La periodista Tamy Palma tiene recuerdos de expresar su bisexualidad desde muy pequeña. Ya desde la básica, cuenta, escribía intensamente en su agenda Pascualina cuando le gustaba algún compañero o compañera. “Me daba miedo lo que sentía, pero quería dejar registro”. A medida en que fue creciendo fue intuyendo cada vez más que socialmente aquello que sentía estaba “mal”, hasta que un día fue tanta la vergüenza y el miedo de tener esas y otras evidencias sobre su orientación sexual, que terminó botando aquella Pascualina con sus primeros relatos bisexuales. Decidió luego olvidarse del tema. “Yo crecí escuchando que los bisexuales eran gente que no se decidía. Entonces empecé a hablarle a mis amigas de hombres y me forzaba a estar con ellos para no ser rara. Inicialmente pasé por etapas en que me sentía adentro de un clóset pensando que era lesbiana, otras veces en que me sentía más heterosexual que nunca. Recién hace muy poco me reconcilié con esa dualidad, cuando entendí que no tenía por qué ser una cosa u otra, que podía gustarme un hombre o una mujer o quien sea, porque no es definitivo ni es decidor”. Aún hoy, a sus 31 años, el tema sigue generando reacciones caóticas en el entorno social de Tamy. Cada vez que abre el tema con alguien por primera vez, se enfrenta a muchas dudas y cuestionamientos que terminan en otras conversaciones sobre su sexualidad. “Recibo comentarios de todo tipo, es como estar expuesta siempre. Me hacen la misma pregunta sobre qué me gusta más, si los hombres o las mujeres. Cuando estoy con hombres me dicen que soy heterosexual, cuando estoy con mujeres me dicen que soy lesbiana. Esos comentarios inevitablemente se meten en mi inconsciente y me hacen tener mucha más conciencia de mi comportamiento, como si hiciera algo malo”.

Que en realidad no existe, que es solo un fetiche, que son personas promiscuas e hipersexualidas, en fase de confusión o derechamente no quieren salir del clóset. Aún en pleno siglo XXI, con todos los avances en temas de género y disidencias sexuales, la bisexualidad sigue siendo objeto de numerosos mitos, caricaturas y prejuicios, incluso de parte de la misma comunidad LGTBIQ+. Activistas y psicólogos especializados hablan aquí de la importancia de la visibilidad “bi” y derriban los mitos y prejuicios que perpetúan su discriminación.

Parece mentira, pero recién hace menos de cinco años la RAE seguía utilizando la palabra “hermafrodita” para definir a la bisexualidad. Afortunadamente , hoy las definiciones circulan con más fluidez. Rodrigo Figueroa, Director de ONG CERES, organización que cuenta con un equipo de psicología con especialistas en diversidades sexuales, define la bisexualidad como una atracción romántica, emocional y/o sexual por más de un sexo o género. “Es importante destacar que se pueden sentir diferentes atracciones por diferentes géneros en diferentes momentos de la vida, no existe una regla porque nos estamos refiriendo a constructos”. La activista bisexual norteamericana Robyn Ochs, lo define de manera similar: “el potencial de sentir atracción -de forma romántica o sexual- por gente de más de un sexo o género, no necesariamente al mismo tiempo, no necesariamente en la misma forma y no necesariamente en el mismo grado”. Así, diversos profesionales y les mismos bisexuales adscriben en su mayoría a esta forma de catalogar a la bisexualidad, pero aún definida y todo se sigue cuestionando. Para la Doctora en Psicología e Investigadora CEPPS UDP, Alemka Tomicic, la bisexualidad es una orientación sexual que ha sido históricamente menos visible y entendida y en ese sentido objeto de una particular discriminación. “Presenta la complejidad que en términos de conducta sexual y establecimiento de pareja no necesariamente la persona está un día con un hombre y otro día con una mujer, y eso en nuestra cultura, que tiende a lo binario y que solo reconoce lo homosexual y lésbico, es muy difícil de comprender. Eso genera discriminaciones”. Según le psicólogue Nik Mac-Namara Barrenechea, especialista en perspectiva de género y comunidad LGBTIQ+, esta discriminación traspasa incluso a los espacios terapéuticos. “La bisexualidad desde la psicología también se ha asociado a conductas sexuales “erráticas”, se le ha visto y definido como una expresión promiscua, poco saludable de la sexualidad, e incluso como una señal de indecisión. Hoy en día hay muchos profesionales de la salud mental que siguen replicando estas violencias y bifobias. Las personas bisexuales usualmente son tratadas como “una mujer que quiere llamar la atención” o “un hombre que no quiere aceptar que es gay”. Así también, asegura, ocurriría en el ámbito médico en general: “Te piden una batería enorme de test de infecciones de transmisión sexual si mencionas que eres bi, y también te explican que estás tal vez muy confundida y que necesitas terapia”.

