hija, nieta y sobrina de campeones nacionales de esgrima", dice Cáterin Bravo, 36 años, esgrimista número uno en Chile y número 50 en el mundo. "En el asalto estoy súper nerviosa, contenida, como en una olla a presión. Dentro de mi cabeza todas las posibles acciones pasan en una fracción de segundo. Es un ajedrez físico. La sangre fría y el control de mí misma es lo más difícil. Pero a veces logro un estado zen en el que estoy tan concentrada que no me duele nada, estoy tranquila y veo todo claro, como en cámara lenta".

Gigante 

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"Lo que más tengo es fuerza innata y explosividad. Me gusta entrar a luchar a muerte, apretar con fuerza al contrincante, y que sienta un jalón que lo bote de inmediato al suelo", dice Andrés Ayub (30 años) de 1,92 metros y 128 kilos de peso. Es el primer chileno que logra clasificar para los Juegos Olímpicos en lucha grecorromana. "La lucha dura cinco minutos y es muy cansadora, quedas ahogado. A primera vista parece que estás estático con el otro, pero en realidad estás usando tu máximo esfuerzo, como si hicieras un gallito con todo el cuerpo. Para mí el fútbol es un juego, pero la lucha es para hombres. Los niños juegan y los hombres luchan".

Estado de supervivencia

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"Me agredo entrenando fuerte. Tengo que hacer que mi cuerpo me duela, pasar mis propios límites. Cuando el cuerpo se adapta a la agresión, mejora. Yo lo llamo 'estado de supervivencia'", dice Gonzalo Garrido. Tiene 38 años y desde los 13 que compite como ciclista de ruta. En Londres correrá 260 kilómetros, sin pausa, durante seis horas y media. "En una competencia hay que ser estratégico: uno se aprovecha de los otros y los otros de uno. El que va adelante no es que vaya ganando, sino que va rompiéndoles el viento a los que le siguen. Uno se pone veinte centímetros detrás de su rueda, así me succiona hacia adelante y ahorro un 40% de mi energía. No puedo demostrar nunca debilidad, porque mi contrincante lo va a ver en mi rostro y va a acelerar para no dejar que me impulse con él. Solo cuando paso la meta, la cara de alegría y euforia la muestro tal cual es".

Desafiar la gravedad

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"La gimnasia me enseñó a perseverar. De chica no tenía el cuerpo más apto, pero logré moldearlo. Aprendí que si uno repite y repite y se esfuerza, logra lo que quiere", dice Simona Castro, 23 años, la primera chilena clasificada en gimnasia para los Juegos Olímpicos. "En el campeonato clasificatorio tuve mi desafío más difícil, porque partí en viga de equilibrio. En medio del ejercicio me resbalé y pude haber caído, pero dije 'no', me quedé arriba y retomé la rutina. Me sorprendió haber sido capaz de esa salvada. Me gusta desafiar a la gravedad: soltarme del palo, hacer un salto mortal y volver a agarrarme. Parece sobrehumano, pero el cuerpo no tiene límites".

El tiro perfecto

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"Apoyo la cuerda en mi cara y, aunque tiemble entera de los nervios, no me puedo mover ni un milímetro de la postura. Lucho por lograr el control extremo de mi cuerpo", dice Denisse van Lamoen, de 31 años, campeona del tiro con arco en el mundial de Turín 2011 y elegida como la abanderada chilena para los Juegos Olímpicos Londres 2012. "Hay un momento, al disparar una flecha, que es mío, de nadie más. El desafío por acercarme a la perfección me tiene atrapadísima. El vuelo de la flecha me hace sentir libertad, como si yo también hubiera salido disparada".