Cuidado con las dietas milagrosas que prometen hacerte bajar esos kilos que subiste en cuarentena
La semana pasada, la Universidad de Las Américas publicó los resultados de su Encuesta de Consumo de alimentos y ansiedad durante la cuarentena por Covid-19 en Iberoamérica, y los comentarios nos se hicieron esperar. Esto, porque mientras que en la región el 38,5% de los encuestados reconoce haber subido algunos kilos durante el confinamiento, en Chile esta cifra llegó al 44%.
La ansiedad, la falta de actividad física y el aumento de la panadería casera podrían ser la causa de este aumento de peso, pero el verdadero problema podría ser la forma en la que buscamos una solución ante estas cifras.
El 24 de julio, el Ministerio de Salud anunció el comienzo de la fase 2 en las primeras nueve comunas de Santiago y ese mismo día las búsquedas del término “dieta” en Google aumentaron hasta llegar al mismo nivel de febrero, en pleno verano. Durante la primera semana de agosto, cuando se anunció el desconfinamiento progresivo de nuevas comunas, esta cifra volvió a subir.
Querer bajar de peso no es un problema, ni es algo negativo, a no ser que la motivación no sea la salud, sino que la apariencia, y la metodología no sea un cambio de hábitos, sino que una dieta “milagrosa”, altamente restrictiva y potencialmente peligrosa.
“Lo que esperan las mujeres cuando hacen dieta es, principalmente, perder peso y perderlo rápido, pensando que mientras más kilos se pierdan en menos tiempo, más efectiva es la dieta”, asegura la nutricionista María Jesús Ramos, quien se dedica a cambiar los hábitos alimenticios de sus pacientes y alejarlos de las dietas extremadamente restrictivas.
“Existen muchas dietas que te hacen bajar de peso en muy poco tiempo, pero su costo es muy alto, partiendo de la base de que para bajar de peso se necesita hacer un déficit calórico, o sea consumir menos calorías de las que el cuerpo gasta”, explica Ramos. Y agrega: “Mientras más grande es la restricción, más se baja de peso”.
Pero este tipo de dietas, que en el corto plazo pueden tener los resultados esperados, traen más problemas que beneficios, principalmente porque al cuerpo nadie le ha avisado que lo pusieron a dieta y que la restricción calórica por la que está pasando es intencional y no producto de una hambruna o situación de guerra. “El cuerpo piensa que está abandonado y empieza a asociar estos cambios a una situación de escasez, adaptándose y modificando el metabolismo para responder a las funciones vitales con la poca energía que le llega”.
¿Cuáles son los problemas a largo plazo de una modificación en el metabolismo producto de una dieta restrictiva? “Cualquier ingesta en exceso o cualquier exceso calórico que el cuerpo reciba lo va a tomar como si al fin le hubiera llegado comida, guardando toda esa energía en forma de grasa y un poco más por si en el futuro vuelve a enfrentarse a esta escasez”, dice la nutricionista y explica que esto quiere decir que en el futuro, si esa misma persona quiere volver a bajar de peso, la reducción calórica va a tener que ser mayor.
Pero también hay otras consecuencias que van más allá del metabolismo: “Surge una obsesión por los alimentos, los empezamos a clasificar entre buenos y malos, se pueden dar atracones producto de la restricción, hay mayor ansiedad y le damos respuesta a las distintas emociones a través de la comida”.
Por otro lado, se pueden dar cambios hormonales. La restricción alimenticia eleva los niveles de cortisol, conocida como la hormona del estrés, porque el cuerpo asumió que algo malo está pasando, lo que aumenta a su vez las ganas de comer carbohidratos.
¿Está mal que quieras bajar los kilos que subiste durante la cuarentena? No. Pero es importante ser respetuoso con el cuerpo y sus procesos. Una mejor alternativa es buscar opciones saludables y nutritivas a la hora de comer, disfrutar de la actividad física y, principalmente, no sufrir en el proceso. Como bien dice la nutricionista María Jesús Ramos: “No hay persona en el mundo que haya hecho una dieta restrictiva y lo haya pasado bien”.
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