Ambiguos y promiscuos.

Rodrigo Figueroa señala que uno de los principales juicios que giran en torno a las, los y les bisexuales es el visualizarles como personas promiscuas, que no saben lo que desean realmente, confundidos o con miedo a un compromiso de pareja. Así también coincide Nik Mac-Namara: “La promiscuidad es lo primero que se suele asociar a las personas bisexuales, quienes supuestamente tendríamos muy poco filtro al momento de elegir a nuestras parejas sexuales y que, además, seríamos constantemente activos sexualmente. Es un juicio muy moralista, muy católico. La realidad es que las personas bisexuales, más allá de que pueden ser monógamas o poliamorosas, no siempre tenemos una vida sexual activa. También se asocia mucho a la bisexualidad la falta de compromiso, o una postura “poco seria” respecto a las relaciones. Pareciera que existe esta idea de que ser bisexual es ser una persona no apta para un vínculo formal”. Alemka por su parte constata también como algo recurrente el hecho de que se tilde a las, los y les bisexuales como personas promiscuas, que no son capaces de establecer relaciones formales, pero agrega que en el fondo todas estas concepciones derivan en la discriminación más importante: invisibilizarla. “Sugerir que la bisexualidad no existe significa negar la existencia de ese aspecto identitario de una persona, y eso es tremendamente violento”.

La doble discriminación

Alemka Tomicic señala además que existiría una doble discriminación contra la bisexualidad “Por un lado de una cultura heteronormada, pero además por parte de la comunidad LGTBIQ+ por no considerarse “realmente” gays o lesbianas, y por lo tanto no pertenecer realmente a la diversidad sexual. También en algunos planteamientos femenistas extremos lésbicos se escucha que hay una traición de género en el caso de mujeres bisexuales por estar con hombres”. Así también lo confirma Felipe Figueroa: “Me encantaría decir que no, pero como comunidad LGBTQIA+ también reproducimos en ocasiones los mismos discursos heteropatriarcales en los cuales estamos inmersos como sociedad, donde los grises son difíciles de considerar y normalizar. Posiblemente tiene que ver con el poco entendimiento en relación a la idea colectiva errada que hay sobre ser bisexual, siendo más bien un espectro donde caben distintos tipos de atracciones, intensidades, contextos, etc.”

En cuanto a datos de violencia, un informe de la Universidad Abierta de Inglaterra encontró que las tasas de depresión, ansiedad, autolesiones y suicidio eran más altas entre los bisexuales que en los grupos de heterosexuales y homosexuales, y un 27% de las bisexuales y 18% de los bisexuales han experimentado bifobia dentro de su comunidad LGTBIQ+. Por otra parte, casi una de cada dos mujeres bisexuales en los Estados Unidos ha sido víctima de violación, lo que representa el triple de la tasa de las víctimas que son mujeres heterosexuales y lesbianas, y el 75% de las mujeres bisexuales han sido víctimas de otras formas de violencia sexual. Asimismo, las probabilidades que tienen las mujeres bisexuales de ser objeto de violaciones, violencia física o acoso criminal cometidos por su pareja son el doble de las probabilidades que tienen de serlo una mujer heterosexual. Por último, como ejemplo, en Escocia, el 48% de los bisexuales es objeto de comentarios bifóbicos y el 38% ha sido objeto de comentarios de índole sexual no deseados relacionados con su bisexualidad. En palabras de la ONU, las personas bisexuales sufren muchos de los mismos abusos que los homosexuales y las lesbianas, incluida la criminalización y la discriminación generalizada, ya que deben liderar con un conjunto adicional de estereotipos negativos, que dejan a muchas personas “bi” sintiéndose incomprendidas, aisladas y en riesgo de abuso, en especial las mujeres, quienes experimentan tasas de violencia desproporcionadamente altas, incluyendo violación. También tienen un mayor riesgo de intimidación, falta de vivienda, depresión y pensamientos suicidas. Como resultado, la mayoría de las personas “Bi” temen “salir del clóset”, incluso con sus familiares y amigos más cercanos, señala la organización.

“La bifobia tiene muchos más efectos en la salud mental incluso que en las personas gays y lesbianas, justamente por la invisibilización”, agrega Tomicic. “En términos de restauración de derechos, cuidado y reconocimiento hay que ser muy tajante en que la bisexualidad es una orientación sexual, no es una fase, no es un momento de búsqueda, cuestionamiento, es algo que existe. El primer paso para orientarse hacia el orgullo -el antídoto hacia el estigma- es la visibilización. Como sociedad hay que reconocer la existencia de las diferentes orientaciones sexuales; todas ellas son legitimas, sanas y dignas de ser celebradas”.