Hoy lloré. Colapsé porque el mouse de mi computadora dejó de funcionar, lo que hacía que trabajar fuera aún más difícil de lo que ya es con dos niños menores de cuatro años en el departamento. Emocionalmente me liquidé por una tontera, un detalle nimio y de fácil solución pero, tal como me dijeron mis amigas, mi mamá y mi marido, con quienes me desahogué, fue la gota que rebalsó un vaso que la cuarentena ha ido llenando de a poco.
Me siento ahogada, necesito salir y veo cómo mi sanidad mental muchos días cuelga de un hilo finísimo, el que intento reforzar a diario con las herramientas que tengo.
Creo que colapsar en medio de todo lo que nos está pasando como sociedad es absolutamente normal, como también lo debería ser tomar medidas para proteger la salud mental de la población que está pasando por un momento histórico, para el que no nos habíamos preparado.
Miedo a no saber qué va a pasar con nuestros seres queridos y con nuestra comunidad y la ansiedad que provoca el encierro sumado al estrés que significa cumplir con las obligaciones habituales en un contexto poco habitual, son algunas de las emociones a las que nos enfrentamos todos los días. Y no somos los únicos que nos sentimos así. Un estudio conducido por doctores chinos y publicado en Lancet, demostró que un 70% de los trabajadores de la salud de la zona de Hubei, donde la pandemia comenzó, sufren de niveles extremos de estrés, mientras un 50% tiene depresión, un 44% tiene ansiedad y un 34% sufre de insomnio.
En Chile aún no se anuncian medidas para palear los problemas psicológicos que el paso del coronavirus va a significar en la población, especialmente considerando que aún no salíamos de la crisis provocada por el estallido social de octubre pasado.
Según la última Encuesta Nacional de Salud, un 15,8% de los adultos sospecha tener depresión (10% de los hombres y 21,7% de las mujeres), mientras que solo el 1,6% se encuentra en tratamiento en el programa GES. Esto en un contexto normal, sin la cuarentena ni el poco auspicioso panorama económico al que nos enfrentamos en la actualidad.
Pero existen gobiernos que han tomado cartas en el asunto. En el caso de Reino Unido, esta semana se lanzaron medidas auspiciadas por los duques de Cambridge, así como se han hecho donaciones millonarias para apoyar los centros de salud mental. Desde el gobierno recomiendan mantener contacto con amigos y familiares a través de llamadas y videos, seguir una rutina y hábitos de sueño saludables y enfocarse en un pasatiempo o aprender a hacer algo nuevo.
En Italia, uno de los países más afectados por el Covid-19, se lanzó un servicio destinado al cuidado de la salud mental de los ciudadanos en cuarentena. La propuesta, en la que trabajan psicólogos y psicoanalistas de las distintas regiones del país, consiste en ayuda gratuita para cualquier persona que necesite ayuda a través del teléfono o videollamadas.
Desde el Centro de Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos, en tanto, recomiendan tomar descansos de las noticias, incluso las que leemos en redes sociales, pues escuchar sobre la pandemia eternamente puede aumentar los niveles de ansiedad. También recomiendan preocuparse del cuerpo, ya sea meditando o tomando aire y soltando, pero también intentando comer tan sano como sea posible.
Conectarse con el exterior, aunque sea de manera remota, pareciera ser una forma de mantener la salud mental que se repite en todas las fórmulas. Así se pueden compartir experiencias y las personas pueden sentir que se mantienen lazos emocionales pese al encierro.
Es importante entender que aunque estemos solos frente a la pantalla, son miles de personas las que se encuentran en la misma situación, y que para no caer en una ansiedad más profunda es importante vivir un día a la vez.